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domingo, 20 de noviembre de 2016

Del Mindfulness como nuevo estilo de vida

El Culto

cuestas 13.jpgA final de los ochenta trabajé en un proyecto europeo de lucha contra la pobreza. Se desarrollaba en las Cuestas de Orinaza, un barrio ya desaparecido de Badajoz en el que, convenientemente alejados de la ciudad, residían unos miles de personas en condiciones deplorables.

Una noche alguien forzó la entrada al Centro Social donde trabajábamos, revolvió los despachos y robó algunos objetos de poco valor. De entre mis cosas, el ladrón se llevó un ejemplar barato del Retrato de un artista adolescente, de James Joyce. El libro apareció luego tirado en algún rincón del barrio, sin tapas y medio deshojado. No tardamos en saber quiénes habían sido los autores.

Uno de ellos era un chaval que, como muchos otros en el barrio, apuntaba a la mala vida y andaba iniciándose en el trajín de las drogas. A raíz de aquello, el chaval desapareció durante un tiempo, para regresar un día a la plaza del barrio vestido como un pincel, con traje de chaqueta, bien peinado y portando una biblia muy nueva que apretaba contra su pecho.

“Hermano, ven al Culto, que Jesucristo te llama”, nos invitaba el joven. Su actitud había cambiado radicalmente, y de ser un tipo peligroso había pasado a moverse como una oveja aseada, obediente y previsible. Recuerdo que me pregunté si aquello que los hermanos evangelistas habían hecho con el muchacho era bueno o malo…

De las catedrales al colegueo

P1160729En el pasado, las religiones usaron la fastuosidad de sus templos, el boato de sus prebostes y la violencia de sus leyes para mantener al rebaño obediente. Hoy, que la religión del capitalismo ha eclipsado un tanto a las viejas devociones, éstas no tuvieron más remedio que adaptarse y acomodar sus tácticas a este mundo de pecadores. Una de esas tácticas, que ya nombré alguna vez en este cuaderno, es la de ser comprensivos con los descreídos. No hay que ser creyente para que nos ofrezcan sus tiernas actividades, y nos invitan a embarcarnos en todo tipo de salvaciones del cuerpo de sus prójimos, sin por ello descuidar, faltaría más, su salvación espiritual.

Una de mis sobrinas me dijo el otro día que acude a unas reuniones preparatorias de la Confirmación. Ella no hizo la primera comunión, pero asiste a esas reuniones porque van sus amigas, y porque en ellas hay un cura y unos monitores muy jóvenes que lo primero que les aclaran es que no van a hablar de Dios. Para nada. Charlan con los adolescentes sobre el aborto, sobre sexo, sobre política, y mi sobrina está convencida de que está aprendiendo mucho “sin que le coman el coco”.

Quien no sepa nada de la historia de la Iglesia y mire el asunto de un modo superficial, podría opinar que una actividad como ésa debe resultar de lo más sana. Quien conoce a la Iglesia Católica, no digamos quien haya tenido alguna relación consciente con ella, sabe que el verdadero objetivo, el objetivo último de estas conversaciones es encaminar a los corderitos al redil. Por supuesto, las religiones saben qué corderitos son accesibles: niños, enfermos, desahuciados y gente sedienta de dogmas que, eso sí, apuntalen sus privilegios.

Las nuevas religiones

Hoy las nuevas religiones aprenden de las viejas, modernizando y mejorando en muchos casos sus estrategias. Ahí tenemos a todas las llamadas ciencias esotéricas, que si hace veinte o treinta años se encontraban muy localizadas y eran ridiculizadas como camelos minoritarios, hoy se han acomodado a la realidad capitalista, incluyendo toda una nube de deslavazados y descontextualizados elementos científicos para difuminar sus verdaderos objetivos.

Sri_Bal_Mukund_Singh_Ji-PNGComo también dije alguna vez en este cuaderno, durante unos años he practicado yoga, y he aprendido a estimar su valor como refinado entrenamiento físico. Aún lo practico ocasionalmente. Sus ejercicios (junto al equilibrio corporal que proporcionan) me aportaron también cierta relajación y, por tanto, cierto bienestar mental, más tranquilidad a la hora de afrontar mis problemas. Aunque meditar es, según el diccionario de la RAE, “pensar atenta y detenidamente sobre algo”, algunos ejercicios relajantes son denominados meditación. Algunos me dirán que concentrar tu pensamiento en la respiración, abstrayéndote de todo lo demás, también es “pensar atenta y detenidamente sobre algo”, pero considero que sólo es un truco para compensar la imposibilidad de (al menos en vida) dejar la mente en blanco. Igual podríamos habernos concentrado en los dedos, o en la imagen de un globo flotando en un cielo azul. Pero no tardé en saber que la meditación es algo más, mucho más que relajación, aunque nunca he recibido más que explicaciones difusas sobre el asunto, explicaciones que, al tratar de definirlas, siempre conducían a la fe. Y no deja de ser curioso que María Moliner defina meditar de otra forma más precisa: “Pensar sobre una cosa para estudiarla, resolverla o percatarse bien de su valor o significado, concentrándose en ella y abstrayéndose de lo demás (…). Se emplea mucho con el significado de pensar sobre cosas de religión”.

El Mindfulness

08-mindfulnessUn puñado de amigos, gente en apariencia razonable, algunos de ellos profesionales de la ciencia, aplauden con entusiasmo al Mindfulness. Entre otras cuestiones, argumentan la gran cantidad de médicos que consideran su valor terapéutico, y que (como tantas otras ciencias total o parcialmente esotéricas) está basado en estudios rigurosos de universidades prestigiosas. Es obvio que nadie que no se dedique profesionalmente al asunto podría leer todos los estudios publicados, no sólo los que hablan bien del Mindfulness, sino también aquellos que, reconociendo sus innegables bondades, las minimizan e incluso las tachan de no ser novedades, porque sus técnicas están más que estudiadas en Psicología.

Pero como no tengo demasiado tiempo para informarme adecuadamente, acepto lo que me dicen mis amigos a favor del Mindfulness. Además, ¿quién puede negar que la prisa y el estrés son las enfermedades más extendidas en el mundo occidental, y causantes de otras muchas? Por tanto, ¿qué malo hay en unas técnicas que pretenden luchar contra estos padecimientos? Se comprueba que la respuesta de nuestro cuerpo a los problemas no es la misma cuando estamos estresados (ansiosos, superados por la situación, incluso pesimistas sobre las soluciones) que cuando estamos serenos y sopesamos todas las circunstancias. Valoramos mejor qué problemas tienen solución y cuáles no, y nos organizamos interior y exteriormente para que nuestra respuesta sea lo más eficaz y decidida posible. Así, obviamente, seremos un poco más felices.

La empresa

Ayer vi en Facebook un anuncio de una empresa que da sesiones de Mindfulness, a la que algunos de estos amigos respaldaban con un Me gusta. En la página web de esta empresa declaran que el Mindfulness “es un estado natural de nuestro ser”, algo que no he comprendido demasiado bien, porque puedo entender que la serenidad pueda ser más beneficiosa que la ira, y la calma más que el estrés, pero todas son reacciones igual de naturales del ser humano. Al seguir leyendo he sabido que el Mindfulness no sólo es un estado natural, sino también “de calma y conciencia absoluta”. La palabra absoluta reconozco que me choca, pero bueno, es un término que igual puede ser utilizado de forma figurada, y aún más acompañando al término conciencia.

Mindfulness en Sevilla

Pero el producto que esta empresa vende es en realidad una técnica para alcanzar ese estado natural de calma y conciencia absoluta. Con esta técnica, también llamada Mindfulness, nos ofrecen “frenar ese intenso fluir de pensamientos y saltos emocionales al pasado y futuro en el que nuestra mente está continuamente inmersa y que nos impide ser conscientes del momento presente” (la falta de comas no es mía, lo juro). Me pareció perfecto. Ya digo que considero muy interesante e incluso imprescindible luchar contra el estrés, la ansiedad y el bloqueo a los que algunas veces nos vemos sometidos por la enorme cantidad de información que debemos procesar, y por la implicación emocional que nos ata a toda esa información.

Con esta técnica, los interesados aprenderán a observar sus pensamientos sin dejarse llevar por ellos, como también “a entender la importancia relativa de las cosas y a darle a cada evento la prioridad que realmente tiene en nuestra vida”. Bien interesante, aunque del mismo modo que la palabra absoluta me chirrió, el término realmente me pone en alerta.

En cualquier caso, el Mindfulness de estos señores nos ayudará a gestionar nuestras emociones para disminuir nuestra ansiedad, nuestro estrés. Admiten, con mucho acierto, que el estrés es una reacción natural que, en su buen uso, resulta beneficiosa, pero no tanto cuando se cronifica y se convierte en un estado permanente. Totalmente de acuerdo.

