sábado, 10 de octubre de 2009

Un solo gesto y una renuncia

Al pensar en mi historia como padre no puedo evitar sentir un cierto resquemor, unas trazas inevitables de culpabilidad. Hubo momentos en que anduve de algún modo ausente de mis deberes paternales, pequeños períodos en los que, manteniéndome a su lado, las circunstancias se aliaron para abstraerme de esa vida de hábitos y seguridad que los niños necesitan para crecer con un mínimo de salud física y mental. Aun así, ni el resquemor ni la culpabilidad llegarán nunca a borrar esa otra sensación de haber estado fundamentalmente ahí, de haber dedicado tantas, tantísimas horas a mis hijos, de haberme sentido más y más orgulloso de ellos, de estar seguro que nada en mi vida puede ser ya más importante que ellos.

De todas formas, no creo que el hecho revista mucho mérito, puesto que, primero, desde el momento en que mi mujer y yo trajimos a estos enanos al mundo adquirimos con ellos una obligación (la de crear a su alrededor condiciones suficientes para la felicidad) cuyo incumplimiento supondría una abominable indignidad. Segundo, porque uno debe estar muy podrido para luchar contra la voz ancestral de nuestra sangre y dejar de cuidar a nuestras crías. Aunque el trabajo fue imperfecto y agotador, también se podría decir que fue natural, que las fuerzas necesarias para criarlos le vienen a uno de muy lejos.

Digo todo esto porque, leyendo el diario de Ribeyro, alcanzo un párrafo de 1968 que me emociona. Poco antes de llegar a este párrafo, en una entrada anterior leo que tiene un hijo, sin castilladelpinohaberlo consignado antes, y me da por pensar en que su silencio sobre el nacimiento de su hijo demuestra indiferencia y un cierto rechazo del propio Ribeyro a este chiquillo. Pensándolo bien, y habiéndolo seguido durante dieciocho años de diario, hubiera jurado que ser padre no era uno de sus primeros objetivos…

Recuerdo entonces algo que leí en 2002 en El País Semanal, donde Arcadi Espada entrevistaba a Carlos Castilla del Pino, entrevista en la que este señor discurría sobre la relación con sus siete hijos, cinco de ellos para entonces fallecidos. Y recuerdo que me escandalizó tanto… Mis hijos entonces tenían 9 y 7 años, y por cosas como las que cito a continuación, y sin necesidad de analizar su historia o su obra, consideré a este individuo perfectamente detestable.

[La muerte de mis hijos] No ha sido el máximo dolor de mi vida. A mí me ha afectado más, mucho más en mi vida, el no haber obtenido la cátedra de psiquiatría en 1960 que la circunstancia de la muerte del hijo. Son dos cosas totalmente distintas, desde luego. La pérdida de la docencia significó primero una frustración, y al mismo tiempo un ostracismo: dejé de ir a congresos de psiquiatría internacionales porque me encontraba con antiguos colegas (que temían saludarme por si les veía el mandamás de entonces) y era tan desagradable verles que dejé de ir durante bastantes años. Me afectó mucho. Mientras que cuando mi hija se quitó la vida..., yo inmediatamente me dije que esto no debía vencerme. Me blindé.

(…)

A mí me han gustado los niños mientras descubren el mundo con la magia del andar, del tocar, y del hablar, pero ya después, a partir de los seis, siete años, ya no me han interesado. Soy muy susceptible ante lo que significa la perturbación del reposo del guerrero, y, desde luego, los hijos son un incordio. Lo tremendo del caso es que tanto mi mujer como yo nos casamos con la idea de no tener hijos, porque pensábamos en la carrera intelectual y ella en sus lecturas... Pero las cosas vinieron así. Vaya, que gracias al amor quedó embarazada. En aquella época no era tan fácil, ni siquiera para mí, ir a una farmacia y pedir preservativos.

(…)

El primer deber de un hombre es ser feliz.

(…)

Cuando los hijos ya son mayores, muchas veces se tornan conflictivos. Yo lo estoy viendo en la consulta cada día. Vienen padres machacados por los hijos, muy frecuentemente con problemas de drogas. Hay padres que me dicen: “Si se muriese, descansaría”. Yo lo vi clarísimo. Me dije que a mí no me destruirían ni mis hijos. Ni mis hijos ni Franco ni nadie. Yo tenía derecho a vivir. Yo cumplí mis deberes como padre. Ellos no tenían derecho a destruirme.

Más allá de su baja catadura moral, me sorprendió en este hombre su papanatez galopante a la hora de tratar el tema familiar, y me preguntaba qué perversiones profesionales no habría cometido con sus pacientes si se mostraba a todas luces incapaz de analizar con un mínimo de  rigor las circunstancias de su fracaso como padre, si se le ocultaba algo tan patente como es que el fracaso de cinco de tus siete hijos algo tendría que ver con ese asco que parecía haber sentido por ellos.

Por eso, cuando leí este pasaje de los diarios de Ribeyro, de algún modo me vi reflejado, y en parte perdonado por todas las ausencias que pude cometer ante mis hijos…

RibeyroTres horas tratando de dormir al bebé para poder venir a mi mesa y escribir algo. Cada vez que me alejaba de la cama en punta de pie se despertaba y comenzaba a llorar y a llamarme. Finalmente lo dejo despierto y vengo. Se baja y me sigue, sin llorar esta vez y queda a mi lado, silencioso a pesar de que le he gritado («Duérmete, por favor, me voy a volver loco, tengo que trabajar»), mirándome, esperando que le haga una caricia, cayéndose de sueño pero de pie, aguardando que me reconcilie con él, lo que haré, claro, en este mismo momento, porque nada de lo que yo pueda escribir vale los segundos de zozobra, de pena, que le haría pasar y que puedo tan fácilmente conjurar con un solo gesto y una renuncia.

49 comentarios:

Elvira dijo...

Precioso texto de Ribeyro, me ha emocionado. Y menudo contraste con Castilla del Pino!! Compadezco a quienes fueran sus pacientes (y a sus hijos aún más, claro).

Hay una diferencia muy grande entre los errores normalísimos de cualquier padre/madre, y la falta de atención y cariño. Eso los niños normalmente lo saben ver, saben si les quieres. Un beso

Lula Fortune dijo...

Recuerdo perfectamente esa entrevista. ¡Qué terribles palabras de un ser humano! Realmente es digno de lástima.
Me alegro de que disfrutes con Ribeyro. He leído pocas cosas y me han gustado mucho. Su amigo Bryce Echenique siempre tuvo palabras de elogio para él. Le dedica muchas páginas y a través de ellas tuve conocimiento de su gran humanidad.
Muchos y especiales besos.

Sandro dijo...

