jueves, 7 de junio de 2012

Un mundo de personas (Corrala La Utopía)

Crónica dedicada a Perse, por su continua lucha por un mundo de personas.

Con el runrún del hábito, con la lentitud irremediable de la vida y sus mudanzas, alrededor de nosotros se va gestando un cúmulo imponente de absurdos, legales pero profundamente ilegítimos. El mundo de la política rebosa de ellos, y como queramos o no la política lo toca todo, es el mundo el que abunda en barbaridades razonables, en lógicos disparates, en monstruosidades que hemos de aceptar en nombre del bien común y del optimismo democrático.

Siria

Como las hormigas, somos tantos que no nos cuesta ningún trabajo dar gloria a la colmena y olvidar los sentimientos diminutos de cada uno de sus miembros. Por ejemplo, la tragedia insignificante de una chiquilla en Siria, que ve cómo entran en su barrio, asesinan a sus padres, a sus amigos y vecinos, y que luego disparan contra ella para hacerla desaparecer de este mundo, es una más en un paquete tan formidable de sufrimientos que lo único que podemos hacer para no morirnos de tristeza es mirar para otro lado, acostumbrarnos al terror. A la vez, discutimos sesudamente sobre las razones que Rusia y China arguyen para mantener a una banda de asesinos al frente del gobierno de Siria, razones que, gracias a algún laberinto intelectual, podrían llegar a justificar el horror en los ojos de esa chiquilla.

A una escala algo menor, pero con el mismo esquema, nos damos todos los días con situaciones que el sentido común nos pinta de un modo y las razones geopolíticas de otro. Ahí tenemos a un grupo de familias de Sevilla, con ancianos y niños, que llevan pasándolo bastante mal desde hace años, y que de pronto, bajo el juego obsceno, democrático y legal, que políticos, banqueros y grandes empresarios han mantenido con la riqueza de este país, se encuentran en la calle, sin un techo, sin los más mínimos recursos para subsistir. Son personas sin demasiada formación, algunas de ellas pertenecientes a familias inmersas durante generaciones en ese círculo vicioso de pobreza e incultura, del que no es tan fácil salir como los aficionados a la heroica iniciativa personal y al emprendimiento piensan.

Cuando muchos de ellos no pueden más, un grupo de conciudadanos, hartos de tanta justicia injusta, les proponen ocupar un bloque de pisos que se construyó hace unos años, y que se encuentra ahí, vacío, en el bolsillo sin fondo de los mismos bancos y empresarios que, por el terrible pecado de quedarse parados y no poder pagar una hipoteca legal y abusiva, han desahuciado legalmente a muchos de ellos. Declaran que no quieren vivir gratis, que sólo quieren un lugar para cobijarse, que pagarán el agua y la luz, que no quieren que les regalen los pisos, que abonarán si hace falta un alquiler si no es desorbitado. Ya buscarán la forma. Piensan en los mismos bancos: ahora, con el piso cerrado, sólo pierden dinero. Si nos lo alquilan por un precio módico, ganan dinero.

01 Para nuestra desgracia, la justicia ha sido siempre, además de inapelable, sagrada, es decir, se aplica al detalle sólo cuando conviene al poderoso. El orden en la colmena siempre fue muchísimo más importante que las pobres hormigas, y por eso llega un día en que ENDESA (una de esas empresas que, con la ayuda de nuestros políticos, no sólo conservadores, sino también y fundamentalmente socialistas, especula con la riqueza de nuestro país) aparece y les corta la luz. En Sevilla caen treinta y tantos grados y es poco menos que inhumano no poder disponer al menos de un ventilador para pasar las tardes. Cuando estas hormiguitas sin importancia, junto a ese grupo de amigos que creen en otro tipo más depurado de democracia, protestan por el corte de luz, el señor alcalde de la ciudad, un antiguo juez que impartía sacrosanta justicia hasta hace muy poco, un tipo que se llena la boca con las monsergas cristianas sobre el bien y la caridad, decide gastar unos duros de todos en mandar a una patrulla de técnicos y policías para cortarles también el agua. La ley es implacable, es justa y ciega, y debe ser cumplida a rajatabla, sobre todo si se trata de hormiguitas sustituibles.

02 Entonces las hormiguitas, con sus amigos, improvisan unas pancartas y se van a recorrer las calles de la ciudad camino del Parlamento, escoltados todo el tiempo por un equipo de abigarrados policías que cuidan de que no molesten a la colmena. En el camino se encuentran con otro grupo de hormigas que, con batas blancas y verdes, los reciben con alegría, pidiendo que no se recorten los gastos en sanidad, que les recorten antes los beneficios a ENDESA. Los gritos de todas estas hormiguitas emocionan, y otras hormiguitas que pasan cerca sienten algo así como una voz interior que no tiene nada que ver con este tipo de colmena, y sí con otra que está hecha de individuos y no de muchedumbres. Al final, son recibidos en el Parlamento con las rejas cerradas y un grupo nutrido de policías, hormiguitas mal pagadas pero de imponente aspecto que se las apañarán para que 2012-06-05 21.36.25 todos estos desgraciados no estropeen ningún detalle del bonito edificio, un antiguo hospital para desahuciados, convertido hoy en residencia de lujo para nuestros próceres inútiles.