A continuación, la empresa hace un advertencia importante: “mindfulness es, en parte, una occidentalización de la meditación tradicional budista a la cual se le han desprovisto de todos los componentes religiosos, ideológicos y trascendentales, convirtiéndola en un método, un programa de aprendizaje, cuya finalidad es incrementar nuestros niveles de atención, concentración y conciencia a la vez que reduce los niveles de estrés”. ¿Quién podría considerar nocivo algo así? Si de verdad sus técnicas consiguen este propósito, nada que objetar.

La religión

Pero el siguiente y último párrafo de la declaración de intenciones de la empresa nos va a mostrar su verdadero objetivo, porque el Mindfulness no se limita a reducir el estrés. Cuando leí este último párrafo (que reproduciré más adelante) recordé el centro donde yo hacía yoga. Mi profesora, a pesar de creer en ese budismo occidentalizado, raramente se desvió de su pretensión de enseñarnos a conocer mejor nuestro cuerpo, así como las técnicas para utilizarlo del modo más beneficioso. Eso me hizo sentirme muy bien en las sesiones. Pero tanto la filosofía que se respiraba en nuestras conversaciones informales, como el resto de actividades del centro apuntaban en otra dirección.

Hoy el centro se denomina Escuela Humanista de Inteligencia Emocional, y, además de Yoga y Mindfulness, ofrece actividades como éstas: “Crecimiento del niño interior”, “Los 6 pilares de la autoestima”, “Grupo gestáltico de Desarrollo Emocional”, “Movimiento expresivo”, “Supervisión del Sistema Río Abierto”, “ConsultaSanador Espiritual de Terapia Gestalt (sólo para titulados en el Sistema Río Abierto)”, “Sesiones matinales del método Feldenkrais” y “La técnica Alexander”. Por supuesto, entre las personas que suelen acudir al centro, hay una corriente de simpatía por todas estas terapias, que se alejan de los métodos convencionales y sobre todo de unos métodos científicos que, para los creyentes, resultan ya limitados y aburridos. Sin contar con que para ser psicólogo o médico se ha de pasar por muchos años de intensos estudios, mientras que en estas terapias cualquiera puede llegar, en pocos meses, a ser terapeuta.

Compañeros muy razonables me indicaron entonces que creían (verbo que dice tanto…) en las virtudes terapéuticas de barbaridades como la Homeopatía, el Reiki o esa sarta creciente de x-terapias, a cual más absurda, que pretenden dar respuesta a todas nuestras dolencias y disfunciones. También había allí un aplauso generalizado a gurús impenetrables o, lo que me parecía peor, a la extensión de muchas de estas prácticas religiosas a los niños, como sabemos, un sector de la población propicio para el proselitismo religioso. No dudo un instante de la buena fe de mis amigos y compañeros de yoga, pero tampoco dudo de que en estas cuestiones han perdido la senda de la razón.

El último párrafo

El último párrafo de la empresa era el siguiente: “Si bien es cierto que así entendido [el Mindfulness] podría verse como un plan de entrenamiento que recopila ejercicios meditativos, la realidad va mucho más allá y la mayoría de quienes deciden dar el paso y practicar mindfulness, terminan asimilando esta práctica como un nuevo estilo de vida, llegando a modificar su sistema de creencias en el sentido de que se reducen sus niveles de apego a lo material y entendiendo que la felicidad o el sufrimiento dependen exclusivamente de uno mismo y que sólo nosotros somos los responsables de ello”.

Esta desmañada declaración, este mensaje no sólo devoto y ferviente, sino profundamente peligroso, es lo que apoyamos cuando consideramos que la relajación y la reducción del estrés pueden estar en otras manos que en la de los expertos en salud (psicólogos, médicos o eelige-terapia-alternativanfermeros). Aunque, más allá de su humana falibilidad, hay muchos de estos profesionales incomprensiblemente convertidos a lo esotérico, la gran mayoría de los especialistas en estas nuevas ciencias no tienen ni pajolera idea de medicina, ni de psicología, ni del método científico, un método que si no puede curarnos todo, sí puede asegurar que las terapias que utilicen con nosotros están contrastadas y no son desvaríos de cualquier iluminado. Nos protege de gente que hace negocio con nuestra salud, a veces convenciéndonos de que determinados procesos lógicos de nuestro organismo y nuestra mente son en realidad enfermedades, y por tanto necesitan terapia. La ciencia, la de verdad, nos resguarda de aquellos que, poniendo casi toda su eficacia en el efecto placebo, prometen prodigios y compensan su falta de conocimientos contrastados con el regalo de una nueva fe, y hay todo un ejército de magníficos pacientes (léase hipocondríacos) aguardando con expectación las nuevas terapias surgidas en el mundo de lo esotérico. Y el Mindfulness, como tantas otras terapias pseudocientíficas, con unas gotitas (de sobra conocidas) de ciencia, trata de vendernos cielos en una tierra convertida previamente en hospital.

martes, 14 de abril de 2015

Los santos mártires de siempre

101576999El pasado 12 de abril, Fernando Iwasaki publicó en el diario ultraconservador ABC un sentimentaloide artículo titulado Je suis Chrétien. Para los que como yo no sepan francés, su título no significa Soy cretino, sino Soy cristiano. En el texto, don Fernando, además de reivindicar su esencia cristiana, nos viene a decir que, mientras otros se solidarizan con los dibujantes de Charlie Hebdo, él lo hace con muchas decenas de miles de cristianos que están siendo asesinados en el mundo. No deja claro si piensa, como tantas otras personas religiosas en el mundo, que lo de Charlie Hebdo pudo haberse evitado no tanto con una mente de los asesinos menos podrida, menos fiel y religiosa y más civil, sino con la moderación de la libertad de expresión de los humoristas.

En el primer párrafo lista exhaustivamente las víctimas cristianas de los fundamentalismos religiosos y políticos. Diferencia en el segundo párrafo entre la “conciencia humanista o humanitaria” (la que se tiene con la humanidad) y la “conciencia de la pertenencia” (la que él aplica a su gente, que en este caso son los cristianos del mundo). Iwasaki se declara por tanto mucho más cercano a todos esos cristianos muertos (los suyos, a cuya comunidad pertenece) que al resto de las víctimas. En el tercer párrafo afirma que el cristianismo no sólo es fe, que también es “nuestra historia, nuestra cultura y nuestra civilización (que nos pertenecen a todos)”. Por último, en el cuarto párrafo profetiza que los enemigos del cristianismo acabarán invadiéndonos, y que entonces él se preguntará si hizo todo lo que estaba en su mano para evitarlo.

No sé por qué me parece que don Fernando supone que, si algún día llega el Ejército Islámico a nuestros pagos, los cristianos (los suyos) serán martirizados y los demás aplaudiremos con las orejas. Igual padece de esa típica paranoia llorona de todas las religiones, y cree que los únicos a los que persiguen esos vándalos del Estado Islámico son los cristianos.

Alberto MonttEs curioso que el autor dedique su artículo no a sus hermanos de fe, con los que humildemente no osa compararse porque —al menos eso da a entender— todos son personas excelsas e intachables. Lo dedica “a quienes viven a extramuros de la fe o a quienes la tuvieron y la perdieron”. Y afirma sin empacho alguno que todos esos cristianos asesinados por el mundo podrían haber sido su familia, sus hermanos, su gente. Es decir, la conciencia humanitaria de nuestro cristiano amigo no tiene para él la importancia que tiene su conciencia de pertenencia. Si algo le une de verdad a sus semejantes es su fe, y por supuesto la fe de sus semejantes. Quienes no la tenemos, o la tuvimos pero la perdimos, no somos sus semejantes, o en todo caso somos semejantes de segunda categoría, tal vez semejantes pendientes de salvación.

Al leer los evangelios nadie con dos dedos de frente puede negar que el cristianismo se creó como una religión excluyente… como todas. Su acogedor proselitismo, complementado durante siglos con métodos monstruosos de conversión de infieles, sólo viene a reforzar ese carácter excluyente. Como buenos sectarios, los cristianos (cuando cumplen con sus dogmas) sólo admiten a los que no lo son en tanto que posibles conversos. En los últimos tiempos las leyes del mercado (pocas veces humanitarias) los han obligado a tragarse sus métodos criminales de captación de fieles, porque el capitalismo es una religión más adaptada a los tiempos que la cristiana. No obstante, siguen manteniendo una estructura poderosa de propaganda, una red de privilegios que mancha todo occidente con sus pamplinas. La humanidad de Cristo y de los cristianos en general fue desde el principio una humanidad de conveniencia, muy de pertenencia, especialmente redentora. No hay fe sin misión salvadora, y el artículo de don Fernando es una más de las infinitas pruebas de ello. Están los cristianos y los demás. Huelga decir que la mayoría de los cristianos no va por ahí excluyendo a los no cristianos, pero sí lo hace su Iglesia, sí lo hacen sus dogmas, y sí lo hacen sus más obsesivos acólitos, que son los que dirigen el cotarro y los que los jalean con artículos absurdos como éste.