A mi tambien me ha emocionado el Ribeyro, pero mi hija le haria escribir un castellano mucho mas vulgar...

Si sobrevivo a la infancia de mi hija menor, es posible que no quede neurona viva en mi cerebro capaz de engendrar enfermedad mental alguna...

Lo que me me alivia bastante tal como esta la psiquatria...

Un abrazo enorme a los hijos que queden del señor este...

Sir John More dijo...

Por encima de cualquier frase hecha, más allá de cualquier moda ética o imposición evolutiva, la relación que mantenemos con nuestros hijos es la prueba definitiva de si nuestro corazón está sano o enfermo. Y ahí no es difícil salir bien parado: como dice Elvira, y sobre todos nuestros inevitables errores, basta con la atención y el cariño. El otro día escuché el cuplé de una de las chirigotas de Cádiz, cuyo tipo era el de unos viejos muy reviejos. El cuplé hablaba de lo hartito que estaba el abuelo de su nieto y de todas las travesuras que hizo el niño durante el día. Cuando parecía que el viejo iba a vestir al niño de limpio, al acostarlo y verlo dormido, el cuplé terminaba preguntándose cómo puede haber gente que haga daño a un niño. Y si es un padre o una madre... Besos a los tres.

leo dijo...

Precioso texto, emocionante, Sir. Yo estoy segura de que eres un padre estupendo: sólo hace falta oir la devoción con la que hablas de tus chicos.
Y del otro sujeto, pues es vomitivo, pero ¿no te parece que suena a lección aprendida, a "las cosas que me digo para poder seguir viviendo"? No puede estar muy bien de la cabeza si ha sobrevivido a cinco hijos, y ya sabemos que a los locos no suele darles por hacer/decir cosas buenas.
Un beso.

Ruth dijo...

Qué repelús me ha dado este hombre, por dios...
Yo no tengo hijos, y dudo que algún día los tenga, porque no estoy dispuesta a sacrificar la vida que tengo ahora, y el sacrificio va unido a la vida como madre (y padre). Simplemente se trata de poner a tus hijos primero, por delante de cualquier necesidad que tú puedas tener, que es algo que el individuo este no parece tener muy claro.
Todos los padres cometen errores porque no hay universidad en el mundo que te enseñe a ser perfecto, pero ¿quién lo quiere? ¿Y quién te puede asegurar que esos "errores" no convertirán a tus hijos en individuos únicos e irrepetibles?

TOMÁS RUIZ dijo...

Por más increible que os pueda parecer Castilla del Pino era un excelente médico, sus pacientes le recuerdan con cariño y afecto. También fue un excelente amigo, aunque no supiese ser un buen padre.

Sir John More dijo...

Queridas Leo y Ruth, este hombre murió en mayo de este año, ya muy mayor. Esto no impide, claro, que podamos opinar libremente sobre lo que dijo y lo que hizo. Y estoy de acuerdo con vosotras en que algo se revuelve en las tripas oyendo a un padre decir eso. Creo que ni siquiera hace falta ser padre o madre (todos somos hijos, y todos tenemos padres e hijos a nuestro alrededor) para entender que una actitud así no le hace ningún bien a unos niños sino todo lo contrario. Besos a pares.

Estimado Tomás, bienvenido. Sí, es cierto que parece increíble lo que dices, aunque no dudo por un instante de tu sinceridad. Además de que la profesión de psiquiatra, que conozco un poco por antiguos estudios, siempre me pareció poco científica, sigo pensando que es difícil que una persona pueda hacer nada importante por nadie si no es capaz de hacerlo por sus hijos. No ser un buen padre (o dejémoslo en un padre que intenta ser buen padre) no es como no ser buen fontanero: juegas con la vida de tus hijos, y a este hombre la vida luego le dejó claro que había jugado y mal, porque cuatro de los cinco hijos que murieron lo hicieron de una forma que debería haberle hecho reflexionar sobre su responsabilidad, y él no sólo nunca reconoció esta responsabilidad, sino que reivindicó su felicidad frente al "incordio" de los hijos. Recuerdo que una de sus hijas se suicidó, otros dos hijos murieron de SIDA, enganchados al alcohol y la heroína; su hija mayor murió a causa de un cáncer de colon del que no quiso intentar curarse, y el quinto, éste tal vez con la muerte más normal, por accidente de tráfico. En fin, no dudo que pudiera haber tenido alguna relación afectuosa con algunas personas, pero yo nunca hubiese puesto en sus manos ni un solo gramo de mi afecto, y mucho menos mi salud mental. Un abrazo.

Noite de luNa dijo...

Es increible lo que dice Tomás.
Es justamente lo que hace el maltratador/ra. Fuera de su entorno familiar, es una persona excelente, un buen profesional y todas esas cosas. En el entorno familiar,la vida es un infierno que lleva a la desolación y a la destrucción.
Me cuesta entender que haya gente que les considere buen amigo, cuesta.

Un abrazo

Sean O'no dijo...

Hola Sir, hola a toda la familia, padres, madres, hijos, hijas... Yo también recuerdo la entrevista que le hizo Arcadi, y la releí con motivo de la muerte reciente del psiquiatra. En mis rojetes años de Facultad leía con avidez sus opúsculos. Le creía un intelectual de referencia en aquellos agitados años del final del franquismo: El humanismo imposible, Sexualidad y represión, Psicoanálisis y marxismo, La incomunicación... me parecían sobresalientes en aquel desierto. Tuve de compañero de estudios a uno de sus hijos hasta que le perdí la pista, no terminó la carrera en Sevilla, marchó a Madrid. Carlos hijo, niño de papá, guaperas con Ducati y chorvas a granel en aquellos tiempos de escaseces, esa es la imagen que guardo, sabe dios qué fue de él. De la entrevista, recuerdo haberme quedado impactado precisamente con lo que refieres. Revelaba el lado turbio de un hombre que no servía para ser padre, oficio que no se aprende en ninguna Facultad, para el que hace falta algo más que responsabilidad y afecto. Según dicen, tampoco Einstein lo fue, para triste consuelo de muchos. Padres e hijos por accidente, solo que el bueno de Don Carlos tuvo siete episodios. El, tan divino, quizás quiso esparcir su ADN por el mundo. Y hablando de praxis, ya vemos con qué resultados. No soy el mejor padre. Por ello no pretendo juzgar a nadie, pero lucidez le sobraba en teoría, aunque creo que muy por debajo de su ego. Posiblemente, también sin mucha inteligencia emocional se pueda ejercer la psiquiatría, aunque yo tampoco me pondría en sus manos si me dan el dato. Creo, como tú, que se trata de una ciencia aguada, por no decir pseudociencia, que tal vez logre resultados solo por el hecho de poner nuestra confianza en alguien a quien otorgamos poder sobre nosotros, como el que acude a un chamán por un mal de ojos o algo por el estilo. Abrazos a repartir.

