martes, 27 de octubre de 2009

Saber o entender

andrés montes Hace unos días murió Andrés Montes, un señor que tenía la rara habilidad de ponerme de los nervios. Este hombre, decían, era un experto en baloncesto. Su carrera como periodista había incluido durante mucho tiempo la retransmisión de los partidos de la NBA, lo que parecía concederle el marchamo de sabio; aunque a mí, cuando empecé a escucharlo, me pareció que el hombre no sólo no tenía nada que decir, sino que cuando decía algo solía ser una tontería difícil de soportar porque, además, gustaba de repetirse. Pero hubo un detalle que me mostró hasta qué punto no sabía nada de baloncesto. Fue cuando la selección española se proclamó campeona del mundo. Don Andrés defendió durante todo el campeonato, sin dar un solo argumento, la incontestable superioridad del equipo que había presentado Estados Unidos, mientras que Iturriaga se dedicaba a analizar el asunto y declaraba con conocimiento de causa que el baloncesto es fundamentalmente un deporte de equipo. Admitía que el mejor equipo de Estados Unidos podía, con sus extraordinarias individualidades, vencer a un equipo como España, pero el equipo de Estados Unidos que había asistido al campeonato no era el mejor, sino simplemente uno muy bueno. Así, España demostró que era más equipo que aquella cuadrilla de gigantes habilidosos, que en ningún momento intentaron jugar como un equipo. Andrés Montes demostró a su vez que podía saber todo sobre la historia del baloncesto, que podía hablar al milímetro de las alturas de todos los jugadores de los últimos años de la NBA o de las estadísticas de cada uno de ellos, y que dominaba como nadie la terminología del baloncesto; aunque se podía ver también con facilidad su asombroso dominio del arte de asombrar (con sus pamplinas inconcebibles) a los telespectadores, creando polémica entre sus defensores acérrimos y sus acérrimos enemigos.

Hablo de este pobre hombre porque siempre me ha pasmado ese espécimen de sabio que colecciona conocimientos, ese individuo que lo sabe todo sobre un tema y que por ello se cree consignatario de la verdad, pero al que le suele faltar discernimiento y, lo peor, sensibilidad. Cuando, además, el tema es artístico, los casos llegan a ser patéticos.

Duncan_Dhu-Kiss_Musica.com Por ejemplo, en música, actualmente todo experto que se precie no debe desechar ningún estilo musical, ningún éxito de ventas, ningún fenómeno artístico. Debe comer de todo. Ningún crítico decente debería afirmar que las canciones de Duncan Dhu son una profunda idiotez, o que Nacho Cano y sus histriónicos inventos son ridículos, o que fenómenos mediáticos como Macaco poseen el mismo sentido musical que sus homónimos cuadrumanos, dicho sea con todos los respetos por nuestros hermanos simios. La música es disfrute, estar a bien con todos los oyentes, buen rollito, referencias, muchas referencias, sólidas evoluciones musicales, o el paso de varios discos extrovertidos a obras intimistas en las que el papanatas de turno deja de rajear Do / Sol / Fa en la guitarra eléctrica, y coge la acústica, pone voz de zarigüeya y nos endilga el último grito en canción de fuego de campamento. Así, las colas kilométricas que esperaban el otro día poder acercarse a los muchachitos de El Canto del Loco demuestran a las claras que éstos, como poco, hacen una música tan decorosa como la de Van der Graaf, que sólo reunió a medio Teatro Cervantes en Málaga.