portada-puta-babilonia_grandeDon Fernando pertenece a la comunidad cristiana no sólo por tener fe en ese barbudo Ente Imposible, sino porque su propio ser “se asienta sobre las enseñanzas de unas personas extraordinarias y de una fe inmensa”. Supongo que don Fernando no obtuvo ni una sola enseñanza de ateos, agnósticos, musulmanes, judíos, budistas… Supongo que no leyó ningún libro de esta gentuza, ni aceptó lección alguna que viniera de alguien que no compartiera la fe de los suyos. Sin embargo, se permite el lujo (tal vez pecaminoso) de habitar en “aquellos márgenes” en los que vive esta ralea impía, lugares en los que, según él, resulta tan difícil hablar de Dios. Se dirige a la gente que está en esos márgenes, más allá del centro piadoso del mundo, porque Dios no es sólo cuestión de fe, sino también “nuestra historia, nuestra cultura y nuestra civilización”. Nada más lejos de mi ánimo que rechazar las aportaciones culturales de nadie, tampoco de las religiones, pero junto con esas aportaciones (a veces divinas) hay que reconocer todos sus errores, sus estupideces, sus crímenes, y la Iglesia Católica atesora suficientes para rellenar un buen número de tomos de la Historia Universal. Las contribuciones del cristianismo a nuestra civilización no pueden ser valoradas mirando a nuestros padres, por muy extraordinarias personas que sean o hayan sido. Mi madre era muy devota de Fray Leopoldo de Alpandeire, mi abuela de Santa Ángela de la Cruz y de San Martín de Porres, y mi padre era muy devoto del Sevilla F.C., lo que no debería llevarme a considerar al Sevilla F.C. como una de las maravillas del universo, ni a negar que las aportaciones fundamentales de la Iglesia Católica a nuestra historia, a nuestra cultura y a nuestra civilización alcanzaron hasta no hace mucho cotas de depravación que ríete tú del Estado Islámico. Claro, ahora son estos bárbaros los que, con ese concepto siempre retrógrado que es la idea de Dios, andan destrozando al infiel, pero ¿debo recordar a don Fernando Iwasaki que la inmensa mayoría de las víctimas de los fundamentalismos en el mundo son actualmente musulmanes? Por otro lado, si todo es cuestión de herencia y cercanía, y mientras no nos invadan los bárbaros de fuera, en occidente lo que andamos sufriendo (entre otras maldiciones, muchas de ellas bien relacionadas con la Iglesia y con medios como el ABC) es un estado confesional en el que todos, por narices, hemos de sufragar los gastos de una organización machista, dictatorial y corrupta que cree estar por encima del bien y del mal.

22-novembre-10blog

Acabo con una frase asombrosa que el señor Iwasaki suelta al final de su artículo: “La persecución religiosa llegará hasta Europa desde Asia y África, y sin duda hará sangrar a nuestros países. Si tal cosa sucediera no pienso negar quién soy y de dónde vengo, porque el derrumbe de las civilizaciones comienza con la abdicación de las conciencias individuales” (el subrayado es mío). Primero, señor Iwasaki, las civilizaciones se derrumban normalmente por agotamiento, y no pocas veces porque surgen precisamente conciencias individuales y libres que, hartas de seguir los dictados de un poder corrupto y gastado, no abdican, sino que luchan para que el mundo cambie. Pero sobre todo, ¿en serio quiere decir usted que el cristianismo fomenta las conciencias individuales? La fe en una fosilizada filosofía de vida, la adhesión forzosa a una sarta de dogmas y verdades irrefutables, a una lista interminable de estupideces con rango de ley divina, ¿una fe así alimenta la individualidad de las conciencias? Además de cristiano, este artículo es pura charlatanería xenófoba y un insulto a las conciencias individuales, a la historia y a la inteligencia humana. Aunque igual el dios del señor Iwasaki anda dando saltos de alegría con estas memeces…

jueves, 26 de marzo de 2015

Divagaciones sobre la más santa de las semanas

Después de casi un año de ensayos, la banda de cornetas y tambores que ha venido ambientando muchas de mis noches podrá procesionar por fin con el santo y la virgen de turno. Luego descansarán unas semanas y comenzarán prontito los ensayos para el OLYMPUS DIGITAL CAMERAaño que viene. Recuerdo el encontronazo que, hace ya bastantes temporadas, tuve con una de estas bandas. Mis niños eran pequeños y a las nueve y media de la noche solían estar en la cama. Meses antes de la Semana Santa, cierta banda intensificó sus ensayos, llevándolos diariamente hasta más allá de las doce de la noche. Se plantaban a unos cien metros escasos de nuestras ventanas, en el parque, y los trompetazos y redobles de tambor se colaban en nuestros dormitorios como si toda la banda se hubiera metido en la cama con nosotros.

Un día, harto de protestar a la Policía Local, con la reacción acostumbrada de esta institución, es decir, ninguna, y conocedor de que la normativa municipal permitía a los músicos tocar a sus anchas hasta las once de la noche (aunque a todos los efectos, y puesto que nadie iba a reñirles, podían tocar hasta la hora que les saliese de sus sagrados cataplines), harto de aquello, digo, bajé a hablar con los muchachos. La banda estaba compuesta por un numeroso grupo de chavales, que me recibieron extrañados. Les expuse la situación y mientras unos mantuvieron silencio, otros conversaron conmigo, entendiendo mis problemas pero quejándose de que los echaban de todos lados, y que en algún sitio tenían que tocar. Hasta ahí, y a pesar de mi irritación, todo fue sano y cordial. Pero hete aquí que el capitán de la banda salió de entre la muchedumbre.

1215Era un tipo de mediana edad, con impoluto traje de chaqueta azul marino y medalla de la hermandad. Las entradas generosas, el pelo hacia atrás, engominado, los rizos brillantes en la nuca y las grandes patillas profundamente sevillanas podían valer tanto para mandar al cielo a la madre de Dios como para guiar, de corto y con arte, una yegua en el Real de la Feria. El tipo se dirigió a los chavales que hablaban conmigo y, con esa chulería típica de la auténtica sevillanía, les dijo que no me hicieran ni caso, que mis protestas no eran más que tonterías, y que tenían que seguir con el ensayo. Todo mi enojo se concentró en aquel tipo, y sólo la idea de ser vapuleado por toda una banda entera de cornetas y tambores me impidió que, tras mirarlo fijamente, me fuera para él y le sacara a guantazos toda su chulería. No recuerdo bien lo que dije, pero me fui a mi casa como un ciudadano ejemplar: jodiéndome con lo que hay.

Desde entonces nuestra adaptación al ruido de coches discoteca y de las santísimas bandas ha mejorado una pizca la situación, mientras la Policía Local y el Ayuntamiento persisten en su tradicional pasividad. Y es que en esta ciudad hablar de Semana Santa es tocar la esencia eterna de nuestra condición de sevillanos. En esta ciudad insondablemente mariana, hemos trascendido como en ningún otro rincón del planeta los ya life-of-briande por sí insensatos preceptos de la religión oficial. Nos hemos saltado a la torera las Verdades del secular imperio católico, y las hemos engalanado con nuestros cristos variados y nuestras vírgenes de truculento nombre. Como a otros les da por lanzar burros desde un campanario o por estallar un saco de petardos para expresar su esencia inmortal, los sevillanos nos lanzamos a las calles para derrochar fervor y rezar en buena comandita ante unas figuras que relegan a los Churriguera al minimalismo.

A pesar de los instantes de auténtica inspiración artística, en los que las calles y el azahar ponen mucho más que la propia farsa santa, y a pesar de que una gran parte de los espectadores asiste a la función con una sanísima (que no santísima) distancia espiritual, en Sevilla se agita un cosmos de hermanos mayores, de pregoneros iluminados, de mantillas y peinetas, de promesas y milagros, de penitencias, bocadillos, devoción y prehistoria, de solemnes pamplinas convertidas en evidencias místicas que a ningún condenado ateo debería nunca ocurrírsele poner en entredicho.

DSC04597Un domingo de Ramos en que mi amigo Curro Bizcocho asistía al regreso de la Paz por el Parque de María Luisa, y al paso de las filas de afligidos penitentes, que con el capirote chafado y sus cruces al hombro caminaban descalzos e incluso arrastraban cadenas, un hombre que tenía al lado le preguntó con acento argentino:

—Perdone, entiendo que al llegar al final a todos estos señores los crucifican. Y el año próximo sacan a otro grupo, ¿verdad?

Curro se fijó bien en aquel rostro y le contestó:

—¡Tú eres Carlos Núñez, de Les Luthiers!

A partir de entonces Carlitos y Curro se hicieron buenos amigos. Compensaciones de la santísima semana…

viernes, 6 de marzo de 2015

Jesús el zelote

Carl Bloch . jesus-christ-cleansing-the-templeLa secta judía de los Zelotes, considerada por algunos historiadores como la primera organización terrorista de la historia, era un grupo nacionalista que luchaba contra la invasión romana, a veces atacando a civiles que, según ellos, colaboraban con los invasores. Barrabás pertenecía a esta secta, y también dos de los apóstoles de Jesús, Simón y Judas Iscariote. Este último, Judas, podría muy bien haber pertenecido a la facción de los Sicarios, una de las más violentas del movimiento. Los Zelotes se oponían a sus hermanos fariseos porque los consideraban demasiado adictos al dinero y poco afectos a la causa antirromana. Todo encaja. No cuesta imaginar a Jesús como un zelote con ínfulas de líder (de Mesías), alguien que, a partir de cierto momento, intenta distinguirse de sus correligionarios y elevarse sobre ellos a base de consignas espirituales. En la historia tenemos infinitos ejemplos de individuos así, aunque no muchos consiguieran la fama que obtuvo nuestro amigo. ¿Quién sabe si Judas traicionó a Jesús precisamente porque éste se había separado, con sus místicas vanidosas y sus sermones infantiles, de la línea oficial de la secta?

