domingo, 27 de enero de 2008

Disgusto poético


Luis García Montero nos dice de él lo siguiente: «Rigurosa, emocionadamente seca, con la precisión de un bisturí, la palabra de Gelman nos envuelve en las dimensiones alegóricas de su historia, que es experiencia del pasado, amor presente e inteligencia del futuro». Marco Antonio Campos, por su parte, expresa que «como Vallejo, como Celan o como Gonzalo Rojas, Gelman descuadra la sintaxis y rompe a menudo las palabras para expresar, de una manera secretamente armónica, las experiencias que han atravesado con sus flechas el corazón». Por último, Antonio Gamoneda declara que «su poesía conlleva prodigio y anormalidad. No tiene nada que ver con la ficción, sino que procede, directa y radicalmente, de la vida».

A continuación transcribo algunos de los poemas de este buen hombre, elegidos al azar entre los publicados en Babelia, y extraídos a su vez del próximo libro de Juan Gelman, Mundar. Si yo hubiera escrito esto… bueno, léanlos primero, y al final les digo lo que yo haría si hubiera escrito esto.


Accidentes
En las migas de tu esplendor,
mamá, recibí el recital
de pogroms y de sangre
que dio rostro a mi rostro.
El puente de esas vidas es
lo respirado a cuestas.
Desde tus hombros miro
las arrugas de las estrellas célebres.
A un dedo de lo que fui me soy
en lo que habré de ser. Tanto mundo,
tanta abierta confianza en su cambiar
el accidente,
desastres que
dicen al lado adiós.

Poema
El árbol detrás
de la ventana pasa, la tarde
se lleva al mundo y pasa, serpea
la vez que fui, corriente arriba
de un río ancho
que pasa. Voces que humedecieron
la sal del viento, ahora en esta
constelación que pasa.
El manto de los pájaros
y el tiempo con su canción muda.

Callar
Una ola de amor que
va de mi cuerpo al tuyo es
una humana canción.
No canta, vuela entre
tu boca y mi verano
bajo tu sol. El calendario no
tiene esta noche o fecha en su papel.
El manantial de vos
cae como vino en la copa
y el mundo calla sus desastres.
Gracias, mundo, por no ser más que mundo
y ninguna otra cosa.

Pues miren, sin dudar de que este hombre sea una bella persona, si yo, simple aficionado a esto de las palabras, fuera el autor de estos poemas haría una de dos: los guardaría en un cajón oscuro, eso sí, mostrando con ello un excesivo y tal vez vanidoso apego a lo propio; o (más bien) los borraría de mis archivos y probablemente decidiría hacer lo que hago, escribir poca poesía. Está visto que tampoco la literatura se salva de estos mitos incomprensibles que sorprenden en todas las artes.