Pero entiendo a tipos como Manrique, como también a toda esa horda de peritos a sueldo que en medios progresistas o retrógrados reseñan pamplinas a cambio de un sueldo. Es cierto que me chirría a veces la incongruente seguridad con la que pontifican, y lo churrigueresco de esas crónicas sobre la obra de individuos que sólo han aportado a la música un grado prodigioso de lacia gilipollez, pero puedo entender que se haga por dinero. El caso más mojigato, sin embargo, es el de ese individuo que realmente se cree un experto musical, que sin ganar un real se zambulle en las aguas procelosas de los cuarenta principales mostrándose incapaz de hablar de un disco o de un intérprete sin nombrar a otros veinte, relacionando sus estilos, recordando anécdotas biográficas, curiosidades sin fin. Por supuesto, para este sujeto la calidad de la música es una pura cuestión de conocimiento. Si uno sabe la historia de Phil Collins, si es capaz de recordar por orden cronológico sus discos, si incluso ha estudiado los hechos más destacados de la vida del antiguo batería de Genesis, componiendo una imagen romántica de su evolución, entonces el cuadro le queda la mar de hermoso, y puede sentenciar desde el púlpito que Phil Collins es un genio de la música. Por supuesto, sería una falta de educación indagar en la involución real de este pájaro, que aun así ya daba muestras en Genesis de que podía superar a José Luis Perales, y que cuando, con la marcha de Gabriel y Hackett, se hizo con el grupo, lo puso a cocer todas esas boberías suyas que hemos tenido hasta en la sopa. Bah, gente pesimista y phil criticona ésas que quieren comparar la grandiosidad y solidez de los temas de Genesis cuando eran cinco con la frugalidad y chabacanería de los temas donde Collins mandaba. Ganas de joder la fiesta… Y no digamos ya si el individuo en cuestión se muere, entonces que a nadie se le ocurra tocar al mito… Porque si sales muchas veces en la radio y luego tienes el acierto de morirte (no digamos si lo haces en circunstancias oscuras y con mucho misterio), entonces te conviertes en una leyenda de la música, en el Rey de algo, y ay de aquel al que se le ocurra tocarte. Ahí están los expertos para contarte su vida y demostrar la grandeza del pobre finado, aunque no haya hecho más que musiquillas bailables sin un sólo gramo de inteligencia.

Estos tipos sin duda olvidan lo fundamental: la música, como todas las artes, se basa en el sentimiento. Pero el sentimiento, a diferencia de lo que creen, no es fundamentalmente una cuestión de gustos; el sentimiento se cultiva, y no atesorando datos, sino implicándonos en lo que escuchamos, oyendo la música con oídos vivos, activos, críticos y discernientes, oídos que aprenden y evolucionan a la par que disfrutan, que se acostumbran a la falta de costumbre, al movimiento, a una exigencia creciente que hace crecer nuestro placer, y que no sólo no constriñe nuestro horizonte sino que lo hace aún más ancho y hermoso. Es por eso que, como todo lo valioso de la vida, lo más importante en el disfrute de la música no es estar aquí o allá en la línea de la sabiduría, sino caminar hacia ella, protagonizar el proceso emocionante de refinar nuestra sensibilidad, no dejar nunca de buscar el asombro, e ir apartando en el camino lo que se repite, lo efectista, lo accesorio. Vivir sobrecogidos por la música…

sábado, 24 de octubre de 2009

Sevilla con sus muertos

Halloween Decoration Reconozco que la celebración del día de los muertos puede resultar más divertida si uno se disfraza de bruja o fantasma calabacero, y se va a intercambiar regalos y caramelos puerta por puerta. De hecho, los chiquillos, que no perdonan una sola oportunidad de enredar, andan estableciendo por su cuenta esta fiesta extraña en nuestras calles. Y lo cierto es que, para ellos, mucho mejor que nuestra costumbre de recordar a los muertos y de adornar sus tumbas, es esa otra del disfraz de miedo y del susto de risa, para qué nos vamos a engañar. Si esta fiesta nos suena a invasión norteamericana, la otra tradición con ciertos tintes necrofílicos no deja de ser un rasgo más de una larga e inmisericorde invasión cristiana de nuestras pobres conciencias, así que no confundamos el anti-imperialismo con el localismo casposo.

Cementerio 2 No obstante, como saben, a mí me encantan los cementerios, me encanta visitarlos, pasear por ellos, saborear esa paz, si quieren obligada, que se respira en el dédalo de sus senderos. El cementerio de mi ciudad suele estar desierto entre semana, y sólo las mañanas de sábados y domingos acoge a un número modesto de visitantes. Excepción hecha, por supuesto, de los entierros ocasionales, en los que la mayor o menor nube de familiares se mantiene compacta en la ida, y se disgrega triste y perezosa en la vuelta. Pero a mediados de octubre el cementerio comienza bullir de gente que acicala las sepulturas para el Día de Todos los Santos, para el día de los muertos.