Resulta curioso que el pueblo judío eligiese salvar, entre élJesucristo_contempla_su_creacion-12756 y Barrabás, al zelote Barrabás, tal vez harto de las necedades de aquel excéntrico que se consideraba a sí mismo, como muchos otros excéntricos, el definitivo Mesías. Está claro que ningún judío con dos dedos de frente pudo comulgar con las pretensiones de Jesús. ¿Qué iba a conseguir Jesús con sus espiritismos, tan inútiles al lado de la lucha armada de los zelotes? Con seguridad, la mayoría de los judíos, como ocurre con casi todos los pueblos oprimidos, soportaba con resignación al Imperio Romano, que además solía respetar las culturas conquistadas y enriquecerlas con adelantos públicos y políticos. Los primeros cristianos debieron ser una pesadez no sólo para los romanos, sino para los propios judíos.

Aunque la adopción del cristianismo fue uno de los elementos (causa y a la vez consecuencia) del desmoronamiento del Imperio, nadie puede afirmar seriamente que Jesús consiguiera vencerlo, porque, en primer lugar, su mensaje llegó a las altas esferas del Imperio tres siglos después de la desaparición del propio Jesucristo, y extraordinariamente manipulado por Pablo y sus compinches; segundo, este mensaje manipulado no consiguió realmente tumbar al Imperio, sino envenenarlo alimentándose de su cadáver.

jesucristoTodo el mundo sabe que el mensaje de Jesucristo, tal como nos ha llegado, es una mezcla viciada de principios dispares, un batiburrillo incalificable de historietas provenientes de fuentes y períodos bien distintos. Lo más probable es que Jesús fuera justamente eso, un iluminado que quiso buscar su gloria en un modo alternativo de lucha contra los romanos, y perdió el seso en los vericuetos de sus parábolas. Encontró prosélitos porque, como en todos los tiempos, la reacción de un pueblo al dolor y a la invasión toma por lo común una de dos vertientes, o las dos: la violenta y la espiritual. En la primera la gente pelea, con medios más o menos legítimos, y en la segunda reza y confía en la acción furibunda de algún Dios justiciero. A partir de la conversión del imperio, la historia del cristianismo es la gran alianza entre la adormidera popular de sus enseñanzas y el negocio tradicional de los poderosos. Su historia es la de una organización que acaba intoxicando al opresor con sus manejos y sus falsedades, pero que no busca ni consigue otra cosa que reforzar al Poder y aborregar a los mansos vasallos. Su historia, durante muchos siglos, será una historia sanguinaria y represiva.

466844009No obstante, como sostuve antes, todo esto ocurre mucho después de Jesús. Es algo que crece (como excrecencia) a partir de un mensaje que debió ser sencillo, inocente, torpe, incluso algo cretino. Un mensaje que sigue repitiéndose desde la Iglesia con interesada insistencia. El otro día Pepa Bueno entrevistó a Carlos Osoro, nuevo Arzobispo de Madrid. Cuando la periodista le preguntó por el adoctrinamiento cristiano en las escuelas públicas de un país aconfesional como el nuestro, el cura hizo lo mismo que había hecho en el resto de las preguntas, salir por peteneras y no contestar a lo que se le preguntaba. En este caso, respondió que la Iglesia estaba para enseñar a los pobres mortales a dar de comer al hambriento, a dar de beber al sediento, a visitar (así lo dijo) al enfermo… Por supuesto, las ideas banales de Jesucristo pudieron ser inocentemente cretinas, pero las de este cura no son inocentes en absoluto, sino profundamente interesadas.

Como dejó escrito el propio Nietzsche, se dice de Jesús que está más allá de todo, de la cultura, del Estado, del mundo y de sus manifestaciones; se dice que no niega casi nada porque está en otro mundo, porque ni siquiera negar tiene sentido cuando el objetivo está más allá de nuestra propia vida. Y Nietzsche reconocía que Jesús está más allá de todo, afirmaba que Jesús está justo en la "tontería pura".

Según el filósofo alemán, la Buena Nueva, la promesa de otro mundo inaugura al cristiano moderno. Pablo y sus sucesores comerciales toman el mensaje de Jesús y lo descargan de preceptos ju­díos y de las boberías circunstanciales del propio Mesías. Poco a poco van tomando importancia conceptos como la inmortalidad, la otra vida, el pecado, la salvación… y sobre todo la buena vida de los representantes más listos de Dios en la tierra, esos a los que Nietzsche llamaba vampiros astutos, sigilosos, invisibles y anémicos.

¿Jesús? Un personaje inflado y simple…

miércoles, 14 de enero de 2015

El imperio cretino de la náusea

CM468_GHace un tiempo leí Arthur & George, una novela de Julian Barnes que en general me gustó, y que por momentos me entusiasmó. En ella, Sir Arthur Conan Doyle se interesaba en el caso de George Edalji, un abogado británico de ascendencia hindú, que fue acusado de matar varios animales en una zona rural del país. Los hechos en los que se basa la novela son reales. Lo Arthur_Conan_Doyle_by_EO_Hoppe_1912cierto es que la obra mantuvo mi interés justo hasta el final, el cual me pareció desentonar por completo con el resto de la historia. Hay que reconocer que si los hechos ocurrieron así, Barnes no podía hacer otra cosa que intentar ser relativamente fiel a ellos, pero de cualquier manera ese final me decepcionó. En él se describía, mediante algunos sucesos que no voy a desvelar, la relación del escritor escocés con el espiritismo. La elegancia con la que actuó el creador de Sherlock Holmes durante la novela quedó disminuida con ese gusto extraño por los fenómenos invisibles y por una de las muchas explicaciones que se le han dado a estos fenómenos a lo largo de la historia.

IMG_20150114_073638Viene esto a cuento porque esta mañana me encontré con la ronda histórica de Sevilla inundada de carteles del VII Encuentro Espírita Sevillano Fraterno. Espiritismo: “La Vivencia del Amor”, que se desarrollará muy cerca de mi casa, en unas instalaciones públicas pertenecientes al Ayuntamiento. Indagando un poco, he descubierto que esta corriente espiritista, o espírita, como a ellos les gusta llamarse, es la misma a la que prestó oídos el bueno de Conan Doyle. En concreto convoca un grupo denominado Grupo Espírita Nuevo Amanecer Joanna de Ângelis. En su página web cuentan así quiénes son (transcribo literalmente):

El 15 de agosto de 2002, dio comienzo lo que sería años después el Grupo Espírita Nuevo Amanecer Joanna de Ângelis, pasando por diferentes etapas de rupturas y crecimiento, hasta ser lo que hoy es han pasado 10 años, y aún somos tan sólo una semilla que a penas está comenzando a crecer.

Como salta a la vista, toda la sabiduría que el Espiritismo proporciona no alcanza para una expresión mínimamente correcta. Poco después, con un uso frenético y patético de las comas, explican que

Ser espírita, es compartir, y dicho acto, se da a través del amor con el que Jesús nos guía al Padre, por tanto, derribemos barreras y unámonos cada día, más y más con la fuerza del ideal que en el porvenir será la luz que Guíe a la Tierra.

allan_kardecPero ¿qué es el Espiritismo aparte de una teoría con muchas mayúsculas? Estos señores dicen que el Espiritismo “es una doctrina revelada por los Espíritus Superiores, a través de médiums y organizada (codificada) por un educador francés, conocido por Allan Kardec, en 1857”. Al parecer, no sólo es una doctrina revelada, sino también una ciencia, “porque estudia, a la luz de la razón y dentro de criterios científicos, los fenómenos mediúmnicos, que son fenómenos provocados por los espíritus y que no pasan de ser hechos naturales”. Dicen que en el Espiritismo no existe lo sobrenatural, porque “todos los fenómenos, aún los más extraños, tienen explicación científica”. Además, el Espiritismo es una filosofía, porque proporciona una interpretación de la vida, y una religión, “porque tiene por finalidad la transformación moral del hombre, volviendo a las enseñanzas de Jesucristo, para que sean aplicadas en la vida diaria de cada persona”. Aún más, el Espiritismo es la Filosofía, la Religión Universal, el Evangelio mismo, y todo ello, además de con muchas mayúsculas, con el respaldo absoluto de la ciencia. El Espiritismo responde a las preguntas esenciales: ¿Quién soy? ¿Antes de nacer, qué era yo? ¿Después de la muerte, qué seré? ¿Por qué estoy en este mundo? ¿Por qué unas personas sufren más que otras? Etc.

fotos-fantasmas-0Creen, por supuesto, en Dios, en la inmortalidad del espíritu, en la reencarnación, en la existencia de muchos mundos entre los que van y vienen los espíritus en su camino hasta el Creador, aunque cargando sin remisión con algo parecido a una memoria interna indestructible que llaman Periespíritu (“una especie de envoltorio fluídico”), donde se almacena el resultado de nuestras distintas encarnaciones. Este envoltorio toma una tonalidad diferente dependiendo de si el Espíritu es a esas alturas imperfecto (oscuro), bueno (brillante) o puro (luminoso como el sol).

