viernes, 13 de abril de 2007

El comercio cronopial de lágrimas

Los cronopios lloran con un llanto nunca igual pero siempre inocente.

En ocasiones las lágrimas les brotan con motivo conocido, por ejemplo ante una ausencia irreparable. La cabeza se les puebla de recuerdos y de impulsos infantiles (es decir, caóticos, ilusionados), pero de súbito un retrato les muestra el rostro del adiós, y entonces sacan sus pañuelitos arrugados y esconden sus caritas de vagabundos en la oscuridad de sus ojos cerrados.

Otras veces los razones de su llanto no estás tan claras, y las lágrimas surgen de un imposible, de una puerta cerrada con llave, de un espejo roto, de un solar antaño poblado de malas hierbas y veredas, y hoy destrozado por cómodos y cálidos edificios...

Los famas no saben que sus propias lágrimas, cuando son inocentes, poseen exactamente la misma composición que la de los cronopios, porque si lo supieran podrían llevarlas al mercado de sus vecinos, y trapichear con ellas en los quioscos de lágrimas, donde los cronopios las cambian por todo tipo de objetos preciosos. Los cronopios adoran las lágrimas como si fueran perlas, y las observan con sumo detenimiento, destacando en ésta su delicado sabor a melancolía, en aquélla las formas de saquito aterciopelado que la tensión superficial y su composición salina les concede, o en aquella otra la virtud de transformar la luz de una sonrisa posllanto en un carnaval de brillos inesperados.

Dicen que una vez un cronopio, al que algunas lenguas insustituibles pero maledicentes tachaban de fama, ofreció todo su reino por una sola lágrima, y eso sabiendo que a aquel pequeño diamante líquido lo sucederían otros muchos imposibles, y, claro está, otros muchos llantos.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Sí, alguna vez me contaron de cronopios alados y soñadores que van por el mundo disfrazados de famas responsables y sensatos para mitigar el desasosiego del caos... Bien podría ser este uno de ellos ¿Se sabe algo de él? ¿Cómo termina la historia?

Sir John More dijo...

Temiendo que esa lágrima pudiese seguir el camino envenenado de aquellos herretes de diamantes de Ana de Austria, Reina de Francia a la que quiso traicionar el infame Richelieu, nuestro cronopio se limitó a soñar muy detenidamente con aquel tesoro, a evocarlo casi diariamente y a plasmar sobre el papel imperturbable las sensaciones que aquella lágrima le provocaba. En cierta forma, entregó su reino por aquella lágrima...

Jorgewic dijo...

Querido Sir John

Muchas gracias por tus palabras de animo y tu interés..., procuraré estar a la altura. Poco a poco, tacita a tacita, se hizo toda la sierra (Morena, que somos paisanos, y no es casualidad). De Cioran se hablará aún mucho, aquí y en otras partes, que el silencio es más elocuente cuando ocupa menos espacio. Yo me entiendo...

Ya sabes donde me tienes. Un abrazo