Una semana de lluvia y sorpresas basta para trastornar las costumbres. Schütz levanta en este instante, con la suavidad habitual, una pequeña celda a mi alrededor, fuera de la cual nada existe salvo un espacio infinito, vacío y silencioso. Es la propia música del silencio, que pone marco oportuno a este cansancio, a esta carencia súbita de un afán que apenas me alcanza para arrojar unas cuantas líneas, arrancadas a la desgana, en mi vanidoso cuaderno. La maquinaria insensata del mundo continuará rechinando, y mañana será otro día, pero hoy el frío que se instaló en mi interior me impide imaginar cómo haré para inventar nuevas fuerzas. Incluso las palabras nacen torpes, pesadas, reiterantes e innecesarias…
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