Sean O'no dijo...

Hola a tod@s. Me ha quedado mal sabor tras escribir lo de ayer. Quiero precisar que para nada quisiera ser injusto con un hombre brillante y honesto con esa desgraciada historia familiar. Creo que en nuestro papel de padres lo más fácil es meter la pata. Que no nos quede nada adecuado a nuestros principios y valores que darles es nuestro primer intento como padres. Balancear nuestro amor y nuestra autoridad es más que difícil. Pretender controlar todas las variables que hacen evolucionar, crecer, madurar a un crío es de género imbécil. Al sensato juez de Granada, Emilio Calatayud, le oía decir en otra reciente entrevista que tras intentar encauzar a un hijo en la infancia, llegada la adolescencia, el que sepa rezar, que rece con todas sus fuerzas para que no se tuerzan ante lo que se van a encontrar en la calle, en el instituto, en esta sociedad actual. Y que una persona con ventitantos ya no sepa gobernar su vida, decidir sobre lo que más le conviene, su futuro, culpar a los padres de lo malo que le pase, no se puede psicológica ni moralmente admitir. De todo esto no podemos sentirnos responsables, culpables. Conozco muchos casos de extrema ingratitud hacia padres ejemplares. Para terminar, os transcribo parte de otra entrevista que le hicieron al Dr. Castilla del Pino en La Vanguardia en diciembre de 2004, en donde le oímos matices de justificación pero también de autocrítica:

Sean O'no dijo...

Le oigo hablar siempre del trabajo,
pero... ¿y su vida personal?

Ahí cometí errores, abrí abismos entre
mis hijos y yo.

¿Por qué?

Cometí un error muy común en los
padres, al menos de mi tiempo.

¿Cuál?

Querer hacer al hijo a tu imagen y
semejanza, ¡cómo si uno fuese perfecto!.
Era muy difícil de aceptar para
mí que no se volcaran en los estudios,
como yo deseaba, que buscaran
un modo vivir distinto... Era la
época hippy, en todo Occidente había
una ruptura generacional.

Estamos ante el trance más dramático
de la vida del doctor Castilla
del Pino. De sus siete hijos, cinco
de ellos están muertos. Carlos,
el mayor, tras una detención y encarcelamiento
por militancia antifranquista,
dejó los estudios, se
distanció de su padre, se fue a Madrid,
cayó en la heroína... Castilla
cree que eso influyó en su relación
con los demás hijos: “Perdido
Carlos para mí, ¿qué fuerza tenía
yo para tratar de influir en
los demás sin que me reclamaran
implícitamente que le aplicara a
Carlos el mismo rasero que a
ellos?”, escribe en su autobiografía...
Se sintió impotente y le invadió
“una especie de resignación
que se tradujo en un manifiestamente
egoísta alejamiento de la
vida familiar”, refugiándose en el
goce de su trabajo. Así, “el grupo
familiar entró en un proceso de
descomposición progresivo”.

Pasa usted cuentas consigo
mismo.

Así debe ser. Si digo lo que pienso
acerca de los demás bien tenía que
decir lo que pienso de mí mismo: es
una cuestión moral.

Rememorar la pérdida de sus hijos
habrá resultado doloroso.

Lo ha sido, pero había que hacerlo.
El dolor se vence. Sé defenderme de
los recuerdos dolorosos, evitar que
me paralicen en la miseria inútil.

Mucho dolor debieron vencer Castilla
del Pino y su esposa: en
1978, su hija María aparecía
muerta en una pensión por ingestión
de fármacos. En 1985 fallecía
su hijo Álvaro por accidente
de moto. En 1986 fallecía Carlos
(heroinómano, murió a causa del
sida). Pronto moriría el penúltimo
de sus hijos, Gonzalo, por lo
mismo. Y, después, la segunda hija,
María Fernanda, por un cáncer
de colon.

¿Cómo se sobrelleva el duelo
de ese dolor?

Aprendí a guardar dentro de mí la
angustia, a no expresar lo que sentía.
Y a aplacar los recuerdos de lo
perdido, para salir de la desgracia y
construime un lugar donde ser feliz:
reivindico ese derecho para mí.

¿Qué más ha aprendido?

El escritor Luis Mateo Díez me dijo
el otro día algo que me interesó: “La
literatura es una vía de conocimiento:
conocemos profundamente la
psicología de los personajes literarios
¡mucho mejor que la de las personas
que tenemos al lado!”. Y es
verdad, es verdad.

Doctor, desde su experiencia,
¿me daría algún consejo para
no errar con mis hijos?

¡Déjelos ser!

¿Cómo?

Permitiendo que se sientan libres
para elegir. Quizá así serán ellos
quienes se le acerquen a pedirle consejo. Al revés, ¡no funciona! Si usted les persigue a consejos sin que ellos se los pidan... será como querer meterles una cuchara de comida en la boca sin que sientan hambre: ¡la escupirán! Pero si ellos tienen hambre y saben que usted les dará comida, vendrán ellos a pedírsela.

Abrazos

Anónimo dijo...

Debe de ser un mal frecuente entre psiquiatras este de la insensibilidad. Conozco bastante a otro que... en fin, él mismo dice que no tiene corazón. Su padre acaba de morir (es cierto que era muy mayor y estaba enfermo) y no se le ha movido la ropa.
Besos, querido.

Sir John More dijo...

Siento la tardanza en responder, pero ando con un tapón en el oído que me tiene desde hace días no sólo mareado, sino incapaz de centrarme en casi nada.

Tras leer esta otra entrevista, Sean, creo que me reafirmo en mi idea de que este señor pasó de sus hijos bastante. Por supuesto, algo haría por ellos en tantos años, pero de ahí a pensar que fue sólo un padre que se equivocó y que tuvo mala suerte va un abismo. Todo indica (sus propias palabras sobre todo) que, lejos de ser un padre imperfecto y sin suerte, fue un padre con una nula capacidad de lucha por sus hijos, o lo que es lo mismo, y como dice Ana, una persona de una insensibilidad extrema con sus hijos. Creo que nada, ni el éxito profesional, ni ninguna otra sensibilidad extrema, ni siquiera la honestidad en el resto de parcelas de su vida, puede perdonar esa actitud ante tus hijos. Tienes toda la razón en que uno cría a los hijos (siempre de forma imperfecta) hasta determinado momento, y que a partir de ahí sólo queda rezar, o más bien confiar en ellos y en el trabajo hecho, e incluso que la suerte puede ser en algunos casos determinante, pero nada de esto parece haber ocurrido en el caso de este hombre. Hasta esa insistente reivindicación de su derecho a ser feliz suena repugnante cuando acabas de hablar de cinco hijos muertos. No digo que no tenga ese derecho, pero proclamarlo a los cuatro vientos es algo, desde mi punto de vista, nauseabundo, igual que cuando declaraba que la muerte de su hijo no le importó tanto porque él lo que quería era medrar en el escalafón universitario... ¡¿Se puede ser más indigno?! En fin, estoy convencido de que él, siendo tan inteligente, tuvo hasta el último de sus días sobre su conciencia el peso de sus acciones. Y cuando se trata de niños la justicia natural nunca me parece suficientemente cruel...

