jueves, 19 de abril de 2007
Breve salto al Paraíso desalmado
Hay ocasiones en que algo, una pequeña descarga neuronal que recorre desmandada ciertos caminos en tu cerebro, o una imagen suave y sin aristas que se cuela en el fondo de tus pensamientos, o quizás un hecho trivial que interrumpe tus rutinas, como la visión de un viejo vagabundo que, al despertar entre sus cachivaches, enciende una colilla sucia; a veces algo, alguna minucia, estimula tu atención, y entonces basta mirar para ver. Algo parecido a ponerte esas gafas de rayos raros que te permiten ver a la gente desnuda, pero ahora es el mundo el que enseña sus vergüenzas, hábilmente disimuladas tras una capa de prisas, tras un manojo de miedos, tras una bruma de cansancio, tras esta irreprimible ansia de armonía-a-cualquier-precio. Sí, mirar y ver, una actividad que te aleja de tus tesoros cotidianos como si viajases a un rincón ignoto del mundo, dejando la caricia de las esperanzas muy, muy detrás...
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