La felicidad real se alcanza, según ellos, mediante la caridad, la fraternidad y la solidaridad, aunque en la concreción de estas virtudes siempre aparece el acto (caritativo, fraterno y solidario) de abrir los ojos de los demás a las verdades del Espiritismo. Llegan a afirmar que “el Espiritismo es el consolador prometido por Jesús”.

foto_de_joanna_de_angelis[1]Poseen santos, como la extraordinaria Joanna de Ângelis, que en realidad es un espíritu que encarnó en varias personas santas: “en la mansa figura de Juana de Cusa, en una discípula de Francisco de Asís, en la grandiosa Sor Juana Inés de la Cruz y en la valiente Juana Angélica de Jesús”. Se ve que los espíritus tienen mucho cuidado de encarnar en personas del mismo nombre, o tal vez sea un detalle cachondo del propio Creador, convertido por arte divino en norma transmigratoria.

No crean que el Espiritismo es una confesión de chichinabo. Sólo en Sevilla, además de su página web, poseen varios centros de encuentro de sus fieles, organizan congresos, mantienen una compañía de teatro e incluso un Centro de Estudios Espíritas. Se han publicado, desde su auge a finales del siglo XIX, cientos de libros sobre la materia, incluido uno escrito por el propio Conan Doyle. En uno de estos libros publicado en 1921, una prominente figura espírita, Léon Denis, habla sobre los ataques del Clero Católico al Espiritismo, y afirma que éste “ya ha conocido otros muchos asaltos, es tan antiguo como el mundo y durará tanto como él, porque reposa en base indestructible: la Verdad”. Y siguiendo esta Verdad tan verdadera, afirman la posibilidad cierta, natural y demostrable de la levitación y de otros muchos sucesos hasta ahora calificados de mágicos o paranormales. Algo así como la panacea de un plurimisticismo desbocado, y una digna competencia para el Vaticano y otros pretendientes de la Verdad Eterna.

En el VII Encuentro Espírita Sevillano Fraterno proponen un Taller (asimismo) Fraterno de Evangelioterapia y conferencias sobre la Terapia del Amor, sobre La Ley de Justicia, Amor y Caridad, sobre El Amor a la luz del Espiritismo y sobre El Amor en la Educación Espiritista. Se completa el programa con una Mesa Redonda de los Trabajadores Espíritas, actividades infantiles y un almuerzo fraterno, como no podía ser de otro modo.

20100112elpepivin_3_Ges_XCOMe pregunto por qué son menos creíbles estos amigos que los islamistas o los católicos, por qué estas verdades reveladas por médiums van a ser más grotescas que las de las religiones oficiales. Aunque la respuesta de todas estas grandes empresas de la mentira viene siendo últimamente que no importa en qué dios se crea, que al fin y al cabo Dios es único y ya sabrá gestionar él mismo su reino. Que lo de menos es la liturgia, que cada oveja elija la suya, porque lo fundamental es adherirse a alguna respuesta gregaria a los interrogantes esenciales de la vida. Lo suyo es hermanarse en el rebaño de alguna esas tradiciones descabelladas, que glorifican a Dios y facilitan la salvación de esas mierdecillas imperfectas que somos los hombres (las mujeres, en muchos casos, ni esto; tanto ellas como los animales deben dar gracias de que se les haya reconocido recientemente el alma…). Sin duda, es mucho mejor enmarcar nuestros desvaríos en una de esas grandes respuestas (que por muy absurdas que nos puedan sonar, traen ya la garantía de una gran empresa), que encargarte tú mismo de pensar el mundo.

Vírgenes, santos, profetas y mártires; ministros infalibles y médiums conductores, rabinos e imanes, amor al prójimo y salvación del infiel, caridad, blasfemias y guerra santa, abortos, pecados, castidad y mezquitas, libros sagrados y mentiras y más mentiras… En eso andamos, bajo el imperio cretino de la náusea.

jueves, 25 de julio de 2013

Hipocresías y espectáculo

Desde ayer hay una palabra que da vueltas y vueltas en mi cabeza: hipocresía. Sí, empezó con el accidente de tren en Santiago, pero desde entonces casi cualquier noticia parece ser una prueba más de su abundancia.

Cuando ocurre una catástrofe como ésta nunca pienso sólo en las víctimas y en sus familias. Incluso en algunos casos de masacres terroristas, no puedo evitar pensar en los asesinos. Aún más cuando los responsables son muy jóvenes, o lo son por simple imprudencia, o incluso víctimas ellos mismos de las circunstancias. Me ocurrió incluso en esa terrible historia de Marta del Castillo, tan cercana miguel-carcaño-400x300que casi podíamos oír desde casa los lamentos de esos pobres padres. Aún hoy pienso en Miguel Carcaño, cuyo acto criminal no se redujo a asesinar a la chiquilla y a librarse fríamente de su cuerpo, sino que lleva años condenando a esos padres a una ignorancia escalofriante sobre el paradero del cadáver de su hija. Y pienso en él porque, sin reducir un átomo su culpabilidad y la necesidad de castigo, y sin perder de vista que Marta murió y él sigue viviendo, no deja de ser una jodida víctima más de este estado de cosas. Cualquiera que no viva en una burbuja ha podido contemplar situaciones en las que algún niño se cría para reproducir comportamientos como el de Carcaño. Basta pasar junto al Vacie en Sevilla, o darse una vueltecita por algunos barrios del sur, preferentemente de noche. Convivimos con esa miseria, que en baja intensidad se produce también en muchos barrios populares, pero luego nos indignamos con sus víctimas, cuando estas víctimas no son capaces de comportarse como es debido. Insisto en que la justicia es necesaria, y que nada de esto debe impedir que el presente esté regido por el castigo a conductas que, generalizadas, podrían conducirnos al desastre.

Vacie

Ahora, con el accidente de Santiago, justo un instante después de pensar en las víctimas y en sus familiares, se me vinieron a la cabeza dos cuestiones: la primera, cómo el número de muertos afecta a nuestra sensibilidad, y la segunda, la necesidad que todos instintivamente tenemos de buscar un culpable.

Como cada año, los muertos por accidentes tráfico superarán en varios miles a los muertos por accidentes de tren o avión. Sin embargo, la gran mayoría de los conductores seguiremos conduciendo en este país como verdaderos salvajes, algo así como parece que conducía el maquinista del tren de Santiago, con la diferencia de que nosotros podemos matar a dos, cuatro, ocho personas, y él supuestamente ha matado a ochenta.

Por otro lado, siempre ha de haber un culpable, y cuanto antes mejor. Es una especie de necesidad autoinculpatoria de los espectadores. Sin tardar, en cuanto se supo que este hombre entró en esa curva a casi doscientos kilómetros por hora, un grupo enorme de carroñeros se ha lanzado a por el criminal, buscando la primicia que demuestre que no sólo tiene sobre su conciencia muchos muertos y heridos, sino que además merece la reprobación y el desprecio de la gente de bien. Un desprecio semejante al que el conductor ha parecido sentir al jugar con un tren cargado de personas; es cierto, un desprecio tal vez no tan peligroso, pero sí fabricado con el mismo material: la falta de compasión y la hipocresía…

Porque hay una pregunta que debemos hacernos los que podemos mirar este horror con cierta distancia: ¿cómo en esta era, donde las máquinas parecen a veces pensar, un tren con trescientas personas puede depender del error humano de un maquinista? Es difícil de admitir que no existieran otros dispositivos de seguridad que advirtieran e impidieran una tragedia tal. Pero ya tenemos a un perfecto chivo expiatorio que salvará a otros muchos culpables, y la gente de bien respiraremos tranquilos y asistiremos al carnaval informativo despertándonos del marasmo estival…

Pero decía que la palabra hipocresía no paraba de subirme a la garganta. Y me viene al ver a la acostumbrada caterva de personalidades que se harán la foto con la tragedia de fondo, gentuza que no duda un instante en desahuciar a miles de familias, en condenar al paro y a la desesperación a millones de personas, en acabar la faena de otrosDesahucio_Torrejon muchos hipócritas convirtiendo este país en una madriguera de ladrones y aprovechados, sin cultura ni educación. Personalidades que no dudan en apalear a los niños y los ancianos, a la gente pacífica que pide en las calles justicia (legal y social) y libertad. Tal vez alguna de las víctimas estuvo no hace mucho en algún acto de apoyo a una familia desahuciada: hoy basta haber muerto en un buen espectáculo para que se convierta en un ser homenajeable, por el que se dictan días de luto y en nombre del cual unos individuos, cuyo grado de indignidad es sólo semejante al de su hipocresía, hacen declaraciones solemnes.

