martes, 27 de febrero de 2007

El niño

El niño suspira afligido: “sin tus palabras se cansa el lápiz de mis dedos”. El niño, rendido a la verdad, indefenso ante la estrella perversa que delinea los muros y las veredas rectas, sueña, y en el silencio de las noches suspira reconfortado: “oigo el susurro microscópico de tus alas de palabras: espérame, espérame en el siempre”.

lunes, 26 de febrero de 2007

Música


La música usa
pasadizos secretos
para invadirnos el alma
A diferencia de otros ruidos
que siguen los trámites
normales del sistema auditivo
la música se cuela
por laberintos inconcebibles
los construye a su paso
y en el camino de nervios amarillos
la música
esparce alusiones
a la delicia de vivir
al disgusto de morir
Concibe dioses conmovedores
fantasea libertades
que luego la vida
arrogante desmiente
y dibuja lágrimas
la música
que son luciérnagas
en las noches de dolor
Concede un respiro
a nuestros ritos cansados
Retumban en mi sangre
y en mi sed
los sonidos de la aventura
la aventura de los sonidos…

viernes, 16 de febrero de 2007

Trenes, desiertos, oasis

El vigor al cariño le viene de la obstinación de sus mejores deudas, y ellos atesoran tantas… Toman, en la misma estación, trenes distintos, con direcciones opuestas, aunque sólo por la necesidad extraña, perentoria y dolorosa de alejarse el uno del otro. Ambos viajan, de una u otra forma, a desiertos cuajados de recuerdos, evocaciones que, al tacto, se desmigajan en arena fina y uniforme. Pero pronto descubrirán que el desierto alberga infinidad de ruidos, sorpresas microscópicas, tormentas y mareas de buen océano, y una refrescante y enternecedora algarabía de vida que ellos irán cargando en sus alforjas, para cuando el mundo agote su circunferencia y sus trenes vuelvan a encontrarse en el oasis de alguna incierta estación.

La sombra de las ventas

“Todavía recuerdo aquel amanecer en que mi padre me llevó por primera vez a visitar el Cementerio de los Libros Olvidados. Desgranaban los primeros días del verano de 1945 y caminábamos por las calles de una Barcelona atrapada bajo cielos de ceniza y un sol de vapor que se derramaba sobre la Rambla de Santa Mónica en una guirnalda de cobre líquido”. Éste es el primer párrafo del libro de Carlos Ruiz Zafón, La sombra del viento. ¿Alguien comprende algo? ¿Hubo algún aquejado de problemas respiratorios que acabara en urgencias tras tratar de leer de corrido semejante despropósito? ¿Hay algún alma que no haya rememorado el inicio inolvidable de aquella obra maestra de Gabo, para acabar resentido con esa ideíta de tres al cuarto del dichoso Cementerio? ¿Algún buen samaritano tendría la amabilidad de explicarme cómo desgranan los días, y qué es, bajo "un cielo de ceniza", “un sol de vapor” derramado en una “guirnalda de cobre líquido”? Vaya, podría hacer un esfuerzo y llegar a una idea tal vez aproximada a lo que el autor quiso expresar, pero, incluso tras el esfuerzo, me resulta una imagen tan extravagante y forzada… No recuerdo si seguí leyendo, creo que sí, que conseguí obligarme y alcancé la página tercera o cuarta, y luego dejé este libro superventas, superobvio e ilegible en uno de los estantes escondidos de mi librería, apenado por los euros generosos que pagué por la gracia, y eso sí, sin comprender un carajo a este mundo insensato. No por las superventas, no, eso sí lo comprendo; es que el librito está considerado por variados y distinguidos críticos literarios como una obra maestra de la literatura occidental. Je… Hace tiempo que el arte popular se hundió en un líquido pegajoso de billetes.

martes, 13 de febrero de 2007

Paula

En tu mirada advierto espíritus buenos, nubes caprichosas de recuerdo, un futuro de tierra fértil, y la suerte de venir de ellos, de la abuela Juana, del tito Juan, de la abuelita Ana...

jueves, 8 de febrero de 2007

Y luego el primer capítulo...

Sí, bueno, tal vez hubiese sido mejor que Denys Arcand se hubiera detenido en El declive del imperio americano. No veo la impostura que mi amigo Moyano le adjudica a Las invasiones bárbaras, porque, como la primera película, no deja de ser una pintura acabada a pinceladas imprevisibles, como una foto borrosa del caos en el que vivimos, una instantánea que luego, tras ser observada con más detenimiento, revela un elegante retrato del mundo. Y en este sentido el segundo capítulo parece querer explicar lo que no necesita explicación y, a la vez, es inexplicable. Aunque también es cierto que enfoca un poco más ese componente esencial de nuestras vidas: la muerte, y cómo ella consigue que elevemos nuestras miserias a tesoros; sí, quizás sea por ahí por donde la película aporta algunas pinceladas esenciales al cuadro de antes. Con la piececita de piano del final, y esa imagen de la casa nevada y solitaria, sentí que dentro de unos cincuenta años yo y casi todos mis amigos no estaremos ya por aquí, y ahora se trata de decidir si en la balanza de nuestros méritos pesará más el platillo del honor o el de las delicias.

viernes, 2 de febrero de 2007

Misterio desvelado

La Suscriptora Invisible resolvió el enigma, pero como seguramente será su costumbre, para nada le hurtó encanto a la historia, sino todo lo contrario. Hallando a la mujer original, me ha permitido disfrutar otra vez de esa imagen irrepetible, y les ha demostrado a tantas y tantas adoradoras de la ignorancia que el misterio nunca llegará a complacer tanto como la propia realidad.

Y resulta curioso, porque este cuadro de Courbet se llama, como el otro, La fuente, pero fue pintado seis años antes, y aparece por Internet muchísimo menos que su hermano. Como humilde compensación al regalo de nuestra Suscriptora Invisible, y además del cuadro con la mujer original, le muestro aquí esos Primeros pasos de Van Gogh. Algo me dice que le tocarán el corazón y el instinto...

La fuente mágica


Visitamos Barcelona, una ciudad peligrosa si tienes algún problema de salud. Rebosa arte (grandioso a veces, ridículo otras), pero le faltan servicios médicos. Convencí a los niños para ver la exposición en el MNAC de obras del Museo Metropolitano de Nueva York. Algunos cuadros no los entendí, pero me quedé prendado de Los primeros pasos, de Van Gogh, y sobre todo de un cuadro de una mujer que, de espaldas y desnuda, se remojaba en una fuente natural. Traté de retener el nombre de su autor en la memoria, Courbet. Ya había visto algunos cuadros de este buen hombre y me habían gustado bastante, pero este cuadro en concreto era esplendoroso, inquietantemente sugerente. Al volver a Sevilla me dije que debía conseguir una reproducción del mismo y colgarlo en el Bosque, pero al buscarlo en Internet me llevé la gran sorpresa: el cuadro había cambiado. Primero pensé que no lo encontraba, que tal vez Courbet había pintado dos cuadros parecidos, pero repasando el listado de lo expuesto en Barcelona, vi que no cabía duda. El cuadro que había contemplado era La fuente, de Courbet, pero en todas las reproducciones que he hallado la mujer no está de pie, sino sentada ligeramente sobre un saliente de la pared de piedra, y el perfil que asoma es el izquierdo, y no el derecho como en el cuadro que yo recordaba. La mujer juega con su mano izquierda con el agua que cae de la fuente, mientras que la mujer que yo recuerdo dejaba que cayera el agua sobre su rostro, con ambas manos alzadas a la altura de su pecho. ¡La mujer se había movido!