Cementerio 1 Hoy estuvimos mi tía Carmen y yo cambiando las flores de la tumba familiar; las del año pasado habían perdido el color y se habían ensuciado demasiado. Lo hubiésemos hecho un poco antes, para evitar las bullas, pero algún problema de salud retrasó el asunto. Esta mañana, muy temprano, me encontré con una desagradable sorpresa. El cementerio de Sevilla, imagino que como casi todos los cementerios, posee dos partes bien diferenciadas: una, para la gente importante, situada junto a la entrada principal del recinto, y a la que pertenecen también las hileras de mausoleos que bordean la avenida principal. La segunda es el resto del cementerio, donde se apiñan bloques de nichos y un mar de sepulturas más o menos cuidadas. Yo suelo entrar al cementerio por una puerta trasera, que me evita tener que cruzarlo entero, puesto que la tumba de mi gente se encuentra justo en la zona más alejada de la entrada principal. La sorpresa fue ver que las calles principales del cementerio estaban levantadas, las aceras de albero bajo los nichos se habían convertido en grandes y pastosos charcos de barro, y un ejército de camiones, excavadoras, taladradoras y hormigoneras campaban por sus respetos trocando la paz propia del lugar en ruido, polvo y escombros. Y digo yo que está bien que cuiden de aquello, claro, pero, primero, por el torpe y ridículo parcheado de asfalto que habían colocado ya en algunas de las calles me da a mí que la reforma no va a ser profunda ni en exceso beneficiosa; pero, sobre todo, ¿quién coño le manda a nuestro inteligentísimo alcalde y a sus compinches embarcarse en las obras del cementerio justo en los días del año en que se llena de gente? Y justo cuando toda esa gente, con mejores o peores motivos, acude al lugar para embellecer la última morada de sus seres queridos. Una vez más, estos indocumentados dan prueba de dos virtudes muy políticas: una sensibilidad propia de rufianes cuatreros, y una eficacia propia de monteseirín 3mamelucos con levita.  Sí, porque si alguien imaginó que estos socialistas, en un ataque de laicismo furibundo, descuidan a posta determinadas costumbres y símbolos antaño religiosos, sólo tienen que observarlos desfilar en esas anacrónicas y ridículas procesiones que aparentan sostener el alma de esta pobre ciudad. Si no fuera porque les supongo una maldad calculadora, me estaría muriendo de vergüenza ajena…

miércoles, 21 de octubre de 2009

Carta en el tiempo

(Ejercicio realizado en el Curso Claves para la optimización de la intervención familiar: Autoconocimiento y crecimiento profesional, impartido por Juan Manuel Alarcón Fernández en Olivares, octubre de 2009)

 

Mi querido niño:

Sé que compraste aquel primer disco de Beethoven, en aquella tiendita de San Fernando, un poco por intriga y otro poco porque aquello vestía. ¡Saber de clásica, poder hablar de Beethoven, de Mozart, de Falla…! Aunque para ti fue sólo eso, comprar un disco, probar. Era el Concierto para piano nº 5, Emperador, y sé también que el disco resonó en tu interior con toda su energía y dulzura. Poco imaginabas entonces que acabaríamos, tú y yo, embarcados en esta hermosa aventura de la música; que a través del tiempo y las adversidades, con las luces y las sombras de esta vida, llegarías a olvidar casi del todo las apariencias y te sumergirías, y a mí contigo, en la delicia incomprensible de la música.

Tal vez buscabas entonces que la música fuera la fortuna de una puerta, un pasadizo inopinado hacia un sitio mejor, donde todos los problemas, donde todos los dolores quedarían detrás, irresueltos, sí, pero felizmente olvidados. Y sin embargo hoy sabrías conmigo que uno nunca deja nada atrás, que todo nos acompaña, que cada una de nuestras experiencias se va sumando a lo que somos, y que cualquier atajo nos devuelve, antes o después, al punto de partida.