Abrazos y besos.

Sean dijo...

Querido Sir, siento mucho tu molestísima dolencia. Espero y deseo que te recuperes pronto. Respecto de lo que dices, muy de acuerdo. El ego de este hombre debió estar por encima de todo en su vida, sin ninguna duda; y su soberbia, igualmente repugnante. Al hilo de lo que dice Ana, me pude enterar que a su entierro no acudieron los dos hijos que le sobreviven, también muy significativo. Ya te he referido la sensación que me produjo la entrevista del Arcadi, máxime cuando fue para mi un referente intelectual en mi época de estudiante, y por haber coincidido con su hijo mayor en la Universidad, del que quiero añadirte que, aparte de ser un niño bien, era un alma inquieta, valiente, concienciada y rebelde que lideró la reorganización provincial del PCE en el comienzo de la década de los 70 (fue responsable económico, de propaganda), luego en la anarcotroskista Acción Comunista hasta que también fue desmantelada por la "famosa" Brigada político-social, abandonando luego los estudios (poco se le veía por clases, aun antes de ser amenazado de expediente académico y prohibirle el acceso a la Universidad durante los follones del 71) y marchando a Madrid al poco. Y que ya con 28 años fue detenido por tráfico organizado de heroína thailandesa. Murió de sida en el 86, con 35 años. Trágica y corta historia, en parte buscada y en parte también, sin duda, en el debe de un afamado, brillante, egoista y nefasto padre. Me gustó mucho el texto de Ribeyro, maraviloso y emocionante. Abrazos, cuidate.

Anónimo dijo...

Me da la sensación que se han quedado ustedes con una visión un tanto parcial de la figura del Doctor Castilla del Pino. Lo que hace en sus memorias es ser veraz, y sincero. ¿Cuántos padres no lo han sido peor que él y no lo dicen? Si quieren tener una ideo mas cierta de lo que él pensó acerca de la construcción de un personaje como el mismo llegó a ser, no se pierdan un video que le hacen en su pueblo natal San Roque, en donde se sincera aún mas si cabe y se arrepiente de haber renunciado a algunas cosas por llegar a ser, a tener fama, fama por otra parte pasajera. En fín, no se puede ser perfecto en todo. Yo no lo descalificaría "in toto", sino que me quedo con el gran profesional y maestro que fue. Un saludo

Sir John More dijo...

Estimado amigo anónimo: creo que después de seis años me reafirmo en lo dicho en el artículo y en los comentarios. Por supuesto, el personaje debió tener sus virtudes, que sin un estudio más profundo de su biografía yo sería incapaz de negar. Pero se trata de que hay actitudes y afirmaciones que, en mi particular opinión, dejan muy mal a una persona. En la historia hay personajes despreciables que han hecho aportaciones increíbles al progreso de la humanidad, pero éstas no impiden que sean considerados despreciables. Incluso los monstruos más depravados, entre los que por supuesto no incluyo al señor Castilla, poseen virtudes, que no compensan en absoluto sus monstruosidades. Justo el otro día observaba al comandante del campo de concentración de Buchenwald en una foto, con una mirada de dulzura que dedicaba a su hijo, y otra igual de su mujer. Ambos han pasado a la historia como dos criminales sanguinarios. Saludos.

Anónimo dijo...

Sr. Sir. No compare usted a Castilla-del Pino con ningún asesino, depravado, etc etc. Que tuviera sus fallos, que los tuvo, insisto no lo descalifica en todo. Usted, a diferencia mía, por lo malo que hizo descalifica lo bueno, yo por lo bueno "perdono" lo malo. Un saludo

Sir John More dijo...

Sr. Anónimo, vuelvo a reafirmarme en todo lo dicho, sobre todo porque en más de una ocasión admito los límites de mi conocimiento sobre las aportaciones de este hombre, y porque sigo pensando que, sin que esas supuestas aportaciones no deban ser apreciadas y admitidas, la actitud de este señor con sus hijos lo convertía, en mi opinión, en una persona detestable. En alguna ocasión también dejo claro que no es comparable con los monstruos depravados ni con los asesinos. Si él hubiera asesinado a sus hijos andaríamos hablando de otra cosa. Pero su actitud ante el fracaso y la muerte de sus hijos está ahí, incontestable. Pensar que sus éxitos profesionales compensen, desde su punto de vista, esta actitud, me parece legítimo, pero sigo sin compartirlo. Gracias por su visita y su comentario.

Anónimo dijo...

No juzgo hasta qué punto tuvo culpa o no en la muerte de sus hijos.¡ faltaría mas ! Uno murió en accidente de tráfico. Una hija de cáncer de colon. Me limitaba a exponer brevemente y a valorarlo como psiquiatra, investigador, humanista, es aquí y sólo aquí donde yo lo valoro muy positivamente. Lo de si sus éxitos profesionales compensen o no su actitud como padre, en todo caso lo tendría que decir el yo desde luego en ningún momento me pronuncié sobre ello.
P.D. Aunque en elección de identidad a la hora de firmar no me deja mi ordenador hacerlo mas que como anónimo, le diré que me llamo julio Rebenaque,

Sir John More dijo...

Encantado, Julio, y agradecido por pasar por el blog. No puedo juzgar la obra de Castilla porque, como digo arriba, no la conozco apenas, aunque me temo que con los precedentes humanos (que no humanistas) de este buen hombre, tardaré en conocerla. No obstante, tomo nota de su apreciación sobre la misma. Un saludo.

Anónimo dijo...

Me alegra mucho el cambio de opinión que ha hecho usted acerca del Dr. Castilla del Pino, ha pasado de considerarlo una persona detestable a catalogarlo de "buen hombre", y en tan poco tiempo. No creía yo tener tal poder de persuasión. Repito me alegro. Un saludo de Julio

Sir John More dijo...

No ha habido tal cambio de opinión, estimado amigo. Lo de buen hombre es sólo una forma de hablar, claro... :)

Anónimo dijo...