Pero pienso en otras pequeñas hipocresías, en la de ese vecino que, antes de ayudar a las víctimas, tuvo la sangre fría de grabar el lugar de la tragedia, o en la hipocresía de todos los que han visto ese vídeo y la de los que como yo, sin haberlo visto, estamos deseando verlo. Porque estamos acostumbrados a que todo sea un espectáculo.

Hipocresía en los resultados de nuestras (ay, nuestras) grandes empresas, que obtienen grandes beneficios e incluso invaden comercialmente otros países aparentemente más ricos, como si aquí rebosara la riqueza. E hipocresía en esa enorme cantidad de pequeños inversores que mantienen a estas empresas a cambio de una rentabilidad ridícula y repugnante, porque está conseguida con la esclavitud y la vergüenza. En cierta forma, todos estamos condenados a colaborar con estas grandes empresas, todos estamos abocados a la hipocresía.

vaticanoPara terminar, la guinda del pastel, escucho en la radio al nuevo Papa, hablando en portugués a los vecinos de un barrio de favelas, contándoles su idea inicial de llamar a todas y cada una de las puertas de los pobres, idea que ha cambiado por el popular baño de masas porque son tantos los pobres y tan indistintos… Lo dice un tipo que preside uno de los estados más ricos de la tierra, un individuo que vive entre tesoros incalculables, que dirige un negocio que es dueño de multinacionales, de un imperio que lleva dos mil años funcionando y conquistando a los pobres con sus inveteradas técnicas de parásitos de la miseria.

Y así podríamos seguir durante días, describiendo grandes y pequeñas hipocresías, porque la hipocresía nos mantiene unidos y porque ¿no nos hará humanos precisamente la hipocresía? Miro a los policías, a los bomberos, a los sanitarios, a los miembros de protección civil, a los vecinos que acuden al tren a salvar a sus semejantes y quiero creer que no, que aún hay margen para la justicia y para la civilización…

martes, 2 de julio de 2013

Sobre la memoria y el olvido

CM350_GAusterlitz, el personaje de Sebald, regresa al lugar donde nació. Poco antes de que los alemanes ocuparan la entonces unificada Checoslovaquia, el niño fue enviado a Gales y puesto a salvo del desastre inminente. Sus padres permanecieron en la ciudad con la pretensión de partir unos días después, pero el mazazo de la terrible ocupación nazi fustró sus planes, y tras su confinamiento en uno de los campos de concentración fueron asesinados como tantos otros judíos.

Austerlitz visita la pequeña fortaleza de Terezin, en la República Checa, y buscando gente con su apellido encuentra a Vera, su antigua nodriza, vecina de la familia, que lo ayuda a reconstruir su pasado. Con ese poso imborrable de melancolía que siempre dejan los grandes sufrimientos, Vera relata la vida de la madre de Austerlitz en Theresienstadt (nombre alemán para Terezin), un pueblo que los alemanes tomaron y convirtieron en un gueto judío. Lo clausuraron con muros y lo utilizaron, además, para filmar una película de propaganda titulada El Führer regala una ciudad a los judíos, para la que adecentaron las calles y mostraron a la población realizando todo tipo de actividades cotidianas. De hecho, en los preliminares de la grabación, aquellas pobres personas creyeron que el régimen nazi se apiadaba de ellos, y por unos días renacieron en ellos las esperanzas de que aquella pesadilla por fin terminaría. La gran mayoría de la población fue trasladada a campos de exterminio y asesinada. Hoy Terezin es un museo vivo y punzante de la ignominia…

Recuerdo a Sebald y su Austerlitz porque el otro día consultaba varios libros sobre las víctimas de nuestra Guerra Civil. Mi abuelo paterno, en busca y captura no sé muy bien por qué motivos (tal vez pequeños hurtos), fue descubierto y denunciado por un cura y encerrado en la cárcel de Sevilla. Poco después, un 9 de noviembre de 1936, fue sacado de la cárcel y fusilado por el bando de guerra. El general Queipo de Llano fue quien tomó Sevilla y el que garabateó en un tosco y petulante castellano estos bandos de guerra. Se estima en miles los muertos que produjeron sólo en la ciudad, una ciudad en la que, salvo en el barrio de la Macarena, apenas hubo resistencia a la ocupación militar. Muchos miles más fueron los asesinados en los pueblos de la provincia, en los que Queipo de Llano llegó a imponer un número mínimo de fusilados, y en los que cualquiera que hubiera expresado de alguna forma su libertad política y de conciencia se convertía automáticamente en delincuente.

Queipo en Sevilla

Hoy, los restos de este sujeto, que fue despreciado incluso por su propio régimen, y que fantoche y socarrón apodaba al dictador Franco Paca la culona, descansan en la basílica de la Macarena, en el mismo barrio que opuso la última resistencia al fascismo en la ciudad. Entré en la basílica hace sólo Tumba de Queipo de Llano en la basilica de la Macarena Queipo de Llanounos años. Mi amiga alemana Heidi nos había visitado en Semana Santa, y al pasar cerca del edificio, que bullía de gente, no quise dejar de responder a su curiosidad. Mientras Heidi tomaba fotos de las recargadas orfebrerías de la iglesia y los pasos, yo sentía un asco insoportable.

Hoy pienso que sí, que la memoria del sufrimiento produce melancolía, porque el tiempo sólo corre hacia delante y los efectos de la maldad y la injusticia nunca tendrán solución. Pero infinitamente peor que el dolor de la memoria es el olvido, la incapacidad para, con el sosiego de la paz recuperada, colocar los huesos indignos de un asesino en un lugar donde todos podamos evocar la indignidad y reflexionar sobre ella… Aunque, si bien lo pensamos, igual una iglesia es justo el lugar adecuado para que descansen los huesos del carnicero, un lugar donde, consciente o inconscientemente, se venera el olvido ―el del pasado y el de uno mismo―, la tradición sangrienta, la resignación del rebaño, la muerte como triunfo, la indignidad en suma…

lunes, 18 de marzo de 2013

Crear o creer

Papa Francisco

Si el ciudadano medio, el ciudadano obediente se resistiera a dar tan fácil crédito a todas esas verdades sagradas y civiles con las que lo bombardean desde que nace, al mirar en derredor no saldría de su asombro y se quedaría encerrado en el pasmo de los sucesos como un niño en el laberinto de espejos.

Este ciudadano despierto comprobaría, por ejemplo, cuán vergonzosa es la feria de espectros que cada tanto se organiza en ese estado dictatorial y machista que es el Vaticano, un negocio opaco y millonario que gestionan y promocionan unos tipos feos, pálidos, afectados y en muchos casos, como atestiguan no pocas sentencias judiciales, pedófilos y delincuentes, o en su caso encubridores confesos de abusadores de niños.

Ni sus viejas y permanentes relaciones con la mafia, ni sus escándalos bancarios y empresariales; tampoco el lujo repugnante que exhiben, ni su política salvaje y criminal en relación con el SIDA o la planificación familiar; ni siquiera su milenaria y documentada historia de sangre y corrupción importan nada cuando un abuelete sonriente, de turbio pasado, sale al suntuoso balcón de San Pedro y le farfulla al mundo que Dios es capaz de perdonarlo todo. En su presuntuoso desvarío da por hecho que todos somos hijos de su Dios atrabiliario, que la humanidad se postra ante su grotesco poder y que los mejores sentimientos humanos son ancestral patrimonio de su empresa, cuando basta mirar bajo sus carísimas ropas para advertir que en los sótanos de esa iglesia crepita y apesta un infierno de inmundicia secular.

Quino

(obra del genial Quino)

Pero lo peor de todo, lo que ha permitido que una institución tan podrida como la iglesia católica haya llegado hasta nuestros días, es que el ser humano se muestre tan incapaz de comprender la estupidez de sus postulados, la tosca falsedad de sus enseñanzas, el truco ridículo e indignante de sus liturgias, la continua exaltación de la enfermedad que, desde los altares, estos enviados de la nada hacen cada día y en cada rincón del mundo.

A diferencia de los animales, y por tener la capacidad de ser consciente de sí mismo, el ser humano se ve impulsado a la trascendencia, a una búsqueda del sentido de las cosas que puede ser un fecundo juego creativo, un intento falible de aumentar el bienestar y la felicidad de las personas, o por el contrario convertirse en una trampa infalible que lo devuelva a la esclavizada animalidad. Afrontar la vida creando valores propios, aprovechando los esfuerzos que tantos otros hicieron por indagar en este mundo con la intención de hacerlo más habitable, eso es aceptar el reto de vivir. Creer en dogmas de cualquier iglesia nos dispensa de esta inquietud vital y nos convierte en mansos borregos que, repitiendo oraciones, viven un constante simulacro de libertad, y se debaten entre las cercas que los pastores, caprichosa e interesadamente, van estableciendo alrededor de nuestro juicio y nuestra cordura. Si elegimos ser, luego tendremos que optar por crear o por creer

En lo que a mí respecta, el Papa, ese personaje patético que una manada de monstruosos, sobrealimentados y siniestros individuos eligieron quién sabe con qué oscuros intereses, no me dirá nada hasta que no disuelva el tinglado de muerte y mentira que dirige, y hasta que no predique a los cuatro vientos que el bien y la verdad no son los adornos del poder de ningún ser supremo, sino la fuerza misma del ser humano, la afirmación que nos permite razonar más y mejor y organizarnos en bien de nosotros mismos y de la humanidad, con amor y humor, sin fervor ni súplicas ni rezos ni pecados, sin adorar a ningún becerro de oro (no otra cosa es la jodida iglesia) y sin llenar las cabezas de los demás de ideas peregrinas y acatamientos interesados.

