Piotr Andréievich Smietana pinta la confusión como otros pintan un paisaje o un retrato. Sobre el fondo desierto dispersa figuras desvalidas que aparentan pertenecer al cuadro, pero su volatilidad e indecisión las expulsa de ese vacío esencial donde la existencia discurre sin ruidos, inmisericorde. La diferencia de tonos o de contorno no impide que todas ellas acaben fundiéndose en la arena igual y maldita de este pintor sin fama. Su muerte a los treinta y dos años no le granjeó esa gloria fácil que los decesos prematuros suelen conllevar, e imagino que la aparente esquematicidad de su lenguaje, la hondura poco accesible de sus afirmaciones, la melancolía infinita que pretende (y consigue) transmitir en sus pinturas, y sobre todo su repugnancia expresa por el negocio artístico, le privó de entrar en los circuitos de la notoriedad y los laureles. Kandinsky, que poco antes de su mudanza obligada a Alemania lo conoció y ocasionalmente contempló algunos de sus cuadros, descubrió en ellos un cierto fulgor lúgubre, un idioma desnaturalizado y rendido. Ahora, gracias a algunos medios artísticos minoritarios de Georgia, comienzan a salir a la luz algunos de sus cuadros, pero observándolos uno se pregunta si no pertenecen más a la oscuridad de algún desván que a las galerías llenas de claridad y de ojos.
viernes, 19 de octubre de 2007
El fulgor lúgubre
Piotr Andréievich Smietana pinta la confusión como otros pintan un paisaje o un retrato. Sobre el fondo desierto dispersa figuras desvalidas que aparentan pertenecer al cuadro, pero su volatilidad e indecisión las expulsa de ese vacío esencial donde la existencia discurre sin ruidos, inmisericorde. La diferencia de tonos o de contorno no impide que todas ellas acaben fundiéndose en la arena igual y maldita de este pintor sin fama. Su muerte a los treinta y dos años no le granjeó esa gloria fácil que los decesos prematuros suelen conllevar, e imagino que la aparente esquematicidad de su lenguaje, la hondura poco accesible de sus afirmaciones, la melancolía infinita que pretende (y consigue) transmitir en sus pinturas, y sobre todo su repugnancia expresa por el negocio artístico, le privó de entrar en los circuitos de la notoriedad y los laureles. Kandinsky, que poco antes de su mudanza obligada a Alemania lo conoció y ocasionalmente contempló algunos de sus cuadros, descubrió en ellos un cierto fulgor lúgubre, un idioma desnaturalizado y rendido. Ahora, gracias a algunos medios artísticos minoritarios de Georgia, comienzan a salir a la luz algunos de sus cuadros, pero observándolos uno se pregunta si no pertenecen más a la oscuridad de algún desván que a las galerías llenas de claridad y de ojos.
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5 comentarios:
Cuántas veces, Sir, cuántas, ocurre lo que revelas en esta entrada. Ten por cierto que si no se tratara de este artista (al que confieso no conocer), este mío, no sería el primer comentario a tu texto.
Un abrazo.
he buscado por interne, pero no se me da bien el ruso... de donde has sacado a este tipo?
San, me escribo con un amigo ruso, que vive en Georgia, en Tbilisi, y al que le gusta mucho el arte. Pertenece a un pequeño grupo informal que está dedicándose a buscar a pintores que en su día quedaron ocultos por los tiempos oscuros que vivió aquella zona, y uno de ellos es Smietana. No busques en Internet porque no hay apenas nada, tal vez en alguna página en ruso. Trataré de colgar algunas cosas más... Abrazo.
Las galerías... qué pánico: la mayoría, templos de mercaderes sin Cristo que los espante.
De todos modos, este Smietana no parece precisamente mejor que Kandinsky... Pero hay que ver más, por supuesto. Un beso agradecido por el descubrimiento.
Quizás viéndolo en vivo y en directo me guste más. Tengo que reconocer que sé muy poco sobre este tipo de arte, por lo que no puedo calibrar la técnica. Sólo puedo hablar desde el corazón.
Un abrazo,
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