Reconozco que la celebración del día de los muertos puede resultar más divertida si uno se disfraza de bruja o fantasma calabacero, y se va a intercambiar regalos y caramelos puerta por puerta. De hecho, los chiquillos, que no perdonan una sola oportunidad de enredar, andan estableciendo por su cuenta esta fiesta extraña en nuestras calles. Y lo cierto es que, para ellos, mucho mejor que nuestra costumbre de recordar a los muertos y de adornar sus tumbas, es esa otra del disfraz de miedo y del susto de risa, para qué nos vamos a engañar. Si esta fiesta nos suena a invasión norteamericana, la otra tradición con ciertos tintes necrofílicos no deja de ser un rasgo más de una larga e inmisericorde invasión cristiana de nuestras pobres conciencias, así que no confundamos el anti-imperialismo con el localismo casposo.
No obstante, como saben, a mí me encantan los cementerios, me encanta visitarlos, pasear por ellos, saborear esa paz, si quieren obligada, que se respira en el dédalo de sus senderos. El cementerio de mi ciudad suele estar desierto entre semana, y sólo las mañanas de sábados y domingos acoge a un número modesto de visitantes. Excepción hecha, por supuesto, de los entierros ocasionales, en los que la mayor o menor nube de familiares se mantiene compacta en la ida, y se disgrega triste y perezosa en la vuelta. Pero a mediados de octubre el cementerio comienza bullir de gente que acicala las sepulturas para el Día de Todos los Santos, para el día de los muertos.
Hoy estuvimos mi tía Carmen y yo cambiando las flores de la tumba familiar; las del año pasado habían perdido el color y se habían ensuciado demasiado. Lo hubiésemos hecho un poco antes, para evitar las bullas, pero algún problema de salud retrasó el asunto. Esta mañana, muy temprano, me encontré con una desagradable sorpresa. El cementerio de Sevilla, imagino que como casi todos los cementerios, posee dos partes bien diferenciadas: una, para la gente importante, situada junto a la entrada principal del recinto, y a la que pertenecen también las hileras de mausoleos que bordean la avenida principal. La segunda es el resto del cementerio, donde se apiñan bloques de nichos y un mar de sepulturas más o menos cuidadas. Yo suelo entrar al cementerio por una puerta trasera, que me evita tener que cruzarlo entero, puesto que la tumba de mi gente se encuentra justo en la zona más alejada de la entrada principal. La sorpresa fue ver que las calles principales del cementerio estaban levantadas, las aceras de albero bajo los nichos se habían convertido en grandes y pastosos charcos de barro, y un ejército de camiones, excavadoras, taladradoras y hormigoneras campaban por sus respetos trocando la paz propia del lugar en ruido, polvo y escombros. Y digo yo que está bien que cuiden de aquello, claro, pero, primero, por el torpe y ridículo parcheado de asfalto que habían colocado ya en algunas de las calles me da a mí que la reforma no va a ser profunda ni en exceso beneficiosa; pero, sobre todo, ¿quién coño le manda a nuestro inteligentísimo alcalde y a sus compinches embarcarse en las obras del cementerio justo en los días del año en que se llena de gente? Y justo cuando toda esa gente, con mejores o peores motivos, acude al lugar para embellecer la última morada de sus seres queridos. Una vez más, estos indocumentados dan prueba de dos virtudes muy políticas: una sensibilidad propia de rufianes cuatreros, y una eficacia propia de mamelucos con levita. Sí, porque si alguien imaginó que estos socialistas, en un ataque de laicismo furibundo, descuidan a posta determinadas costumbres y símbolos antaño religiosos, sólo tienen que observarlos desfilar en esas anacrónicas y ridículas procesiones que aparentan sostener el alma de esta pobre ciudad. Si no fuera porque les supongo una maldad calculadora, me estaría muriendo de vergüenza ajena…
7 comentarios:
Pienso que lo de la maldad calculadora es mucho suponer, Sir. Si les hacemos un test de inteligencia a todos estos, ¿crees que pasarían de 80?
Conociendo a unos cuantos, mi querida Ana, yo juraría que poseen un instinto muy desarrollado para la mala leche, pero estoy de acuerdo contigo: inteligencia la justa para no ponerse del revés la ropa interior. Un beso, preciosa.
Muy a proposito, tengo a mi abuelo en el hospital terminando sus ultimas horas o dias, quien sabe. En una situacion en la que ningun ser humano deberia verse. Abandonado por su cuerpo, solo su corazon no se ha dado cuenta de la situacion e intenta vanamente seguir adelante en un proposito imposible. Lleva dias sin comer ni beber, sumido en el sueño de la morfina. Le estoy viendo morir lentamente, hora a hora, como hace un año vi a mi padre... lenta y agonicamente... no me pregunto si esto es una muerte digna. Ni se me ocurre. Es una expresion mas de tortura tolerada por todos y fomentada por algunos beato-politicos (de todos los colores). "Como nacemos, morimos..." Traumatica y dolorosamente, no? Prohibamos la anestesia y la epidural, y el paracetamol tambien. Al fin y al cabo estamos aqui pa sufrir no? Esta es la caterva de imbeciles que denuncia medicos y tiene medio acojonados a los que no piensan asi... es lamentable...
Y me pones una foto de nuestro alcalde nazareno, que, ademas es medico... de verdad, que poca esperanza de que nos civilice alguna especie alienigena...
Me pones otra foto del cementerio en obras, pronto te dare cuenta de su estado, mientras intento honrar la vida de un buen hombre...
Un beso grande...
Un beso, Sandro, sé bastante bien lo que sientes, y espero que tu abuelo salga pronto de ese sinsentido. Seguro que se irá enseñándote muchas otras cosas más, aunque sean muy tristes...
Querido Sandro, acabo de recibir la noticia por tu primo, te he llamado con la esperanza de consolarte, si cabe ello cabe en un año horrible para tu familia, que fue la mía en los papeles, que sigue siéndola en mi corazón. Mi pesar hoy con tu abuela, mi amor entero hoy para ella, una mujer mucho más allá de la entrega y la bondad.
Siento expresarme así, pero hoy es un día malo. A ese cabrón que mira al nefasto medicucho que denigra la alcaldía y a la ciudad lo tuve un día como amigo. De él aprendí que los "amigos" políticos pasan la factura más temprano que tarde. ¿Verdad, Sandro?
Espero que sus biznietas sean ahora una alegria y una motivacion para seguir como "padrina" de la familia.
Un beso. Gracias por todo.
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