Crucifx

(otra obra del genial Quino)

No es la religión la que salva al hombre de las guerras, las injusticias y la miseria, sino la desaparición de las creencias institucionalizadas y la inauguración de un tiempo en el que los seres humanos se coloquen ante sí mismos y ante los demás, se miren con atención, dialoguen y, sin libros sagrados ni extravagantes pastores celosos de su rebaño, se pregunten cómo pueden salvarse mutuamente en este mundo, en éste, en el único mundo que nuestros sentidos (incluido el común) nos permiten conocer, en este mundo hoy envenenado por la ciega fe y por el comercio organizado y criminal de los valores, fe y comercio en el que la iglesia católica tiene más de dos mil años de experiencia.

miércoles, 6 de febrero de 2013

Disquisiciones patosóficas

Si Dios existe, espero que tenga una buena excusa (Woody Allen)

Cartel-Utopia-Leo-BassiEl sábado acudí al Teatro Quintero, donde Leo Bassi daba la segunda función en Sevilla de su espectáculo Utopía. Sólo había visto a Bassi en televisión, en su traje de cómico furibundo que mancha la ropa a los espectadores y los aterra con sus locuras.

Bassi salió al escenario elegante, se sentó en un banco y comenzó a hablar muy sereno de la ruina actual, y yo me pregunté: ¿cómo hará este buen hombre, él solito, sin otros actores, para mantenernos aquí sentados durante hora y tres cuartos? Unos instantes más tarde, cuando el buen hombre comentó que la función estaba a punto de finalizar, yo no salía de mi asombro… Me lo había pasado tan bien…

Leo Bassi es un tipo adorable, con apariencia de gruñón y de gamberro, sí, pero con una cultura exquisita y un alma cautivadora. Y así nos regaló hora y tres cuartos de risa, de emoción, de nostalgia, de humanidad pura y dura, hora y tres cuartos de fascinación ante un payaso en toda regla.

Poco antes del final, Bassi hizo una reflexión que me gustó: estos políticos que nos gobiernan en España, los del gobierno de ahora, los del anterior, muchos de los aspirantes a gobernarnos, creen que somos idiotas, que no entendemos nada, que pueden engañarnos con facilidad. Todos los días tratan de embaucarnos, y no pocas veces lo consiguen. Pero ¿cuándo comenzó esto, quién fue el primero que nos mintió, quién inició este engaño sistemático de las masas, a estas alturas refinado con las más depuradas técnicas publicitarias y políticas? Entonces Bassi se detuvo, se colocó en postura predicante y nos bendijo con su mano sagrada.

Sí, la religión, la iglesia es la primera manifestación fundada en el engaño sistemático y en la búsqueda de réditos económicos y de poder temporal. Por supuesto, las religiones monoteístas son sólo la continuación perfeccionada de una ilusión que viene, en algunos casos, de miles y miles de años atrás, ilusión que les sirvió a aquellas primeras criaturas para calmar su desamparo y su ignorancia. Pero hoy sabemos que ninguna organización ha conseguido alcanzar un nivel tan alto de perfección en la mentira como estas empresas organizadas del espíritu, materialistas y facinerosas a niveles aterradores.

Cristo sangranteTambién resulta asombroso cómo un truco lógico tan burdo como el utilizado por estas religiones ha conseguido que millones y millones de personas crean en sus mentiras. Imagino que ese esquema tan simple y vicioso que apela a la fe para convencer a la gente de que Dios existe es la piedra filosofal de todos los publicistas, a quienes por cierto Bassi también culpó en parte de este desastre cultural en el que sobrevivimos. Sí, convencer a gente instruida, inteligente y crítica de que la prueba fehaciente de que Dios existe se encuentra justo en su propio acto de creer es el invento de los inventos, porque no sólo es una idea simple y directa, sino incontestable. Quienes no tenemos fe no podemos entender la cuestión, ni siquiera podemos ver a Dios hasta que no dispongamos de esa iluminación divina, de punto oscuro en nuestra razón. La fe, además, no es una manifestación cultural más, sino un regalo que el mismo Dios envía a los elegidos. Y oiga, ¿quién va a rechazar a estas alturas un regalo? Estas mismas reflexiones que hago no significarán nada para los fieles creyentes, porque su creencia posee incorporada protección anticríticas. No necesitaré decir, pues, que no pretendo con este texto convertir a ninguno de ellos, aunque siguiendo la lógica recursiva de la fe, cualquiera de mis buenos amigos cristianos bien podría dar un paso en falso, apagar sin querer el antivirus durante un instante, y de pronto cuestionar no tanto la existencia de Dios, sino la inmanencia y la necesidad de la fe, y de ahí a ser uno mismo y mirar a Dios con ojos algo más razonables va sólo un pasito de nada.

PatoBassi, en su espectáculo, nos propuso una alternativa: la Iglesia Patólica. Nuestro amigo reconoció la necesidad que todos tenemos de dioses, de algún dios bueno, que nos deje vivir sin rodearnos de cantamañanas ridículos y de rancias liturgias, que crea en el ser humano, que ame a los niños sin toquetearlos, un dios que, falible, no sólo no imponga castigos sino que sepa llorar y sienta debilidades, un dios ingenuo sin afán de exclusividad, un dios con humor. Y para el cargo no se le ocurrió otro que el patito amarillo de goma con el que todos hemos jugado en la bañera de pequeños. La Iglesia Patólica considera sagrados el humor y la risa como expresión más alta de la inteligencia humana, como camino más directo a la felicidad. En sus textos, el Patolicismo reconoce “valores fundamentales como la humildad, el optimismo y el espíritu lúdico, pero reivindica también el derecho a la burla como acto transcendental”. Se declara heredero de la Ilustración y defensor de la duda que nos salva de oscurantismos, totalitarismos y supersticiones. Es una Iglesia nada idólatra ni intolerante, y por tanto una religión nueva y muy distinta de las existentes. Yo añadiría, además, y no es moco de pato, que nos ahorra todas las milongas con las que las Iglesias actuales suelen marear a sus fieles…

En el barrio madrileño de Lavapiés, el Sumo Pontífice Bassi abrió una primera capilla dedicada al dios Pato, y en ella tienen lugar varios ritos, entre los que se encuentran bautizos pero nunca a menores de dieciocho años, puesto que los bautizos a niños son considerados en esta nueva religión como anti-páticos. Y no es menos importante la creencia patológica en un mundo mejor, que no está en otros mundos, sino en éste. Es este mismo mundo, pero mejor, y por eso esta Iglesia quiere que sus fieles… no, no, perdonen, esta Iglesia, como dijo Bassi, no tiene fieles, sino amigos… así pues, la Iglesia Patólica quiere que sus amigos luchen por un mundo mejor, enfrentándose a los poderes que instituyen hoy día la injusticia y la esclavitud de las conciencias, entre los que se encuentran, y la mar de bien situadas, las religiones monoteístas y sus lucrativos negocios eclesiales.

Gloria al Pato, amén.

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lunes, 15 de agosto de 2011

El Gorrión Padre

Marquerite youcenar “Hice bien en dejarme llevar por la gran ola divina; no me arrepiento de haber sido rehecha por las manos del Señor. No me ha salvado ni de la muerte, ni del mal, ni del crimen, pues gracias a ellos nos salvamos. Me ha salvado tan sólo de la felicidad”. Así termina el relato titulado María Magdalena o la salvación, publicado por Marguerite Yourcenar en su libro Fuegos (Alfaguara, 1989).

La felicidad es un elemento difuso, es cierto, pero aquí Yourcenar lo equipara con la vida. Porque la vida, entre otras muchas cosas, es muerte, mal y crimen. Y el cristianismo, en mayor o en menor medida, como cualquier otra religión, de lo que nos salva es de la vida. Si somos creyentes, cualquier hecho, cualquier sensación, cualquier movimiento lo hacemos pasar por el tamiz de nuestras creencias.