Tesoros como la música son eso, tesoros, campos abonados donde uno planta y cosecha, pero nunca puertas, porque la vida no conduce a ningún lugar concreto más que a nosotros mismos. Sí, tal vez entonces, en tu inocente y huraña adolescencia, creíste que el mundo consistía en aquello que empezaba justo más allá de tu piel, pero ahora sé que si alguna condena sufrimos es la de contener nuestra vida entera, la de ser todo, incluso aquello que se te escapó, aquellos ojos de niña que no te quisieron, aquella madre que no apreciaste, aquella soledad que no exprimiste, y también aquel disco que ahora conservo como la prueba de tu existencia, como el primer reflejo de una ilusión que, de un modo u otro, ha llegado hasta lo que soy, sobre los errores y los aciertos, entre el dolor y la alegría, por encima de nuestro poder y de nuestro desamparo.

Ahora, escribiéndote, advierto cuán hermoso es tenerte ahí…

Música: Concierto para piano nº 5, Emperador, de Beethoven, segundo movimiento Adagio un poco moto – attaca, interpretado por la Orquesta Filarmónica de Viena, dirigida por Karl Böhm y con Maurizio Pollini al piano).

sábado, 17 de octubre de 2009

Fábulas de la noche

 Seurat - La Voie Ferrée Seurat - La nourrice

SEURAT, La voie ferrée – La nourrice

La noche es el presente, y el día el futuro que vendrá cuando muramos. La noche es intensamente real, pero el día con su fulgor y sus verdades quiere apropiarse de todo, y se revuelve ante el peligro de ser contaminado con nuestras fábulas nocturnas. Somos nosotros en cuanto anochece, pero el día con sus relojes nos convence, poco después del amanecer, de que en los sueños nos extraviamos, que en la noche nuestros rasgos no están definidos, que se emborronan con los aromas y con los rumores de la sombra, que no son catalogables nuestras figuras, que nuestra piel mezcla sus colores con los de farolas y candiles, y entonces nosotros nos rendimos al sol, y recordamos la noche como un reino perdido, como una ciudad fantasmal, como el destilado de nuestras flaquezas. La noche, el azogue donde nos encontramos sin aviso con nosotros mismos…

lunes, 12 de octubre de 2009

No apto para dentistas

KANSAS: Obsérvese cómo canta Sergio Ramos, la sutileza del productor de maíz y la habilidad del violinista para no pillarse con el arco la melena. Inmenso el grupo…

FOCUS: Una tila para este genio…

JOHN MAYALL & THE BLUESBREAKERS: Inmenso Johnny en todos los sentidos…

RUSH: Son sólo tres, no busquéis más gente: el señor elegante (guitarras), la bruja del norte (bajo, voz y teclados) y el que dicen que es el mejor batería del mundo…

sábado, 10 de octubre de 2009

Un solo gesto y una renuncia

Al pensar en mi historia como padre no puedo evitar sentir un cierto resquemor, unas trazas inevitables de culpabilidad. Hubo momentos en que anduve de algún modo ausente de mis deberes paternales, pequeños períodos en los que, manteniéndome a su lado, las circunstancias se aliaron para abstraerme de esa vida de hábitos y seguridad que los niños necesitan para crecer con un mínimo de salud física y mental. Aun así, ni el resquemor ni la culpabilidad llegarán nunca a borrar esa otra sensación de haber estado fundamentalmente ahí, de haber dedicado tantas, tantísimas horas a mis hijos, de haberme sentido más y más orgulloso de ellos, de estar seguro que nada en mi vida puede ser ya más importante que ellos.

De todas formas, no creo que el hecho revista mucho mérito, puesto que, primero, desde el momento en que mi mujer y yo trajimos a estos enanos al mundo adquirimos con ellos una obligación (la de crear a su alrededor condiciones suficientes para la felicidad) cuyo incumplimiento supondría una abominable indignidad. Segundo, porque uno debe estar muy podrido para luchar contra la voz ancestral de nuestra sangre y dejar de cuidar a nuestras crías. Aunque el trabajo fue imperfecto y agotador, también se podría decir que fue natural, que las fuerzas necesarias para criarlos le vienen a uno de muy lejos.