Luego la gente vuelve a sus casas… bueno, a las casas de dios sabe qué malnacido, de donde serán desalojados en cuanto la justicia tenga tiempo de ser impartida. En los últimos días, desde el Ayuntamiento, estas personas han recibido llamadas recomendándoles tener mucho cuidado con lo que hacen, porque los servicios de protección al menor podrían actuar para salvar a sus hijos de tanta pobreza, despojándolos de su condición de padres y madres. El señor alcalde tiene a bien contestar a un mensaje en el que le pido que me explique lo que pasa, y si dentro del pecho le late el corazón o un tomo del Aranzadi. Su respuesta, o la de algún alter ego virtual, es ésta:

Emasesa ha tenido que proceder a cortar el suministro del agua en las viviendas del Bloque de San Lázaro en base a la ley vigente y a la pretensión de no infringir el principio de igualdad entre usuarios. Sé que son familias que se encuentran en una situación de emergencia social pero el Reglamento de Suministro Domiciliario de Agua de la Junta de Andalucía prohíbe que estos vecinos puedan contar con suministro al no contar el inmueble con licencia de primera ocupación ni ser ellos propietarios. Se está cumpliendo con la ley. Un saludo.

Y la vida sigue, y cada detalle, cada minúsculo dolor, cada horror en los ojos de un niño, cada acto justo e inapelable que ocurre a nuestro alrededor mientras miramos a otro lado nos incrusta más en la colmena.

sábado, 2 de junio de 2012

Apología de lo vertical

[Nuevas reflexiones del vagabundo Tani Curiel.
Poemas del desperdicio: I, II, III, IV y V]

Apología de lo verticalSólo cuando los seres humanos hubimos conseguido la verticalidad quisimos llamarnos Sapiens, y curiosamente fue entonces cuando comenzamos a buscar la horizontalidad en nuestras vidas: con el progreso, la evolución, la historia, nos sometimos a una creciente fugacidad del presente.

Probablemente, para los seres primitivos el presente lo era todo; se vivía rabiosamente el instante, y todos los problemas se resolvían siempre en función de lo actual, de lo inmediato, del deseo, del instinto, de la intuición. Cada instante era la vida y no había vida fuera del instante; no existían ni el pasado ni el futuro.

Luego, con la consciencia y el deseo de sustraernos a la violencia natural de las cosas, de no depender de la suerte, comenzamos a abandonar el presente para aprender del pasado y esperar el futuro. En un primer momento todo fue hasta cierto punto natural, porque aún mirábamos atrás y adelante con la intención de mejorar el presente, pero con el tiempo nos fuimos alejando de la actualidad para vivir de nuestros propósitos y nuestros recuerdos.

Se ha repetido demasiado la obviedad de que ni pasado ni futuro existen, tanto que apenas pensamos ya en ella. Las ideas del pasado y el futuro existen, no cabe duda, pero lo que vivo no está ni atrás ni adelante, sino en este justo momento en el que hablo. Lo cierto es que la horizontalidad del tiempo nos ha alejado del instante, nos ha sustraído de la intensidad del momento, convencidos, en bien de no sé qué designios sociales, de que la dimensión vertical de nuestras vidas no existe, de que el ahora es un punto fugaz e inasible, que de nada vale preocuparse por él.

Si uno observa su pasado, por joven que sea, cree ver un escenario inmenso, cuyo horizonte se pierde en las imperfecciones de nuestra memoria. Si observamos el futuro, todos creemos vislumbrar, optimistas, un largo camino lleno de… lleno de instantes (que probablemente serán sacrificados en nombre del futuro), una extensa promesa de vida. En cambio, cuando miramos el presente, consista en un instante, en una hora, en un día, en esta semana en la que andamos, creemos notar que es un lapso de tiempo efímero y esquivo, y por tanto mucho menos interesante que ese futuro prometedor o incluso que ese pasado lleno de añoradas experiencias.

Todo, por supuesto, depende de la profundidad y la altura que queramos otorgarle al presente, de la intensidad con la que queramos vivirlo, del detenimiento y la falta de prisas (la prisa adelgaza el presente), y de la libertad que conservemos frente a la tiranía de nuestras lecciones pasadas y a la atracción de nuestros deseos diferidos. Vivir el espacio vertical infinito del instante: habilidad que perdimos y que en raras ocasiones recuperamos, quizá sólo cuando la hartura de lo cotidiano, la infelicidad de la razón y la grisura de lo prescrito nos empujan a la transgresión. Elevar sobre nuestro paso marcial extraños e inimaginables universos verticales cuasi infinitos, tal vez ése sea el único atajo que nos queda hacia la felicidad…