domingo, 29 de enero de 2012

La presencia del dulce pasado

El indudable desprestigio actual de la historia tal vez resida en ese vicio desmedido y popular por el presente. A nuestros gobernantes, que no sirven a la gente, sino que se sirven de ella mediante continuos excesos y un despotismo nada ilustrado pero enormemente inteligente, les interesa sobremanera que la historia sea siempre agua pasada, que se contemple sólo como un lastre para el presente feliz y el futuro prometedor.

Entre nosotros han perdido atractivo hasta los buenos recuerdos, y cuando alguien pretende evocar el pasado se le desanima argumentando que nunca tiempos pasados fueron mejores, e incluso, de un modo bastante contradictorio, se le advierte que tratando de evocar el pasado sólo notará que el tiempo no pasa en balde, que todos vamos a peor y que lo que hay que hacer es tratar de vivir el presente, la siempre flamante y arrebatadora actualidad, esa actividad irreflexiva pero vital del hoy mismo. ¿Para qué mirar hacia atrás?

Cuento todo esto porque siempre escuché que los reencuentros de viejos amigos acababan siendo el punto final de la amistad, la ratificación del silencio de años y la prueba definitiva de que la propia amistad es una virtud débil y caduca. En cierta forma, yo mismo he comprobado cómo viejos amigos y antiguos amores aparecían en mi vida para enterrar del todo aquellos recuerdos amables, y ello mediante la decepción y el descrédito del propio recuerdo, que parece edulcorar los hechos. Pero después de este sábado estoy convencido de que no siempre es así, de que el pasado puede ser no sólo una fuente de desencanto, sino la demostración certera de que la amistad puede ser más fuerte que los años.

Encuentro Uno a uno fueron llegando aquellos niños a los que conocí en 1976, uno a uno nos fuimos abrazando con un cariño franco y desenvuelto. Eloy nos besaba a todos dejándonos ver su emoción, y cómo seguía siendo, después de una vida especialmente dura, el mismo tipo rebosante de ganas de vivir de siempre. Quini llegó casi de incógnito, con sus gafas negras y su barba de hombre serio, con esa sana dignidad que tanto nos imponía entonces, mostrándonos hacia dónde debía caminar nuestro crecimiento, y con esa sonrisa cargada siempre de significados. Rafa dejó ver en su primera palabra que seguía siendo aquel chaval sencillo y veraz, aunque por debajo de su aparente sencillez seguía corriendo la sangre de un hombre bueno y fiable. Y el petardo de Juan, al único al que no he dejado de soportar desde entonces, apareció más entero, y sobre todo feliz, feliz como un chiquillo de andar allí con los amigos de siempre. Y también Sema apareció más risueño. Lo había visto sólo una vez en treinta y cuatro años, y entonces lo encontré triste, justo en el extremo contrario de aquel muchacho con el que yo no podía dejar de reír. Pero hoy venía contento y, a pesar de un primer instante de timidez, enseguida se vio envuelto por el núcleo de cariño que brillaba en medio del gentío de la Plaza del Salvador. Y Toba, el bueno de Toba, un tío tan llano como inteligente, un hombre que encuentra siempre la palabra perfecta para la alegría, un tipo que, como el resto, marcó en cierta forma mi vida para después desaparecer durante años.

De pronto pareció que todos estos años, con sus tormentos y delicias, hubieran pasado sobre nosotros sólo para enseñarnos que siempre es bueno apostar por la vida. No se trató ayer de revivir el pasado, ni de sustituir el presente, sólo quisimos respetar lo que una vez ocurrió de verdad, de hacerle preguntas al pasado para que una primaveral tarde de enero en Sevilla se haya convertido en presente inolvidable.

