Hemos de marchar sobre las vías, como trenes obedientes, y si a alguno se le ocurre salir de ellas descarrila de inmediato. En vez de ver mundo, debemos dejarnos guiar con suavidad sedante hasta chocar desmemoriados contra las toperas que nos detienen para siempre. Ella, sin embargo, había aprovechado un cambio de agujas para sacar, siquiera por unas horas, sus pasos de la tutela aburrida del raíl. Paladeó los sabores insólitos del extravío mientras se perdía con él en la noche, en un paraíso ocasional de casas vacías, invierno y soledad, una maraña de callejas mal iluminadas y desiertas que conducían inopinadamente hasta aquella habitación. Desde el balcón se podía observar majestuosa, con su chal azul y salado, la gran roca, y asombraba el suelo estrellado que la enmarcaba.
Ella, olvidada de contar las traviesas previstas, bailó con él la Danza macabra, aferrada a su cuerpo como si fuese el de la mismísima fantasía, y se pisaban los pies desnudos riendo como niños desobedientes, seguros de que nadie en el mundo podría descubrirlos en la travesura de su perfecto refugio nocturno. Encendieron las luces, y luego las apagaron, y así fue que se miraron con los ojos, húmedos de desconsuelo, pero también con el corazón, al que auxiliaron las yemas de unos dedos hambrientos. Ella jugó, jugó como no recordaba haberlo hecho en años, trenzando palabras casi olvidadas, añadiéndoles la cadencia de su risa generosa y elocuente, y todos los premios los depositaba en los labios de él, dentro de su boca acogedora, que la esperaba con una sed infinita, con una canción susurrada, con un cuento de Octavio Paz. Y luego, antes de que la noche se disolviera en el día, ella durmió envuelta en sus brazos, y también le prestó a él la almohada de sus pechos breves, y le confió su olor de mujer de campo abierto. Pero el día, perseverante, los devolvió a los raíles, porque la noche no puede durar; y allí, en el mismo cambio de agujas donde ella había saltado al abismo, todo un ejército de ojos sumisos se abalanzó sobre el último abrazo que ella inventó con él, y de esta manera, de súbito, tuvieron que restituir sus sueños a las vitrinas oscuras de la esperanza, y regalarse un último beso de esclavos cuyos destinos divergen sin solución. El mar se había quedado muy, muy atrás, y de su recuerdo subsistió el vaivén del Ruhevoll de Mahler, que él después se encontró pegado a su piel con un extraño, emocionante, duradero sabor salado…
martes, 15 de enero de 2008
Ella sin tren
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
9 comentarios:
¿Cuántos Sir John hay dentro de Sir John? Es sorprendente y gratificante encontrar dentro de ti tantos otros mundos...
Me ha gustado tanto que todavia me sabe la boca a sal...
Besos descarrilados...
Ir siempre recto es aburrido, creo que de vez en cuando hay que perder el equilibrio.
He pasado dos días estupendos con el autor de La crisálida del tiempo, Pau, y a lo mejor me divorcian (risas)me ha gustado, hacía tiempo que no veía el Madrid nocturno.
Saludos y buen día.
Ni cambiar de vías ni de sentido. Por mucho que pensemos que somos trenes con la posibilidad de elegir, lo cierto es que vamos todos más o menos por el mismo sitio.
Un abrazo.
cuanta verdad refieres, no nos conocemos de nada y pareciera que describes mi vida, me imagino que muchos nos vemos reflejados en tus palabras, preciosas
Querido Sandro, sin ser nada del otro mundo, soy otros muchos mundos, y algunos los transito con la soltura de un iniciado. La insatisfacción esencial de vivir la convierto a veces en estos sueños. Me alegra haber tocado esa sensibilidad tuya que también ando conociendo. Un beso.
Entonces, Luna, Madrid se ha llevado muchas noches sin luna, ¿no? Pues muy mal hecho, oye, muy mal hecho. Eres completamente necesaria en las noches de todos sitios... Un beso lunar.
Sí, Tawaki, pero hay veces que podemos descarrilar durante un instante eterno... Abrazo.
Gracias Anónimo, o tal vez debería decir Anónima (?). Quizás hablo del eterno esfuerzo del ser humano por su libertad, y de cómo la tristeza se rasga a veces para que entren alegrías profundas. Espero que te sientas aquí como en tu casa, y ya nos conocemos un poco más...
dices bien, soy anonima y me gustaría tener tu habilidad para expresar sentimientos, sueños, realidades..... como tu lo haces, no tengo esa virtud, don o como quiera llamarse. He descarrilado la mayor parte de las veces por diversos motivos, ahora estoy en el momento de aprovechar el cambio de aguja, pues como bien dices la libertad son instantes eternos
Querida Anónima, la habilidad para escribir siempre es relativa. Fíjate que cuando leo los cuentos de Cortázar, con la envidia me entran muchas ganas de dejar este vano intento de escribir algo hermoso, pero luego me doy cuenta de que lo importante no es la meta, sino el camino, y en ese sentido tú también tienes tu habilidad. La técnica y la práctica ayudan, pero no dudes que el contenido posee una importancia tremenda en lo que se escribe, y que he leído textos no demasiado bien escritos, pero con ideas y sentimientos tan fascinantes que en ellos casi me olvidé de los problemas expresivos. Quiero decir: ánimo, si tienes cosas que decir ponte a escribirlas, párate en los pasajes más hermosos de los textos que leas, empieza a jugar con las palabras, respetando su respiración, y verás que el juego te traerá momentos imborrables. En cuanto a lo del cambio de aguja y los descarrilamientos... Bueno, la alegoría se puede entender de muchas formas, pero creo que los seres humanos necesitamos caminar por raíles, y que los verdaderos momentos felices no son los cambios de vía, sino precisamente los instantes en que nos salimos de esas vías, de lo que se espera de nosotros, del decoro y la fría compostura. Espero que ese anonimato pronto adquiera nombre y escribas otras muchas palabras tras él. Un beso.
Hola Sir John More, en primer lugar gracias por tus palabras y por tu invitación a la escritura, pero creo que es una tarea complicada, tampoco soy aficcionada a la lectura, siempre lo he hecho por obligación, o me he empapado de temarios de oposiciones, que como puedes imaginar no son muy sugerentes. Por otro lado tampoco es que tenga la necesidad de hacerlo, solo mas bien me admira quien tiene esa habilidad de trasnsmitir a través de la palabra,en ese sentido si me he sentido limitada, sobre todo cuando quieres expresar sentimientos, emociones.... yo me quedo en la parte física o espiritual, no se como plasmarlo en papel, además me inspira mas la pintura.... eso si que tengo pendiente aprender las técnicas.
También comparto contigo tu aficción por viajar, estar sentado en el patio de tu casa escuchando una buena música, o simplemente el canto de los pájaros, un amanecer, asomarte desde la ladera de una montaña y contemplar el paisaje.... Al final me picas....saludos
De alguna otra forma, Cioran decía que si no hubiera podido escribir se hubiera suicidado. Escribir es conjurar el dolor de vivir, y así poder disfrutar de esos instantes de felicidad. Imagino que también la pintura es una forma de sobrevivir. Pero mira, ahí estás, escribiendo... Encantado por tu visita y que se repita. Un beso.
Publicar un comentario