martes, 9 de octubre de 2007

Hormigas, malnacidos y medias verdades

Hace unos años adquirí por casualidad una de las muchas biografías que danzan por ahí sobre el Che Guevara. Aún antes de eso, en la universidad, nos había llegado un grupo de profesionales españoles de la sanidad que nos hablaron de primera mano del sistema sanitario cubano y de la situación social del país. Recuerdo concretamente a un médico sevillano que nos contaba apasionado cómo había viajado a la isla muy escéptico, y que se había saltado sin problemas las visitas concertadas por el gobierno, presentándose en varios hospitales de provincias, y descubriendo que la situación era aún mejor que la que les habían mostrado de modo oficial en la capital. Claro, esto fue hace un manojo de años. Hoy día la situación será muy diferente. Si entonces se podría atribuir la bonanza a la generosa subvención rusa, sin intervención de la buena fe de los dirigentes, hoy también se podría culpar del estado lamentable de Cuba al bloqueo salvaje e inexplicable que Estados Unidos aplica sobre la isla. Y digo inexplicable por varias razones, pero sobre todo por una del todo indiscutible: regímenes peores que el de Cuba los hay con los que Estados Unidos mantiene excelentes y beneficiosas relaciones, importándoles a estos señores un soberano pimiento que haya o no democracia en ellos, o que, habiéndola, funcione realmente o no.

Cuando leí aquella biografía yo sentía por el Che, sin apenas conocerlo, esa devoción que cualquier joven sano experimenta por los héroes, por los personajes gigantes. Leí la biografía, y luego me bebí un par de ellas más; busqué fotografías, imágenes que me demostraran que aquella historia furibunda e incontestablemente singular había sido cierta. El rostro profundo de Ernesto Guevara, la superación de su asma, sus diarios, su arrojo, incluso su rebelión interna contra la nomenclatura acomodada del régimen de Castro, todo contribuía a elevar a ese hombre de hierro. No obstante, supe pasar toda aquella información por el cedazo de mis sentimientos, y me sorprendieron imágenes chocantes como el riguroso y casi brutal descuido que este hombre practicó con su familia, con sus esposas y sus hijos, y que también trasladó a sus relaciones con los ciudadanos cubanos, que eran para él poco como individuos y mucho como piezas para el triunfo de la revolución. Para mi gusto de hombre burgués, el sacrificio de la vida particular de todos para conseguir un bien universal y común que llegará algún día, tal vez dentro de mucho, quizás nunca, resultaba una incongruencia y una locura. Exactamente, el Che Guevara siempre me pareció un loco genial y peligroso por partes iguales. Pero nadie le podía negar que creyó en lo que hacía, ni su valor desmedido ni la fuerza que transmitió a tantos, tantos seres que, incluso tras dejar de creer en él, se sentían deudores de esa fuerza.

Hace unos meses, en la revista Letras Libres, apareció un monográfico sobre el Che Guevara, de cuya página web he conseguido rescatar un artículo bastante representativo de la imagen que en esta revista se dio del Che. Recuerdo que envié un correo electrónico a la dirección de la revista, quejándome enfadado del tratamiento absolutamente parcial que se daba a la figura de este hombre, un tratamiento bastante acorde con las nuevas corrientes mayoritarias que sólo ven las, por otra parte indudables y deplorables, fallas de un régimen cubano que, en mi opinión, no ha sabido rendirse a tiempo. No creo en las doctrinas comunistas, ni siquiera creo (como me pasa con el cristianismo) que las doctrinas sean válidas y su materialización deleznable. Creo que su ideario lleva consigo las consecuencias que luego han tenido los regímenes comunistas en el mundo. Hay que recordar que, como muy bien describió Hannah Arendt en su magnífico estudio Los orígenes del totalitarismo, los dos regímenes verdaderamente totalitarios de la historia moderna han sido el nazi y el estaliniano, aunque papá Estados Unidos haga ingentes esfuerzos por conseguir un tipo de totalitarismo no visto hasta ahora. Pero a cualquier régimen amigo de Estados Unidos y de Occidente se le analiza con lupa, y se le valoran las bondades y se le disculpan los defectos, e incluso se le excusan graves conculcaciones de los derechos humanos a cambio de que colabore estrechamente con Occidente en el mantenimiento de la paz mundial, paz mundial que consiste mucho más en la protección de la zona cero en Manhattan y de la industria militar de Bush y sus amigos, que en el respeto a los derechos humanos básicos en El Salvador o en Arabia Saudí.

