viernes, 20 de mayo de 2016

Palabras a la luz de un cumpleaños

046 Imagen006Me pregunto si algunos hilos de esta luz que me alumbra tocaron entonces tu carne, si aún conservan en su trayectoria, en esa que los hace vagar entre la vida y mis ojos, la fragancia de tus cuidados y de tu fidelidad.

Me pregunto también por la textura, por la fluorescencia de los recuerdos, o por el sabor luminoso de esas frases tuyas que jamás dejarán de tintinear en mi cabeza. Me pregunto qué clase de pavesas somos, mamá, de qué claridad oscura estamos hechos, y cómo vinimos a parar aquí, sucios y encenizados por los errores, pero empujados por la misma lumbre que encendió nuestros primeros pasos, en aquellos crepúsculos tuyos de palomas y germinares, en el esplendor límpido que dejaban sobre ti las tormentas.

Me pregunto, mamá, por qué andamos confundiendo la felicidad con la deserción, o por qué la luna sigue ahí, cada noche, en su implacable danza de espectros, sin moverse un milímetro de su camino, ajena a tu ausencia. Me pregunto por qué emborrachan los destellos del espíritu, por qué quema tanto el sol o por qué los laberintos han de removerse en esa luz ambigua, esa luz tan huérfana de tu abrazo.

Acaso todos los brillos se me van refugiando, con los años, en la música, para tomar aire sólo en ocasiones muy especiales, cuando la centella de un beso o cuando el desgarro que resplandece entre mis emociones. Acaso tenía razón esa mujer y no hay pasado ni presente, y acaso la aureola de esta alborada o el melifluo resplandor de este atardecer estén derramando su dulzura sobre ti y sobre tu hambre de vida…

Sí, tal vez. Quizás sólo es un fallo de visión, un efecto óptico del vacío, y puede que ahora estés aquí, a mi lado, preguntándote qué líos son estas preguntas, si al cabo la vida, cuando viene, viene, sin más. No, igual no te fuiste nunca, pero no puedo evitarlo, mamá, no puedo dejar de preguntarme por aquella luz tuya. No, no puedo parar de preguntar por tus manos…