Creo que el principal problema de los creyentes en un dios es su incapacidad para imaginar un mundo sin Él. Si por un instante lo consiguieran, posiblemente iniciarían su camino sin retorno hacia un ateísmo difuso y no militante. De la misma forma, un cristiano podría decirme que imaginase que Dios existe, que todo lo que se habla de Él, que todo lo que la tradición le atribuye es cierto. Bueno, aparte de que la mayoría de los ateos hemos pasado por esa etapa, hemos creído en un ser así y por tanto ya sabemos qué se siente creyendo en Dios, hay dos obstáculos fundamentales para que esa imagen nos cambiase la vida: primero, pensar que la historia sagrada y sus derivaciones es cierta sería como admitir la posibilidad, por ejemplo, de que una Mano y gorrión[1] pluma de gorrión que nos cayese sobre la cabeza venga de un Pájaro Divino, una especie de omnipotente y discreto Gorrión Padre que domina las leyes del universo hasta el punto de señalarnos con esa pluma, una pluma que, sin dar más explicaciones, nosotros sentimos (revelación) que es una señal Suya. Todo el mundo coincidirá conmigo en que esta eventualidad, aunque improbable, es por supuesto posible. Incluso, si yo fuera más dado a creer, podría argumentarles que si no creen en ella es por pura falta de fe. Pero ocurre que habría infinitas historias posibles como ésta, y el ser humano debería elegir entre ellas cuáles creer y cuáles no, y no mucho menos improbable parece la historia del gorrioncito que la del Dios cristiano y aún más la de su hijo Jesucristo.

En segundo lugar, la historia cristiana, como la del Gorrión Padre, no nos hace falta para vivir, para sentir, para ejercer todos esos valores que la Historia Sagrada ha querido apropiarse durante dos siglos. No es que uno pueda ser bueno, gentil, caritativo, desprendido, compasivo, virtuoso, filántropo, misericordioso e incluso piadoso sin profesar el cristianismo ni ninguna otra religión, sino que se dan infinidad de ejemplos todos los días que demuestran que creer en Dios no es consustancial al hecho de ser una buena persona. La voluntad simple de no hacer a los demás lo que no me gustaría que me hicieran a mí, un principio bastante egoísta pero también bastante útil, sirve para ser un buen amigo y un magnífico vecino. Si uno, además, se educa en el gusto por la sonrisa y el disgusto por el dolor, propios y ajenos, pues entonces…

Por supuesto, en este punto es interesante recordar la obviedad de siempre: cada uno puede creer en lo que quiera. Estos párrafos no pretenden convertir a nadie sino sólo charlar sobre este tema, como hace un rato charlaba sobre los bellos rincones de la Toscana. Y de esta obviedad surge la consideración de que todos, al fin y al cabo, creemos en algo, y creemos que ese algo es importante, conveniente, útil y cierto. Pero ¿qué diferencia al cristianismo (y a las demás religiones) del resto de las creencias personales? Una diferencia innegable es su afán proselitista y su necesidad de constituirse en un sistema organizado. concilevaticani Por supuesto, como los mismos cristianos admiten, no hay un cristianismo, sino tantos cristianismos como cristianos. Si a San Pablo se le ocurrió alguna vez una genialidad sin par fue ésta, ésta precisamente: es fácil ser cristiano, porque puedes entregar tu vida o guardártela toda para ti sin compartir ni un gramo de ella. Puedes comportarte como un beato yendo de éxtasis en éxtasis, o puedes ser un pulcro inspector educativo, que no va nunca a la iglesia, que veranea en Benidorm y tiene todos los discos de Amaral. Todos podemos ser cristianos sin demasiado papeleo. Ha funcionado tan bien que la estratagema ha sido copiada, en mayor o menor medida, por todas las religiones con afán proselitista. Todos podemos ser cristianos simplemente con creer en Cristo y en su mensaje (aunque no tengamos ni la más ligera idea de cuál fue este mensaje). Como no podía ser de otro modo, como todo en la vida, esta estructura se ha traducido durante estos dos milenios al lenguaje económico y político: nunca le faltó a la Iglesia el poder ni el dinero. Pudo haber misioneros dejados de la mano de Dios, monjas que se pelearon en el barro con la muerte de niños e inocentes sin el más mínimo apoyo de sus orondos dirigentes, pero la Iglesia, la estructura, ésta que a la que ahora van a saludar un millón y medio de jovencitos y jovencitas, siempre ha tenido ropajes dorados y comida en abundancia. El asunto es tan patente que llega a parecer demagógico.

Pero si el truco fuera sólo éste, el reino de Dios habría pasado hace siglos. El truco se encuentra precisamente en que la religión, y el cristianismo en nuestro caso, pretende salvarnos de nuestra felicidad, trata de evitarnos la vida sumergiéndonos en ella con la escafandra de una imagen sagrada; una imagen que, a fin de cuentas, reporta riquezas mundanas a muchos hombres, sobre todo hombres, que se despatarran entre lujos desde hace dos mil años.

Nadie puede negar que los cristianos viven la vida, pero no la viven directamente, porque se escudan continuamente en lo que ellos creen que es el mensaje de Cristo. Digo en lo que ellos creen, porque todos creen no sólo en métodos distintos para cumplir ese mensaje, sino que creen en mensajes a veces radicalmente diferentes y contradictorios. El esquema es endiabladamente astuto: millones de personas creerán en algo distinto (lo que nos garantiza que en el saco caerán judíos y gentiles, nobles y plebeyos, tirios y troyanos), pero todas estarán unidas por el convencimiento de que Dios está ahí, tutelándolas sin tutelarlas, protegiéndolas de una muerte que sin embargo llega inapelablemente, y a veces de forma absolutamente cruel, prometiéndoles un reino que nunca llega, porque las promesas divinas y los caminos hacia la Tierra Prometida nunca llevan a otro sitio que a la propia vida, que continúa fluyendo indiferente a todas nuestras estúpidas creencias (en las que no sólo incluyo las religiosas, sino hasta la más mínima y más personal). Dios además, nos mira desde arriba con una sonrisita paternal cuando tratamos de comprender lo incomprensible, cuando de alguna de sus contradicciones tratamos de extraer conclusiones que siempre, indefectiblemente, acaban siendo pobres intentos mundanos de comprender el misterio de Dios.

30-noviembre-08blog Para ser políticamente correcto, y por muy enfadado que uno esté con el adocenamiento de tanta gente, con la extensión entre el rebaño del pensamiento bíblicamente tamizado a costa de un pensamiento mucho más personal, creativo y valiente, uno debe siempre opinar que el hecho religioso tiene que desarrollarse en el ámbito personal. Ahora hay muchos cristianos que opinan así: el Estado debe ser aconfesional, y los cristianos deben practicar sus ritos en la privacidad de sus templos y sus casas. Por supuesto, ya vimos antes que todos piensan que vivir es practicar el cristianismo (suena hasta obsceno: ser cristiano, una eventualidad confusa en un instante de los miles de millones de años del universo, antecede al hecho de vivir, de ser humano), y aunque esta privacidad puede ser muy discutible, el problema es mucho mayor que éste, porque por mucho que estos cristianos (cada vez más numerosos) critiquen las instituciones religiosas, no dejan nunca de promover su modificación pero no su disolución. Saben en el fondo, a veces de modo inconsciente, que si el aparato de la Iglesia se hunde, la religión que sustenta también se hunde. Son cristianos no porque estén de acuerdo con unos valores concretos, porque para ser cristiano no se pide estar de acuerdo con nada. Lo decía el otro día un tipo extraño que dirigía un seminario con un montón de pobres niños con cara ya de enfermos: no se elige el seminario, te eligen, eres llamado. Tú no tienes que estar de acuerdo con nada, aunque luego, en los infinitos cristianismos haya gente que se oponga a esto o a aquello. Los diferentes cristianismos son sólo el negocio de la Iglesia que permite agujeros en las almas de sus feligreses para que el viento de la realidad no se las lleve.

Pero decía al principio que si muchos cristianos pudieran imaginarse a sí mismos solos en el universo, solos sin Dios, acompañados únicamente (joder, sigue sonando obsceno) por sus hijos y sus amigos, por sus padres y sus hermanos, por sus tíos y sobrinos, e imaginaran cómo harían para bandearse en este mundo de locos, en ese momento comenzarían a abandonar a Dios como al despertar se abandona a un terror que nos ha amargado el sueño. Porque entre los cristianos, como entre los fontaneros o entre los aficionados a los boleros, hay gente inteligente y gente boba, valientes y cobardes, científicos y alquimistas, soñadores e individuos asquerosamente prácticos, pero todos, todos sin excepción, admiten que hasta la última de sus células le benedicto pertenece al Altísimo, y aunque modernas teorías conciliares argumentan la libertad de la voluntad humana, descargando a Dios de otro más de sus poderes, en el fondo todos se consideran hormiguitas que construyen, de una u otra forma, la colmena perfecta para Él, para su infinita gloria, una gloria de la que, al parecer, a los que sean buenos y fieles, aunque algunos opinan que también a los que no lo seamos, nos dará un trocito en el fin de los tiempos.

Pero ahora se trata de recibir a ese individuo siniestro con banderitas y cánticos simples, que vendrá a decirnos que si vivimos en Dios y bajo sus preceptos, todos podremos llegar a ser tan santos como el mismo Papa. ¿Y tan ricos? No, tan ricos no, dejémonos de tonterías mundanas, y conformémonos con protegernos de la felicidad.