Ya se que no ha habido tal cambio de opinión. Por algo le entrecomillo lo de "buen hombre", que para mi si lo era, sin comillas.
Un saludo

Anónimo dijo...

Hola. Soy Sergio. Estoy leyendo parte de la obra de Carlos Castilla y me parece realmente fascinante y de lo poco interesante de nuestra historia.
Ahora me encuentro con estos hechos de su vida personal. Y pienso:
1. Delimitemos campos: se puede ser un buen escritor o artista y una persona desastrosa o moralmente reprochable. Pero una cosa no anula la otra.
2. No me gusta la forma que tuvo Castillo de ejercer su paternidad.
3. Castillo no es una persona sin moral, si no que evita a toda costa caer en la hipocresia de hacerse el inocente, no decir las verdades, etc..., propio de lo moralmente correcto.
4. Para juzgarle como heceis en el blog, creo que no teneis los elementos necesarios.
5. Es responsabilidad de cada uno lo que hacemos con nuestra vida de adultos, a pesar de los condicionamientos de nuestra infancia. Los hijos de Castilla, si era tan malo como deciis, podian haberle mandado a la mierda como adultos y haber aprovechado la buena condicion en la que se encontraban para haber hecho su vida propia.

Solo quiero matizar un poco el debate; no ponerlo todo en blanco o negro.
Saludos

Sir John More dijo...

Hola Sergio. Gracias por comentar esta vieja entrada, que como verás tuvo bastantes comentarios, unos a favor y otros en contra de lo que yo exponía en la entrada.

Verás, no estoy de acuerdo con algunas cosas de las que dices. En primer lugar, sin conocer lo que estás leyendo sobre Castilla y sin poner en duda que sea fascinante, me parece arriesgado concluir que es de lo poco interesante que se ha escrito sobre nuestra historia.

Estoy de acuerdo contigo en que se puede ser un buen escritor o un gran artista y a la vez moralmente reprochable. De todos modos, puesto que la escritura y el arte en general transmite no sólo forma, sino también contenido, para algunos, entre los que me encuentro, esa reprochabilidad moral acaba infectando la obra. Y como el arte no es una cuestión exclusiva de calidad, sino que es materia en la que, si la tratamos adecuadamente, nos involucramos con todo lo que somos, pues es normal que algunos elijamos no sumergirnos en obras de gente moralmente reprochable.

El tema de juzgar a Castilla como lo hacemos en el blog (ya digo que puedes ver cómo unos lo juzgamos de un modo y otros del contrario), y de eso que dices que no tenemos elementos necesarios para hacerlo, también me parece una afirmación arriesgada. Si te refieres a que nosotros, tanto yo que escribo el artículo, como los que lo comentan, no tenemos los elementos necesarios, esos que tú sí tienes por estar leyendo parte de su obra, entonces tu afirmación me parece, además de arriesgada, bastante presuntuosa. Si te refieres a que no es bueno juzgar porque nunca podremos tener todos los elementos de juicio en ningún tema, tampoco estoy de acuerdo contigo, porque queramos o no estamos siempre, siempre juzgando. La única precaución que, en mi opinión, debe tenerse a la hora de juzgar, es (...)

Sir John More dijo...

(...) la de estar abierto a los argumentos de los otros, y a modificar nuestros juicios cuando los nuevos argumentos así lo aconsejen. Por supuesto, un argumento no es: “no sabéis de lo que habláis”.

Entiendo que no te guste cómo Castilla ejerció su paternidad, pero si tienes hijos y la biología ha hecho contigo lo que suele hacer con todos los padres y madres naturalizados, no podrás quedarte sólo en ese “no me gusta”. La simple idea de un padre que habla así de sus hijos aterrorizaría a cualquier madre o padre sensible. El análisis que haces en tu quinto punto sobre la realidad de Castilla y sus hijos me parece profundamente superficial. Los adultos somos, en lo fundamental, el resultado de nuestra infancia. Si los hijos de Castilla salieron malos no fue porque fueran malos, sino porque las circunstancias de su niñez los hicieron malos. Puesto que todos cometemos errores como padres y como madres, entiendo que haya situaciones en las que una madre o un padre puedan sentirse sobrepasados por la situación de un hijo, y conozco varios casos. Pero hagas lo hagas, luches o te rindas, nunca dejarás, si realmente querías a tu hijo, de sentir el dolor de su pérdida y la sensación terrible de haber sido protagonista y copartícipe de la misma. No es el caso de Castilla, que reconoce no sólo que sus hijos le importan un bledo, sino que le importaron un bledo también de pequeños, lo que explica de un modo diáfano por qué algunos de sus hijos acabaron como acabaron. Un tipo así, y ésta es una opinión mía de la que no intento convencer a nadie, no merece que yo lea su obra.

Finalmente, si crees que todo lo escrito hasta ahora en esta entrada (ya digo, no sólo lo que yo sostengo, sino lo que sostienen otros en contra de mi opinión) peca de abordar el tema así como dices, en blanco o negro, y que tu aportación llena de matices la discusión, también me parece que te equivocas. Y esa equivocación me impulsa a darte un humilde consejo de alguien que ha leído demasiado poco, y que sabe demasiado poco: cuando termines con parte de la obra de Castilla, lee cualquier otra de las incontables obras maravillosas que se han escrito en nuestra historia. Igual algún día consideras que Castilla tampoco fue para tanto o, al menos, que no fue de lo poco interesante que hay.

Un saludo.

Anónimo dijo...

Estimado Sergio: siento de que el foro de un tal Antonio Aravalle, esté cerrado ya, porque en él habló Pilar, pareja de uno de los hijos de Castilla que también ha muerto. Ya sólo quedan vivos uno. Esta mujer que lo conoció de cerca, decía cosas de él verdaderamente atroces, además de lo que habláis en el blog de que no quiso nunca a sus hijos, a los dos que quedaban, los desheredó, la biblioteca que tenía, no les dejaba nunca usarla, otra persona decía que coincidió con él en una comida y a los postres alguien habló de Castro del Rio, el supuso que si conocía castro del rio era por él, la otra persona le dijo que no que lo conocía porque ahí estuvo un tal Miguel de Cervantes, otra persona que discrepó con el no sé donde le dijo que ya no le caía bien, en otra comida, alguien le limpiaba los dientes con hilo dental, ¡ y el se dejaba !. A su secretaria de toda la vida, no la tenía asegurada, por lo visito no ha podido cobrar jubilación. En fin su ex nuera terminaba diciendo que era un ser " al que odiaba profundamente·" Yo ni doy ni quito. Pero ahí está la opinión de alguien que lo trató durante mas de 20 años de cerca.
Un saludo
P. D. Un psiquiatra amigo al que le nombre a castilla, se limitó a decir que era un Psicópata narcisista.
Joaquín

Anónimo dijo...