Curiosamente, buscando el artículo sobre el Che en la revista anteriormente mencionada, encuentro que ahora publica un monográfico sobre la figura del excelso Vargas Llosa. Colaboran en los aplausos (porque pitos no hay ninguno) gente de muy diverso pelaje, e incluso transcriben antiguas cartas de Cortázar y Donoso a este (dicen) magnífico escritor. Cortázar, colaborador infatigable y realmente bienintencionado de la revolución cubana en sus primeros estadios, trató por todos los medios de mejorar la relación entre el gobierno cubano y Vargas Llosa cuando éste último comenzó a distanciarse de la revolución. Cortázar mismo describe en sus cartas muchas razones por las que él mismo disentía de determinadas decisiones de Fidel Castro, e incluso estuvo durante un tiempo en la lista de malditos del régimen. Aun así, y luego de leer más de mil ochocientas páginas de cartas de este buen amigo, juraría que ahora Cortázar y Vargas Llosa estarían ambos muy alejados del régimen cubano, pero separados entre ellos por un abismo ideológico profundo. Por otro lado, resulta increíble leer al otrora defensor de las libertades reales y no económicas, Fernando Savater, hablando de su amigo peruano, y pasando de puntillas sobre las frecuentes propuestas descabelladas y pronorteamericanas (todos somos conscientes de lo que este término significa) del interfecto, con la excusa vana de su buena amistad. Reconozco que mi aversión a Vargas Llosa tiene mucho de personal, y cuando Cortázar, Donoso e incluso Savater hablan de su obra en términos tan elogiosos, algo debe fallar en mis lecturas para que este sujeto no acabe de gustarme en lo literario; me da que es esa manía mía de valorar a los artistas por algo más que el producto de su obra, de apreciarlos por la sinceridad de su obra, porque una genialidad mentirosa equivale a una basura genial. Lo que nunca entenderé es por qué en determinados medios no se cuidan de caer en esa desfachatez y esa actitud tendenciosa, porque de siempre una verdad a medias ha sido una mentira. El Che quiso crear un ejército disciplinado de hormigas batallando por la igualdad y la justicia, y se olvidó que en un hormiguero humano no habría igualdad ni justicia, sino sólo la maquinaria biológica funcionando a pleno rendimiento, con individuos para nada felices. Eso no quita que su grandeza supere a la de monstruos malnacidos a los que ni Vargas Llosa ni Letras Libres corrigen una coma.

6 comentarios:

Tawaki dijo...

Sir John, tu entrada tiene mucha enjundia y será necesario que la lea más veces para asimilar todo lo que cuentas.

La vida del Che es una de mis muchas lagunas, por lo que te agradezco el trabajo que hay detrás de tus palabras.

Yo, que no soy partidario en absoluto del estilo de vida norteamericano, pero que tantas veces les defiendo contra ataques que creo injustos, coincido contigo en que su postura hipócrita con Cuba no tiene perdón.

También coincido con lo que expresas en el último párrafo. Lo tendencioso está a la orden del día, en parte porque se permite con el silencio de muchos.

En realidad tanta sintonía me deja preocupado.

Anónimo dijo...

Muchos "grandes hombres" para la humanidad, han olvidado lo cercano en aras de un mundo (mayoritario) mejor.

Yo, que soy mucho menos "grande", nunca he acabado de admirarlos, aunque sí de comprenderlos, creo, o incluso de reconocer que han movido piezas, a priori inamovibles, y que, seguramente, si esa visión panorámica (omitiendo detalles), no hubieran sido posibles los cambios que favorecieron y que los demás hemos de agradecer.

El sesgo de la verdad siempre ha sido mentira. Venga de donde venga. En eso estoy totalmente de acuerdo contigo.

Beso.

Sir John More dijo...

Gracias a ambos por la visita. Vuestros comentarios completan acertadamente lo que quise decir en el mío. Abrazos y besos.

Anónimo dijo...

Mi queridísimo Sir: Uno de los mejores artículos que le he leído. No sólo porque esté de acuerdo coma por coma en lo que expresa (compartimos filias y fobias), sino también por la contundente elegancia con que lo expresa. Un beso admirado.

Sir John More dijo...

Un verdadero honor y un profundo placer coincidir contigo...

Raquel dijo...

sir john, ayer leí este artículo y la verdad es que me asombró la lucidez tanto de pensamiento como de palabra, la claridad.
Un abrazo