Digo todo esto porque, leyendo el diario de Ribeyro, alcanzo un párrafo de 1968 que me emociona. Poco antes de llegar a este párrafo, en una entrada anterior leo que tiene un hijo, sin castilladelpinohaberlo consignado antes, y me da por pensar en que su silencio sobre el nacimiento de su hijo demuestra indiferencia y un cierto rechazo del propio Ribeyro a este chiquillo. Pensándolo bien, y habiéndolo seguido durante dieciocho años de diario, hubiera jurado que ser padre no era uno de sus primeros objetivos…

Recuerdo entonces algo que leí en 2002 en El País Semanal, donde Arcadi Espada entrevistaba a Carlos Castilla del Pino, entrevista en la que este señor discurría sobre la relación con sus siete hijos, cinco de ellos para entonces fallecidos. Y recuerdo que me escandalizó tanto… Mis hijos entonces tenían 9 y 7 años, y por cosas como las que cito a continuación, y sin necesidad de analizar su historia o su obra, consideré a este individuo perfectamente detestable.

[La muerte de mis hijos] No ha sido el máximo dolor de mi vida. A mí me ha afectado más, mucho más en mi vida, el no haber obtenido la cátedra de psiquiatría en 1960 que la circunstancia de la muerte del hijo. Son dos cosas totalmente distintas, desde luego. La pérdida de la docencia significó primero una frustración, y al mismo tiempo un ostracismo: dejé de ir a congresos de psiquiatría internacionales porque me encontraba con antiguos colegas (que temían saludarme por si les veía el mandamás de entonces) y era tan desagradable verles que dejé de ir durante bastantes años. Me afectó mucho. Mientras que cuando mi hija se quitó la vida..., yo inmediatamente me dije que esto no debía vencerme. Me blindé.

(…)

A mí me han gustado los niños mientras descubren el mundo con la magia del andar, del tocar, y del hablar, pero ya después, a partir de los seis, siete años, ya no me han interesado. Soy muy susceptible ante lo que significa la perturbación del reposo del guerrero, y, desde luego, los hijos son un incordio. Lo tremendo del caso es que tanto mi mujer como yo nos casamos con la idea de no tener hijos, porque pensábamos en la carrera intelectual y ella en sus lecturas... Pero las cosas vinieron así. Vaya, que gracias al amor quedó embarazada. En aquella época no era tan fácil, ni siquiera para mí, ir a una farmacia y pedir preservativos.

(…)

El primer deber de un hombre es ser feliz.

(…)

Cuando los hijos ya son mayores, muchas veces se tornan conflictivos. Yo lo estoy viendo en la consulta cada día. Vienen padres machacados por los hijos, muy frecuentemente con problemas de drogas. Hay padres que me dicen: “Si se muriese, descansaría”. Yo lo vi clarísimo. Me dije que a mí no me destruirían ni mis hijos. Ni mis hijos ni Franco ni nadie. Yo tenía derecho a vivir. Yo cumplí mis deberes como padre. Ellos no tenían derecho a destruirme.

Más allá de su baja catadura moral, me sorprendió en este hombre su papanatez galopante a la hora de tratar el tema familiar, y me preguntaba qué perversiones profesionales no habría cometido con sus pacientes si se mostraba a todas luces incapaz de analizar con un mínimo de  rigor las circunstancias de su fracaso como padre, si se le ocultaba algo tan patente como es que el fracaso de cinco de tus siete hijos algo tendría que ver con ese asco que parecía haber sentido por ellos.

