Leyó sus palabras, las que ella le dedicaba. Las disfrutó, pero se detuvo en la última con la sensación evidente de haber patinado sobre ellas con demasiada prisa…
No hacía mucho que, cada vez que recibía de ella un manojo de esos sugerentes monstruitos negros, se veía incapaz de evitar un pequeño temblor al saberse su destinatario. ¡Qué deleite y qué inmerecida distinción! Esas hormigas negras que parecían desgajarse de sus alas tenían para él el mismo efecto que aquellos lejanos amores primeros, que advenían envueltos en perfumes inconfundibles, en actos inolvidables…
No hacía mucho que, cada vez que recibía de ella un manojo de esos sugerentes monstruitos negros, se veía incapaz de evitar un pequeño temblor al saberse su destinatario. ¡Qué deleite y qué inmerecida distinción! Esas hormigas negras que parecían desgajarse de sus alas tenían para él el mismo efecto que aquellos lejanos amores primeros, que advenían envueltos en perfumes inconfundibles, en actos inolvidables…
Así pues, sus ojos deshicieron el camino y releyeron el mensaje. Cada pedacito oscuro de ala se removía, inventando con las frases aleteos silenciosos y rebosantes de cariño. ¡Era él, su vista cansada, sus manos sedientas, él, el destinatario de aquellas caricias!
2 comentarios:
holita!!
Excelentísima Señora Doña u: su saludo me causa una enorme satisfacción. Sigo su cuaderno con atención, aunque le reconozco que no son pocas las veces que me extravío en él y en sus palabras. Pero seguro que imagina que los extravíos son mi contento. Agradecido por su visita y deseando que se prodigue, le envía un beso con mucho, mucho cariño...
SJM
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