Hay un video colgado en internet rodado en Castro del Rio, en el que el mismo viene a decir de una manera indirecta que a veces, uno se deja en el camino cosas muy valiosas en pos de conseguir no sé que tipo de gloria o fama, fama o gloria que por otra parte pasa pronto, eso cuando llega. Dice que quizás hubiera sido mejor cultivar otros aspectos de la vida como la amistad, la tranquilidad, el sosiego, etc. De los hijos no dice nada, pero cualquiera puede suponer que una vea que le has oído esto se arrepentía. Estoy de acuerdo con lo que se ha dicho por ahí de lo narcisista que era. ¡Increíble!
Un saludo
Pedro

Anónimo dijo...

Gracias, Pedro, por tu visita y por la información. Nos da más pistas para saber si lo expuesto tiene verosimilitud. Al fin al cabo, la intención de la entrada fue la de discutir sobre la actitud y aptitud para la paternidad (y la maternidad). Un saludo.

Anónimo dijo...

Aunque claro, todo esto que se dice, no desmiente lo que a su vez dice Sergio, que una cosa es su vida personal, familiar, etc, y otra su vida profesional, que me consta que sus pacientes lo querían y que se volcaba con ellos. Hay personas como el dueño del blog, que estos aspectos familiares los considera muy importante y grave como para contaminar sus aspectos profesionales. ¡ Está en su derecho ! Otros como Sergio, separan ambas facetas, y valora lo que de profesional pudiera tener el Dr. Castilla. Ambas posturas son lógicas, y por supuesto de mas está decirlo, respetables. Un saludo
Julio

Anónimo dijo...

El señor Castilla con los comentarios sobre sus hijos se retrata el solo.y despues de leer todo lo que se dice de el y sobretodo de gente que lo ha conocido como su nuera me parece que algo habra influido en todo lo que ocurrio en esa familia aunque el nunca lo reconocio.Saludos Maria

Sir John More dijo...

Perdón, porque el mensaje en el que agradezco a Pedro su participación me salió como anónimo. Añado que por supuesto que la opinión de Sergio, como la de todos los comentaristas sobre este tema, es más que respetable. También quiero agradecer a María su comentario, con la que estoy bastante de acuerdo. Saludos a todos.

Anónimo dijo...

Antes de leer a Sir John Moore, yo era mas proclive a separar lo uno de lo otro, me refiero a los aspectos tan distintos de Castilla del PIno, es decir su vida profesional y personal. Pero repito, después de leer los argumentos tan bién razonados de Sir, no lo tengo ya tan claro. Lo uno, influye en lo otro. Se podrá, insisto, estar de acuerdo con él, pero lo que nadie puede negar es la construcción tan bien razonada de porqué él(Sir John) sostiene lo que sostiene, y no otra cosa. Con argumentos impecablemente razonados, sin descalificar a nadie. Una lección de respeto e inteligencia. Un saludo
Montse

Sir John More dijo...

Gracias y bienvenida, Montse. Eso intento, ser razonable y crítico, intentando no hablar sobre lo que no sé, o al menos advertir de mi ignorancia si me lanzo a contar alguna intuición. Un abrazo.

Anónimo dijo...

Viendo el foro, me acuerdo de otro vídeo que hay colgado de una entrevista que Juan María Rodríguez le hace en su consulta, al doctor Castilla en Córdoba. Invito a todos los que esto lean a que la vean y comprueben lo egocéntrico de este señor, característica que por otra parte, alguien ya ha apuntado. Y todo porque el tal Juan María Rodríguez, cometió el "delito" de presentar al buen señor, como psiquiatra Cordobés, cuando según él, todo el mundo debía saber que era de San Roque. Se ve que tuvieron que empezar otra vez la grabación, esto lo molestó muchísimo, y no sólo no se esforzó en disimularlo, antes al contrario, sino que hay que ver la displicencia con que llevó a cabo a partir de ahí toda la entrevista.¡ "qué osadía, no saber ese jovenzuelo que el dr. Castilla era de San Roque"! El Video es del programa Pretextos, y está en Youtube
Un saludo
Agustín

Sir John More dijo...

Estimado Agustín, no recuerdo haber visto a Castilla en ninguna entrevista, aunque seguramente lo vi alguna vez. Esta entrevista se desarrolla de una forma tensa y desagradable, me da la impresión que como corresponde al personaje entrevistado, un hombre que está todo el tiempo no respondiendo a las preguntas del algo bisoño entrevistador, sino enderezándolo, haciéndole saber cuestiones básicas (de una obviedad aplastante, vamos) sobre la vida. El sabio contesta a las preguntas estúpidas del periodista, y lo hace como si éste estuviera molestando a un gran hombre, al prócer que ha tenido que bajarse del pedestal de su sabiduría para conceder unos minutos a la plebe. Desde luego, por lo que expresa en esta entrevista no se puede deducir que sea un sabio, la verdad; que es un tipo engreído, eso sí. No obstante, sigo sin expresar nada sobre los valores científicos de ese señor, porque sin leer su obra no puedo ni debo hacerlo. Eso sí, sus aires concuerdan perfectamente con todo lo dicho en el artículo... Gracias por la aportación. El vídeo se puede ver en https://www.youtube.com/watch?v=Quh_oWUchY4.

Anónimo dijo...

Me alegra que coincida usted conmigo Sr. Sir, acerca de la impresión que le da la entrevista. Tenía mis dudas, yo me preguntaba si sería sólo una apreciación mía, pero no, Incluso hay algún detalle mas en ella que le "tira a degüello" al presentador respecto de una grabación anterior en la que parece ser que éste quedó en enviarle la cinta o algo así, y no lo hizo. Respecto los aspectos teórico técnicos yo tampoco me meto. Enrique Fernández Duro, otro famoso psiquiatra español, decía en una ocasión de él, a preguntas de algún periodista, que si bien escribió cosas interesantes en su momento, son pocas las que quedan o quedarán. Vamos que no es Freud, aunque en alguna ocasión me consta que se comparó. Esto último lo digo yo. Un saludo
Agustín

Anónimo dijo...

Yo también vi la entrevista a la que se refiere usted, y efectivamente, sobre todo al principio estuvo con el presentador muy mal educado. A medida que transcurría parece que se fue relajando un poco, hasta que llegó el momento ese en que se refiere a una grabación anterior por lo que le reprocha que no se la haya enviado. El mismo presentador lo aclaró al público. Realmente muy desagradable, si
Montse

Sir John More dijo...