jueves, 26 de enero de 2012

Brewdog Punk Ipa

2012-01-26 16.00.21 - SpotDe pronto, uno es capaz de mirar más allá. Caminas por la calle, es cierto que con la dosis necesaria de alcohol en las venas, y lo observas todo con ese deseo inocente y primordial de comprender, de descubrir los detalles que conducen a la verdad. El problema radica en los peligros lógicos de mirar más allá, porque igual tu vida ha estado todo este tiempo avanzando con el piloto automático encendido, y porque igual estás dejándote llevar por el presente casual, por esta inercia que nunca se sabe bien de dónde viene, mientras malgastas tu atención en inconsistentes paraísos artificiales que no tienen nada de alucinógenos, y sí mucho de realistas. Y claro, cuando caminas mirando el mundo, quiero decir mirándolo en el sentido físico de mirarlo, mirándolo a conciencia, sin requisitos ni prejuicios, examinándolo con apego y sincera curiosidad, corres el riesgo de recalar en ti mismo, de ser consciente de tu existencia y desconectar sin querer el piloto automático, experimentando en tus carnes esa maldita tristeza que destilan las historias malogradas, las ilusiones diluidas, las esperanzas convertidas en ridículas ingenuidades del animal extraviado que a veces sientes ser.

Al considerar la vida, al tantearla con atención, al mirarla cara a cara podemos estar concediéndole permiso para llenar nuestro estómago de preguntas. Regresar a esa indolencia afanosa que nos salva del espejo cruel, tornar a esa rutina de los sentimientos que nos salva tanto de la desesperación como de la felicidad, es decir, volver a conectar el piloto automático se puede convertir en una tarea imposible para la que ni toda nuestra capacidad de engañarnos pueda ser suficiente. Y es entonces cuando uno navega a la deriva por las calles precisas, con los ojos mendigando escenas desconocidas y lances de amor privado, deteniéndose en el gesto aturdido de aquel joven oriental y en sus zapatillas gastadas, calibrando la dulzura de esta pequeña brisa que adorna la tarde, escuchando la reservada canción de los árboles, tapando las heridas de la melancolía con el arte taciturno de la vida más sincera.

lunes, 16 de enero de 2012

Alma que no se extingue…

La música nos llama, nos sumerge en su poder, nos arrastra como un torbellino en su nave de cien velas, y desbarata el frágil rumbo de nuestros pensamientos. Es una tabla de salvación, un salvoconducto para pasar al otro lado, es el vértigo vital de una muerte sin nunca ni jamás, la irrefutable excusa sin palabras, el electrocardiograma conmovedor de nuestra alma entregada al silencio de los silencios…

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Hard to Cry Today

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A New Day Yesterday

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Heart of the Sunrise / Starship Troopers

domingo, 1 de enero de 2012

Fin de año

Negative0710

Cuando sonó la última campanada todos aplaudimos, y de pronto se apoderó de la gente una sensación extraña con la que, creo, todos supimos lo fácil que es quererse. Justo en ese instante, ningún problema parecía capaz de impedir que el cariño se derramara por el atestado salón. Nos besamos y abrazamos, viejos, adultos y niños, mientras una lágrima irremediable asomaba en mis ojos, porque pensaba en mi madre y en el extraño y enternecedor paisaje que acaba siendo el pasado. A ella le hubiera gustado tanto estar allí… Cada beso que daba, a mi hermana, a mis sobrinas, a mis hijos, sólo en parte eran besos míos, porque su carne, su presencia me guiaba y era ella, cuanto fue, quien se materializaba en el sentimiento puro que inundaba mi corazón.

Pero nadie crece un solo centímetro fuera del terreno abonado de su soledad, y por eso no tardé en verme dentro de mi piel. Reconozco que pasó casi un minuto de la medianoche antes de que mirase a mi alrededor, buscando el vehículo fantasma que me llevaría a París, para pasear bajo la lluvia sin miedo a mojarme, para escribir esa novela eternamente postergada, para tomar un whisky con el dulce espectro de Julio o dar una vuelta en bicicleta con Emil, para abrazar callado a Julio Ramón, para descubrirme tal vez a mí mismo, suavemente zarandeado por risas abiertas y besos de fin de mundo, o descrito con rigor en un poema cabrón que el viejito Benedetti le compuso a la gravedad del amor. El coche llegó, ¿acaso lo dudaron? De hecho llega cada tanto a mi alma y en él viajo por encima de los tejados, hacia lejanas tierras, entre acuarelas y canciones, en el aroma imprescindible de los que quiero y querré eternamente, rozando por momentos la esquiva felicidad…

Leonid Afremov - Early Morning in Paris