jueves, 19 de abril de 2007

Breve salto al Paraíso desalmado

Hay ocasiones en que algo, una pequeña descarga neuronal que recorre desmandada ciertos caminos en tu cerebro, o una imagen suave y sin aristas que se cuela en el fondo de tus pensamientos, o quizás un hecho trivial que interrumpe tus rutinas, como la visión de un viejo vagabundo que, al despertar entre sus cachivaches, enciende una colilla sucia; a veces algo, alguna minucia, estimula tu atención, y entonces basta mirar para ver. Algo parecido a ponerte esas gafas de rayos raros que te permiten ver a la gente desnuda, pero ahora es el mundo el que enseña sus vergüenzas, hábilmente disimuladas tras una capa de prisas, tras un manojo de miedos, tras una bruma de cansancio, tras esta irreprimible ansia de armonía-a-cualquier-precio. Sí, mirar y ver, una actividad que te aleja de tus tesoros cotidianos como si viajases a un rincón ignoto del mundo, dejando la caricia de las esperanzas muy, muy detrás...

viernes, 13 de abril de 2007

El comercio cronopial de lágrimas

Los cronopios lloran con un llanto nunca igual pero siempre inocente.

En ocasiones las lágrimas les brotan con motivo conocido, por ejemplo ante una ausencia irreparable. La cabeza se les puebla de recuerdos y de impulsos infantiles (es decir, caóticos, ilusionados), pero de súbito un retrato les muestra el rostro del adiós, y entonces sacan sus pañuelitos arrugados y esconden sus caritas de vagabundos en la oscuridad de sus ojos cerrados.

Otras veces los razones de su llanto no estás tan claras, y las lágrimas surgen de un imposible, de una puerta cerrada con llave, de un espejo roto, de un solar antaño poblado de malas hierbas y veredas, y hoy destrozado por cómodos y cálidos edificios...

Los famas no saben que sus propias lágrimas, cuando son inocentes, poseen exactamente la misma composición que la de los cronopios, porque si lo supieran podrían llevarlas al mercado de sus vecinos, y trapichear con ellas en los quioscos de lágrimas, donde los cronopios las cambian por todo tipo de objetos preciosos. Los cronopios adoran las lágrimas como si fueran perlas, y las observan con sumo detenimiento, destacando en ésta su delicado sabor a melancolía, en aquélla las formas de saquito aterciopelado que la tensión superficial y su composición salina les concede, o en aquella otra la virtud de transformar la luz de una sonrisa posllanto en un carnaval de brillos inesperados.

Dicen que una vez un cronopio, al que algunas lenguas insustituibles pero maledicentes tachaban de fama, ofreció todo su reino por una sola lágrima, y eso sabiendo que a aquel pequeño diamante líquido lo sucederían otros muchos imposibles, y, claro está, otros muchos llantos.

Cielos

Observé el cielo de Santander y creí que iba a romperse. Pronto la bahía se encendería con rayos poderosos, pero ahora el cielo, del que aún no caía una sola gota de lluvia, parecía augurar una catástrofe. Las nubes componían un dibujo terrible, enlazándose unas a otras con rabia, deshaciéndose en grises agrietados, y arremolinándose en una danza retorcida y violenta de torbellinos y agujeros, arrugas inusitadas. Al fin, la tarde se oscureció palpablemente, hasta convertirse en una noche prematura, y el cielo estalló en una lluvia hambrienta, entreverada de interminables chispazos descomunales. Refugiados en los soportales de un edificio del puerto, tratamos de cazar con nuestras cámaras la visión de aquellos nervios encendidos del planeta, mientras el cielo había diluido su propia furia, sus gestos de fiera encrespada, para crear un fondo lechoso sobre el que los rayos iban y venían como gritos del propio mundo.

Hoy, cruzando un patio bajo la lluvia lenta del azahar, observé de nuevo el cielo, y creí descubrir algunas pinceladas de aquel otro, como el recordatorio de su poder. Las nubes se mostraban tranquilas, pero entre ellas surgían, aquí y allá, formas extrañas, muestras de otra dimensión, razones para nuestro desamparo...

lunes, 9 de abril de 2007

Santo Gredos




Doble descubrimiento

Hambriento de sorpresas, me encuentro con Suffocating The Bloom y As The World, dos discos divertidísimos de un grupo que se escondió hasta ahora en el todo vale de los noventa: Echolyn. Y mi cuñado, en ese afán investigador que le honra, me ha suavizado un poco esa pérdida que todos sufrimos con la muerte de Stevie Ray Vaughan, al informarme de este discípulo del tejano: Joe Bonamassa. La música como un tobogán...

lunes, 2 de abril de 2007

Nunca Jamás aquí y allá

Pistas para cronopios, en fase apenas inicial de análisis del escenario real (que no está fabricado sólo de realidades palpables, aunque tampoco de místicas baratas y obsesivas, espiritualismos prêt-à-porter)... Y sobre todo ese momento en que Barrie descubre que con sus juegos hace daño a la madre y a los niños, y resulta culpable, además, de intriga por excesivo cariño. La vida, que, además de tierras de ensueño, tiene estas cosas...