Gracias por la visita, Montse. Efectivamente, a mí me pareció que fue algo grosero en algún momento, pero sobre todo me dio la impresión, por los gestos y la postura, de que le decía continuamente al entrevistador que estaba haciendo una pausa en su importante vida y que cuanto menos tiempo perdiese con el periodista, mejor. En fin, me cuadra ese hombre con el que describo arriba. Pero bueno, en este caso sólo hablo de impresiones y podría estar equivocado. Un saludo.

Anónimo dijo...

Me chocó de las memorias escritas por Castilla del Pino, los comentarios que hace sobre Vallejo Nájera Padre, y López Ibor también padre, su afinidad al régimen franquista, y sobre todo su militarismo. Y al hilo de esto último, me gustaría que alguien que pase por aquí, por el foro, me explicara o dijera algo de la psiquiatría militar, de los psiquiatras militares, de la especialidad tan concreta, eso de que antes de que se pongan la bata blanca de médico se pongan las estrellas, en fin un poco todo esto que de alguna manera influirá creo yo en la forma de tratar a los pacientes, no sé si siempre para bien. Un saludo
Emilio

Sir John More dijo...

Estimado Emilio. Gracias por la visita y por tu comentario. Supongo que te refieres a que Castilla del Pino critica a sus dos colegas por su afinidad al franquismo y por su carácter de psiquiatras militares. No conozco en detalle la biografía de Castilla, pero creo que no fue partidario del franquismo ni tampoco militar. En cualquier caso, no sé si alguno de los compañeros que han participado en estos comentarios pueden abundar en este tema, porque yo lamentablemente no tengo información sobre él. Saludos.

Anónimo dijo...

Estimado Emilio
Efectivamente, sirva como ejemplo a lo que usted dice lo siguiente. En la tesis doctoral que hay colgada en internet, por un no sé si teniente coronel médico psiquiatra, referida a la historia de la psiquiatría militar española, como corolario a la misma dice:
" El sentimiento y la voluntad, el ideal y la inteligencia, armas son de COMBATE las más poderosas, como todos los expertos capitanes han reconocido; y con ellas no podremos contar sino cuando el elemento COMBATIENTE,que es el soldado, tenga las condiciones psicobiológicas adecuadas". El subrayado es mío.
Con esto, ¿Qué podemos ya mas decir?
Manuel

Sir John More dijo...

Interesantísimo ese párrafo, Manuel, porque describe perfectamente las bases de todos los ejércitos y de todas las guerras. Sin ese trabajo "psicobiológico" no habría rebaños dispuestos a dar la vida por los poderosos... Saludos.

Anónimo dijo...

Muchas gracias Manuel por su comentario y el trabajo que nos refiere. He mirado el "trabajo" que usted indica, y efectivamente, lamentable la introducción que hace a la "tesis doctoral". Me ha entristecido singularmente, que dicho trabajo esté además alentado entre otros, por un tal Manuel García de León Alvarez, Tte. Coronel médico psiquiatra que sé que "trató" en el hospital militar Gómez Ulla hace ya muchos años a un amigo mío. El tratamiento que le puso, ahora me doy cuenta, fue acorde con sus ideas "combatientes". Si sigue con ese tratamiento, se había muerto. No sé si es que quiso que tuviera las "condiciones psicobiológicas adecuadas" para hacer de el un buen soldado. Hubiera bastado que lo hubiera curado que no lo hizo.Un saludo
Emilio

Emilio

Isabel Cárdenas dijo...

Yo he leído casi todo lo que escribió Castilla del Pino. Varias veces. No creo que la pérdida de varios hijos por estas causas se pueda atribuir a una culpa de los padres. Es verdad que hay padres no muy cariñosos pero cada uno es responsable de lo que fuma o de los chequeos médicos que se hace o de la velocidad a la que conduce. Castilla del Pino asegura que sufrió muchísimo con la pérdida de sus hijos y creo que no puede ser de otra manera en alguien que profundizó tanto en lo humano. También creo que pudo pensar que a padres demasiado correctos socialmente puede corresponderse unos hijos con dificultades para no frustrarse por no estar a la altura o incluso, desgraciadamente, algo autodestructivos. Sería algo así como el razonamiento que han hecho algunos norteamericanos que, ante la excelencia y el referente moral inalcanzable de Obama, hubieran virado su voto a alguien como del barrio, un horterilla sin noblezas que imitar. Pero os puedo asegurar que se puede sobrevivir a padres incluso más fríos y racionales que este neuropsiquiatra.

Sir John More dijo...

Estimada Isabel, gracias por pasar por el blog. Yo, como he reconocido arriba, no he leído casi nada de Castilla del Pino, y escribí el artículo en respuesta a la entrevista que encontré en 2002, en la que este hombre afirmaba contundentemente determinadas cosas. Si luego, en otro momento, dijo que había sufrido muchísimo con la pérdida de sus hijos, y no tanto con la lata que le dieron naciendo, ya no lo sé, pero te creo, claro, aunque si así fue se contradijo, y su misma afirmación parece (y digo "parece") contradecir los hechos posteriores. Creo que lo que ocurre con los hijos de uno siempre es, en buena parte, responsabilidad de los padres. Está claro que no toda la responsabilidad puede caer sobre éstos, pero desde luego, teniendo la disposición que él mismo decía tener ante la paternidad, no es descabellado atribuir gran parte del fracaso de esos hijos a un padre que, a partir de los seis años, ya no tiene ningún interés en sus hijos. Y está también claro que hay casos en los que los hijos sobreviven a padres extremadamente fríos y racionales (aunque creo que la razón no tiene por qué ser obligatoriamente la puerta a la frialdad y la insensibilidad, sino más bien lo contrario), pero eso no puede llevarnos a pensar que un trato frío con los hijos va a fortalecerlos, y que uno cariñoso va a provocar en ellos sentimientos autodestructivos. Como en casi todo, la mesura, la inteligencia y la sensibilidad (incluso la compasión), es decir, el punto medio, constituyen la postura más acertada. Y aunque Castilla hubiese escrito el "Libro del buen amor", seguiría pensando que él fue un padre desnaturalizado y fatídico para sus hijos. Mi buen amigo Cioran escribió el mejor pesimismo, los mejores textos que se han escrito contra la vida, y sin embargo no hizo daño a nadie de manera tan consciente. Pensaba que tener hijos era un crimen, porque ¿cómo podíamos arrogarnos el derecho de traer a este mundo salvaje a unas criaturas que no lo habían pedido? No sólo con esto demostró un amor desmedido a los hijos que no tuvo, sino que luego, responsablemente, no los tuvo. Cuando se tienen hijos todos adquirimos una responsabilidad humana incuestionable, y Castilla del Pino, por un egoísmo de lo más insano, por cálculos personales en los que sus hijos tenían la misma influencia que la estatua de Daoiz, parece que se pasó dicha responsabilidad por el Arco del Triunfo. Un saludo y bienvenida de nuevo a este cuaderno.

