lunes, 29 de agosto de 2011

Tierra y silencio (14)

Arezzo es una ciudad que muchos conocen sin saberlo. Roberto Benigni la hizo famosa al grabar allí gran parte de su película La vita è bella. Me gusta el turismo cinematográfico, aunque esta vez Arezzo se nos presentó tan bella que renuncié a perseguir los rincones más famosos de la película. Simplemente, como habíamos hecho en casi todo el viaje, vagabundeamos por sus calles sin mucha idea de dónde íbamos. Al principio, de hecho, habiendo entrado en la ciudad por la parte norte, creímos que Arezzo no iba a merecer la pena. Ciudad de más de noventa mil habitantes, calles rehabilitadas, muchos coches…

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Incluso cuando llegamos a la catedral la ciudad me pareció hermosa, sí, pero tan deslucida que casi se diría muerta…

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Pero entonces bajamos hacia el corazón de Arezzo, que comienza en la Piazza Grande y continúa por un laberinto precioso de callejuelas, uniéndose al final con la parte moderna de la ciudad.

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Con una vista envidiable, almorzamos en el Ristorante La Curia, justo el que se ve en esta última foto, y así, sin pensarlo, volvimos a acertar. Todo estuvo delicioso, y esta entrada y estos postres estaban tan buenos como parecen…

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DSC08966Con el estómago lleno y el paladar halagado, callejeé por Arezzo con un pequeño mapa que unos amigos valencianos, que perseguían todos los rincones usados por Benigni en su película, nos habían regalado. Así pude buscar una librería y luego volver donde el coche y donde había quedado con la compañía. Aquí van algunos detalles de la ciudad…

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Dejamos Arezzo camino de Cortona…

domingo, 28 de agosto de 2011

Tierra y silencio (13)

El día lo terminamos visitando San Quirico d’Orcia, un pueblo amable y acogedor por el que paseamos ya algo cansados. Aun así, sus rincones no sólo invitaban a la fotografía, sino que uno podía imaginar lo que debía ser vivir unos días allí, sin prisas, descubriendo todo lo que sus callejones escondían…

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Aún nos quedaba luz para acercarnos a Castiglione d’Orcia. Su castillo había permanecido, durante nuestra visita a Bagno Vignoni y a San Quirico, allá arriba, soberbio y orgulloso. Cuando quisimos llegar a Castiglione, las nubes se había cerrado sobre un sol aún vivo, e incluso mientras caminábamos hacia el castillo por un pueblo ya adormecido, cayeron algunas gotas, así que tomamos unas fotos y volvimos al coche para refugiarnos de la lluvia, mientras la noche prematura se hacía con Castiglione, donde olía a chimenea y a otoño…

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Al día siguiente nos propusimos visitar Arezzo y Cortona. Estaban un poco lejos, y así, en el camino, tuvimos oportunidad de encontrarnos con algunas sorpresas. Primero los paisajes que salpican toda la Toscana…

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…y luego algún burgo aislado, como este de San Gimignanello, elegante y desierto a esa hora del mediodía. En la plaza del pueblo, dominada por el imponente torreón, jugaba solitario un niño muy pequeño, mientras a su lado un perro dormitaba indolente. La paz del lugar resultaba a la vez abrumadora y fascinante…

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Arezzo nos aguardaba con sus sorpresas…