Por eso, cuando leí este pasaje de los diarios de Ribeyro, de algún modo me vi reflejado, y en parte perdonado por todas las ausencias que pude cometer ante mis hijos…

RibeyroTres horas tratando de dormir al bebé para poder venir a mi mesa y escribir algo. Cada vez que me alejaba de la cama en punta de pie se despertaba y comenzaba a llorar y a llamarme. Finalmente lo dejo despierto y vengo. Se baja y me sigue, sin llorar esta vez y queda a mi lado, silencioso a pesar de que le he gritado («Duérmete, por favor, me voy a volver loco, tengo que trabajar»), mirándome, esperando que le haga una caricia, cayéndose de sueño pero de pie, aguardando que me reconcilie con él, lo que haré, claro, en este mismo momento, porque nada de lo que yo pueda escribir vale los segundos de zozobra, de pena, que le haría pasar y que puedo tan fácilmente conjurar con un solo gesto y una renuncia.

lunes, 5 de octubre de 2009

Apuntes para una teoría de la existencia

Distracción Hemos venido al mundo para distraernos.

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Bienaventurados todos aquellos (tantos) que se distraen con facilidad, porque de ellos son los restos de nuestro futuro.

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El distraído puede ser un gran analista, e incluso puede sacar conclusiones de su análisis, pero siempre habrá un instante en el que, sin mucho tardar, el distraído olvide las conclusiones negándose a aplicarlas a su vida, porque entonces dejaría de distraerse.

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La mayor o menor capacidad de distracción proviene de una disposición fisiológica, es decir, es parte de nuestro destino, y aquellos a quienes cuesta distraerse poco o nada pueden hacer por participar en el alborozo general.

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La historia de la humanidad es la historia de la progresiva perfección de nuestras distracciones.

domingo, 4 de octubre de 2009

Advertencia muy seria a una gallega deslenguada

Mondial Assistance y los cuarenta ladrones

Mi mujer, mi cuñada y mis hijos pensaban pasar cuatro días en Roma. Les saqué los billetes de avión vía Internet, y al hacerlo, y a pesar de las sorpresas en el prMondial Assistance 2ecio que Vueling siempre te reserva, decidimos que sería interesante contratar un seguro de cancelación. Mi suegro anda regular, con muchísimos años, débil y aquejado de algunas enfermedades que lo han debilitado mucho en los últimos años. Mi suegra anda mejor, pero yo iba a quedarme en tierra precisamente para que ellos tuvieran alguna ayuda en caso de problemas.

El seguro lo contratamos, porque era la única opción que nos daba Vueling, con la compañía Mondial Assistance. Pues bien, unos diez días antes de viajar mi suegro empeoró, y fue ingresado en el hospital con varios problemas que, dadas sus condiciones de salud, bien podrían haber sido fatales. Mi mujer y mi cuñada, enfermera en activo, valorando la situación, decidieron que debíamos cancelar el viaje, sabiendo a ciencia cierta que su padre no estaría mejor en los días del viaje. Y no sólo eso, el alta hospitalaria estaría seguida por un período de recuperación en el que su madre necesitaría ayuda. Así que pedimos algunos informes y gestionamos con la compañía de seguros la devolución de lo abonado por los billetes.

Mondial AssistanceAhora Mondial Assitance nos contesta que no corresponde la devolución, puesto que, aunque en las condiciones del seguro aparece como causa de cancelación la enfermedad grave de los ascendientes, por enfermedad grave ellos entienden “una alteración de la salud (…) que conlleve riesgo de muerte para alguno de los familiares del asegurado”, y nuestro caso, dicen, no se ajusta a dicha garantía.

En primer lugar, la compañía de seguros sólo responde a una petición de cancelación si la línea aérea emite un certificado en el que demuestre que no se han utilizado los vuelos. Esto nos impide pedir, a la vez, el cambio de billete, penalizado por Vueling, pero en el que al menos no pierdes todo el dinero. A continuación, la respuesta de Mondial Assistance demuestra que esto de los seguros de cancelación es poco menos que una estafa, porque ese riesgo de muerte del que hablan es algo absolutamente subjetivo, y es valorado unilateralmente por su departamento médico… o por un juez, claro, que es al que vamos a acudir.

Si buscan en Internet encontrarán muchas quejas sobre esta compañía, quejas que yo debería haber leído antes de contratar nada con esta gentuza. Cualquier persona en su sano juicio debería evitar contratar estos seguros.