jueves, 17 de agosto de 2017

Angelines

A media mañana, en el trabajo, traté de aislarme del ruido escuchando música. Elegí un disco que muchos años atrás había escuchado una y otra vez. Reconozco que sentí un poco de vergüenza porque no era la mejor música que podía escuchar, pero ya se sabe cuánto pueden los recuerdos. Era un disco de Abba, The Album. Sonó la primera canción, titulada Eagle, y después de tantos años reconocí su melodía y recordé perfectamente la letra. Al llegar al estribillo, el cuarteto sueco cantó algo que podría traducirse así:

Y sueño que soy un águila
Y sueño que puedo desplegar mis alas
Volando alto, alto, soy un pájaro en el cielo
Soy un águila que cabalga sobre la brisa
Alto, alto, qué sensación la de volar
Sobre montañas, bosques y mares
E ir a cualquier lugar que se me antoje

Justo en ese instante mi mirada se detuvo en el móvil, descubriendo que tenía un mensaje sin leer, un mensaje que había recibido casi una hora antes. En el mensaje, los hijos de mi querida amiga Angelines me informaban de que su madre había muerto.

P1120902No soy partidario de convertir las coincidencias en misterios, porque son sólo eso, coincidencias que ocurren siguiendo las puras leyes de la probabilidad. Pero nadie nos impide jugar con ellas, agradecer a la suerte que se produzcan. Angelines había partido como el águila de la canción, sobrevolando libre sus queridos valles, el de Tena, el de Broto, para reunirse con Marcos, con ese hombre bueno al que añoró tanto.

La primera imagen que obtuve de Lanuza está íntimamente ligada a la de Angelines y Marcos. Llegar una noche al paraíso y ser recibido por dos ángeles de carne y hueso no le ocurre a uno todos los días. Eran dos ángeles de sonrisa franca, con un corazón grande y limpio, dos seres que me contagiaron de inmediato su amor por aquellas montañas, por los amigos, por la vida. Los mil kilómetros que nos separaban no fueron nunca suficientes para evitar que volviéramos a abrazarnos. Un día caluroso e inolvidable aparecieron por aquí por Sevilla, como una parejita de enamorados paseando por las calles que tanto quiero, pero luego nos encontramos muchas veces allí, en el valle, en el patio de esa casa que volvieron a levantar con sus propias manos, enfrentándose al pantano, a la maldad sin nombre de los burócratas, al pillaje de los pobres diablos que no saben reconocer la dignidad de unos muros.

550 Angelines y Marcos 2Cuando Marcos se fue, se llevó en prenda un buen trozo del alma de Angelines, y ella dejó de mirar a la vida con el cariño que siempre la había mirado; pero aun así, el alma de Angelines siguió rebosando ternura, una ternura que ahora, mezclada con la tristeza de verla partir, impregna aún más el ánimo de los que la conocemos. Para ella cada fruto del huerto, cada árbol, cada collado, cada camino y cada mano que estrechaba la suya eran una suerte.

Siempre había escrito, porque también amaba las letras. Sobre su tierra había publicado una larga lista de preciosos artículos en la revista Jacetania. Cuando Marcos se fue supo que tenía que volver a escribir, no sólo por ella, también por Marcos. Y fue así que nos mostró sus hermosos diarios, en los que escribía sobre los hijos y sobre los viejos con la dulzura propia de una mujer sabia, delicada y mortal, y con su blog se ganó el afecto sincero de muchos, muchos amigos, incluso de aquellos que no tuvieron la suerte de conocerla en persona.

P1020090 2Me pregunto si no habría sido mejor escribirle todo esto antes de su marcha, y me pregunto si estas palabras no son al fin un ejercicio vano, porque lo que de veras me gustaría es que ella las estuviera leyendo y se estremeciera un poquito, y sonriera como ella sonreía, con una sonrisa llena de verdad. Pero una de las pocas creencias que tengo es la de que aquellos que se nos van siempre permanecen con nosotros. No, no creo que se vayan a la nada, ni a ningún sitio remoto y olvidado; sólo se arrebujan con suavidad en el pecho de los que recibimos su cariño. Por eso, escribirle a Angelines no sólo es para mí una necesidad, sino un modo de llenar la tristeza que hoy siento, porque sé que ella, a través de las vías más insospechadas, está recibiendo estas palabras.

Sí, Angelines, volveré pronto a tus valles, y al pasear asombrado por la hermosura de tu tierra confirmaré esta sensación, y sabré de cierto que no te has ido, que estarás siempre en los caminos y en la niebla que se te llevó, volando como un águila a lomos de la brisa, por encima de las vacas y las orquídeas, rozando con tu pluma el Pacino y la Foratata, deleitándote con las campanas de tu Lanuza y regresando a Ordesa y a esa casa al borde de la carretera, en Broto, en la que un día naciste para hacer de este mundo un sitio bastante más habitable. Da un abrazo a Marcos, y tú recibe un beso de este que guardará siempre tu sonrisa en el más confortable rincón de su pecho. Siempre, Angelines.

Captura