El 15 de julio de 1985 conseguí para mi abuela el carné de la Biblioteca Pública de Sevilla, que entonces se encontraba en un estrecho edificio de varias plantas en la calle Alfonso XII, hoy abandonado. Mi abuelita, aficionada desde su juventud a Marcial Lafuente Estefanía, y sin moverse de su sillón, se zampó toda la producción de Agatha Christie, de Simenon y de Conan Doyle, y no sé cuántos libros más que no recuerdo… ¡Qué bien me sentí llevando y trayendo libros!
Un año después obtenía este carné de la Coordinadora de Cine-Clubes Universitarios. Nunca olvidaré el olor de aquellos salones de actos donde el cine me iba empapando el alma… El bazar de las sorpresas, Candilejas y El gran dictador, Cuerno de cabra, El último tango en París...
Y por aquella época, en un cine de barrio en Madrid, Almu y Sara me llevaron a ver El sur. Este cartel fue de pared en pared durante años, porque todos tendríamos que viajar alguna vez hasta nuestro sur, pero yo tal vez había nacido en él, en mi sur, condena y paraíso de mis días. Y muchos años después escribí sobre él en Taur-im-Duinath, el bosque entre ríos donde los seres mágicos se encuentran: “La espera, el amor incrustado en el corazón, la tristeza como compañera fiel, y la palabra imposible tiñendo el aire de respirar como la excusa terrible que mueve la pluma y crea palabras. La vida se enlentece, se detiene por momentos, se ralentiza a la luz tenue de un otoño sin fin”.
2 comentarios:
Qué maravilla de abuela!! Es lo más cariñoso que leí, cuánta ternura, me la imagino leyendo y leyendo. Unos recuerdos entrañables de los cuales estoy encantada de que nos hagas partícipe. Besos
Si la hubieras conocido aún estarías más encantada... Besos agradecidos.
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