Tras el almuerzo y el paseo por Buonconvento, y sin planes concretos para ese día, decidimos pasar la tarde en la acogedora Siena. Entraban ganas de irse a vivir allí. Además, cada día, cada parte de cada día Siena posee una luz distinta. La tarde, en la que cayeron algunas lluvias, se puso preciosa, y la torre seguía atrayendo a mi cámara de un modo extraño…
Al llegar a esta última iglesia, la de Santa Maria di Provenzano, escuchamos jaleo allá abajo, sonido de gentío, así que nos acercamos…
Había espectadores realmente curiosos asistiendo a la procesión de los miembros de la contrada de la Torre, la del elefante…
Cuando pasaron nos dirigimos a la Piazza di San Francesco, donde se encontraba el Oratorio di San Bernardino, que se nos quedó sin visitar dos días antes. En él hice alguna foto de la Torre y de cierto monje que se me parecía mucho a alguien conocido…
Al salir, y aunque andaban en misa, visitamos la Basilica di San Francesco por dentro, con un vacío sólo aparentemente humilde, porque los muros estaban salpicados de obras de incalculable valor…
Al salir comenzaron a caer una gotas enormes de lluvia, y tuvimos que refugiarnos bajo un árbol, creo que era un arce, y con la lluvia aún cayendo le robé a Siena esta foto a través de un jardín…
A partir de ahí vagamos por Siena, a veces bajo la lluvia, descubriendo que alrededor de la plaza hay cientos de callejuelas por las que merece la pena perderse…
Y al final la Piazza Il Campo, bajo otra luz, tan elegante… Entramos en una heladería que tenía su entrada por Via di Città, pero ofrecía a sus clientes un balcón precioso que en otros momentos supongo que será tremendamente codiciado, pero que ahora encontramos solo para nosotros. En él, extasiado por la vida de la plaza y de Siena, por los colores del sol sobre sus edificios, por los cielos irrepetibles, me bebí un riquísimo Spritz…
Pero de pronto empezamos a escuchar de nuevo jaleo, un jaleo que provenía de la misma fuente que antes: la contrada de la Torre estaba llegando a la plaza. Al parecer cada contrada marcha una vez antes de la celebración del Palio, que fue precisamente anteayer, el 16 de agosto. Entraron por la curva de San Martino, la curva más peligrosa en la carrera del Palio, porque los caballos deben realizar un giro muy rápido de 95º, y donde murió en julio, en la primera celebración del Palio (se celebra dos días, a primeros de julio y a mediados de agosto), un caballo que chocó justo contra la columna interior de la curva. En menos de lo que pensamos, la plaza vibraba con los tambores, la banda, la propia gente de la contrada, que la fue llenando con sus abanderados y ante el asombro estremecido de los que los mirábamos aquella curiosa locura…
La plaza volvió a quedarse silenciosa, con el murmullo de los turistas. Caía la noche y pronto tendríamos que volver a la casa. Siena se mostraba blanda, perfecta, como soñada…
Al llegar a la casa nos hicimos pasta fresca, y la regamos con un Vernaccia di San Gimignano que andaba en los últimos sorbos, y por un Rosso di Montalcino más que sabroso. Al día siguiente comenzaríamos con los pueblos…
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