Anónimo dijo...

Pues este señor no es para nada santo de mi devoción, pero me parece que fue valiente al mostrar el lado oscuro de la paternidad y creo que quizá ahora en 2020 podamos entender algo más, dado que ya se empiezan a romper tabús y a hablar o mostrar el lado oscuro de la maternidad.

A mi me parece que en la entrevista artículo de 1995 hay una brutal sinceridad (esa entrevista que Sean O'no reprodujo aquí en 1999). Copio el párrafo que me ha llamado la atención: "Castilla cree que eso influyó en su relación con los demás hijos: “Perdido Carlos para mí, ¿qué fuerza tenía yo para tratar de influir en los demás sin que me reclamaran implícitamente que le aplicara a Carlos el mismo rasero que a ellos?”, escribe en su autobiografía... Se sintió impotente y le invadió
“una especie de resignación que se tradujo en un manifiestamente egoísta alejamiento de la vida familiar”, refugiándose en el goce de su trabajo. Así, “el grupo familiar entró en un proceso de descomposición progresivo”.

No sé el resto de sus libros, pero estos párrafos a mi me parecen un gran legado. Es un aviso a navegantes familiares: yo no lo logré por esto y por esto ( porque fui rígido, porque me faltó confianza en mí, porque fuí egoísta,porque huí). Tomad nota.

Y bueno, lo que yo echo en falta en su figura y en su discurso vital es que no se conformara y que ese "darse cuenta" no posibilitara con posterioridad acciones dirigidas al entendimiento con sus hijos, los vivos. Da la impresión que se resignó completamente. Desde mi punto de vista, la muerte del primer hijo lo devasta. Un hijo que muere como tantos otros en esa época víctima de la heroína y del sida, como murió su pareja, la hija de Carmen Martín Gaite y Raafel Sanchez Ferlosio, pero sobre todo la hija de Carmen, que al morir su hija le dijo a la hermana: ¿Te das cuenta de que nuestra vida se ha acabado?».

Creo que Castilla del Pino siguió dialogando con su hijo, y ya de paso con todos los otros hijos fallecidos y no, en las memorias y entrevistas al igual que Carmen siguió dialogando con su hija en la ficción (https://www.jotdown.es/2019/04/para-carmina-que-nos-enseno-a-contar/ leedlo es precioso).

La de padres y padres que se han comportado como este señor pero han tenido la suerte de no ser siquiatras y no estar en el punto de mira. La de padres y padres que han preferido ocultar sus faltas.

En esa misma entrevista con Arcadi Espada:

P. ¿Un psiquiatra tiene las mismas posibilidades que cualquiera de eludir una tragedia como la suya?

R. Las mismas no... [quizá menos, porque no es cuestión de psiquiatría sino de vulnerabilidad personal]

P. ¿Le falta equilibrio emocional?

R. Yo no diría que estoy equilibrado emocionalmente... Yo tengo mis interioridades. Lo que sí es verdad es que he aprendido a través de la profesión, del ejercicio de la profesión, a sobreponerme. Porque a pesar de lo que uno va viviendo, a los dos días tiene que volver a la consulta.


Y aconsejo escucharle en el minuto 26 de este vídeo: https://www.youtube.com/watch?v=yI2NecSe7_A



Sir John More dijo...

Estimado amigo anónimo:

Gracias por tu aportación a este debate que iniciamos ya hace muchísimo tiempo. Está claro que se pueden considerar muchas cuestiones y mucho de lo que el propio Castilla del Pino dijo en entrevistas y artículos. No obstante, mi artículo parte de la opinión particular de que el hecho de tener hijos pone a cualquiera ante una situación en la que uno demuestra su capacidad o incapacidad para amar y para darse. El amor de pareja se produce con alguien que un poco antes era un extraño, pero nuestros hijos nunca son extraños, son una extensión de uno mismo que, pronto, empiezan además a tomar sus decisiones. Además, durante mucho tiempo, son personas indefensas de cuya existencia, lo queramos o no, somos responsables. Atender o no a esa responsabilidad es, en mi opinión, como atender o no a la víctima de un accidente que se produce ante uno, o como la disyuntiva entre saludar a tu vecino o matarlo. Ni siquiera eso que dice en el vídeo de que tal vez habría sido mejor dedicarse a querer a los demás y no haber antepuesto el éxito, lo salva. Cuando la muerte asoma en tu puerta no es complicado arrepentirse de las cosas. Más que un arrepentimiento, suena a cálculo egoísta. En esas palabras no sólo reconoce que dejó de amar (entre otros, a sus hijos, de pelear por ellos) por conseguir el éxito profesional, sino que, además, eligió el éxito que era cosa pasajera. Es decir, si no hubiera sido pasajero ¿sí habría valido la pena?

Mi artículo no trata sobre el Castilla del Pino psiquiatra, que podría ser fabuloso (o no), sino sobre un tipo que pasó de sus hijos y que además se enorgulleció de ello. Y que, para más inri, acabó sus días, como dice la señora que habla en el vídeo, en paz consigo mismo, feliz, dedicado a lo que le gustaba, sin el más mínimo remordimiento. Obviamente, porque nunca, nunca quiso a sus hijos. La maternidad y la paternidad no son esa maravilla que nos venden, claro que no. Ser padre o madre es muy, muy duro, y a veces un ejercicio extremo de altruismo. Y son comprensibles los momentos en que te entran ganas no de abandonar a tus hijos, sino de tirarlos por el balcón. Y luego, cuando son mayores, en muchas ocasiones te dices: ya va siendo hora de pensar en mí mismo y no seguir ahí, al servicio de un adolescente egoísta o de un joven nada razonable. Pero ser madre o padre es precisamente entender que nosotros también fuimos así, que están aquí porque nosotros los trajimos, pero sobre todo que, sin razón alguna, al menos las personas capaces de amar a alguien que no sea uno mismo, uno quiere a los hijos más que a nada en el mundo, más que a uno mismo. Eso no lo sentía el eminente psiquiatra, y sabiendo que no lo sentía, se declaró orgulloso de haber olvidado el problema y de haberse dedicado a sus éxitos. Un ser repugnante desde mi punto de vista, en contraste con Ribeyro, con su hijito que no lo dejaba escribir ni pensar, y que quejoso llegaba a la conclusión de que él no sería nada sin aquel enanillo.

De cualquier modo, gracias por tu aportación. Es curioso que este tema siga coleando después de casi once años... Un abrazo.