jueves, 23 de agosto de 2007

Arte de usar (y tirar)

Acabo de llegar del trabajo, no demasiado cansado, porque es agosto y todos los jefes andan indolentes tostándose en la playa, pero sí agotado por la calor que cae sobre Sevilla. Me siento ante el almuerzo y el telediario ha soltado ya las noticias de portada, los numerosos y preceptivos sucesos, y los últimos e imprescindibles fichajes del Real Madrid; y claro, ahora llega el momento de relajarse con la Cultura.

A nadie se le escapa que las secciones culturales de los telediarios son espacios de publicidad con su correspondiente precio, que se contratan como se contrata un anuncio o una contraportada. Esta vez la parte contratante es la distribuidora del nuevo disco de Manu Chao. Lástima mi pésima memoria que no se quedó con la descripción que, sobre el fondo de un vídeo-clip, la presentadora del telediario hacía del disco. Pero no importa, supongo que es un texto que se proporciona junto al pago del asunto, así que si miro cualquier página en Internet conseguiré algo parecido. El vídeo está realizado por un amigo de Manu Chao, un artista audiovisual polaco que ha inventado una danza de cientos de figuritas que así, a modo de collage, bailan al ritmo de la música.

Veamos, he leído que, con este disco, titulado La Radiolina, un disco “saturado de críticas sociopolíticas como es su costumbre”, Manu Chau “satiriza al presidente de EEUU George Bush con nariz de payaso y la palabra democracia entre signos de interrogación (…). Mensajes del tipo ‘demasiada hipocresía en Palestina’ y ‘este mundo se vuelve loco’ son los que se podrán escuchar en los clips de esta nueva entrega del cantante (…). Tras 'Clandestino', 'Próxima estación...esperanza' y un DVD en directo, el ex-líder de Mano Negra publicará su nueva obra, que le muestra en la portada con una camiseta negra que reza 'El Golfo', pantalones claros y, a sus pies, la leyenda 'Y ahora qué'”.

En ningún lugar del texto promocional se habla de la música que hace este buen hombre, y es que, al menos en este “clip” promocional que ilustró la noticia del telediario, la música parecía ser lo de menos. Hay insustituibles compositores que han jugado con la reiteración, incluso con la sencillez de sus obras, y algo así debe ser lo de Manu Chao, porque la música sonaba repetitiva, demasiado simple y como igual que otros miles de éxitos. En concreto, juraría que Manu Chao tiene colgado en la cabecera de su cama un retrato del latoso Marley fumándose un porro de kilo. Cualquier desaprensivo podría blasfemar diciendo que la música parecía lo de menos en el “clip” del francés, una mera excusa para poder ponerle a Bush su naricita de payaso o para llenar de portentosas interrogaciones a la palabra democracia. O también para enseñar la camiseta de golfo…

Veréis, tal vez ya lo haya soltado en otro sitio, pero ahora sólo quería explicar que una cuestión es la de la libertad que cualquiera tiene para disfrutar con lo que se le antoje, y otra muy diferente que admitamos que todos los aficionados a la música debemos esperar con impaciencia una “nueva entrega” de la “obra” de Manu Chao. Como por desgracia pasa en otros tipos de arte, la música se ofrece siempre como algo gratuito, y es utilizada sin pudor de un modo en el que nuestros gustos pintan más que la música en sí. En otras ocasiones, nos quedamos pillados por el mensaje de tal cantautor (autocantor en muchos casos, como decían Les Luthiers), por la pose tan moderna y particular de este grupito, por la originalidad papanatas de aquel otro. O también (y sobre todo) por la machacona distribución de los productos: Bruce Springteen es el Boss, es decir, sagrado, y U2 un grupo increíble, y si te atreves a calificarlos como superficiales e insoportables, bueno, te la has cargado. Pues bien, no sólo afirmo esto, sino que el tema estrella del nuevo disco… perdón, de la nueva obra de Manu Chao es una soberana porquería, y no sólo este tema, sino todos los que he tenido la desdicha de escuchar en radios y fiestas. Ea, ya lo dije. Vehemencia a raudales…

Pero en lo que yo quería incidir era en lo otro: todos podemos jugar con la música, mezclarla con la poesía, con el mensaje revolucionario, con la estética, con camisetas de golfos o vueltas ciclistas, con sensaciones que sólo uno puede explicar… Yo mismo creo haber reconocido en algún sitio (y con orgullo) mi debilidad por individuos que tienen poco de músicos, pero cuyos temas se mezclan con recuerdos y sensaciones difíciles de extirpar; aun así, líbreme el cielo de defender su valor artístico. Todos tenemos la libertad de usar y de destrozar el arte, pero tal vez el reverso de esa libertad nos exige (sin exigencias legales, claro) buscar las delicias artísticas con cierta inteligencia, sin sacrificar la sensibilidad, pero dejándonos llevar por el conocimiento que, como todos sabéis, acaba trayendo prendidas nuevas sensaciones. Que yo entienda algún día esas obras descomunales de Wagner no significa más que algún día podré disfrutar con ellas. Por supuesto, escuchando a Manu Chao, pero sobre todo reivindicando su valor musical, nadie entenderá jamás ni a Wagner ni siquiera a Alejandro Sanz, porque al fin y al cabo, con todo el disfrute, no se está entendiendo nada, y no es con música con lo que uno está disfrutando, sino con productos de consumo hábilmente promocionados. Porque si todo fuera fruto del caos, pues mira, pero nadie debería dejar de reconocer que el gusto general por la música está desgraciadamente educado por el machaconeo de determinadas emisoras y por los dictados de la sagrada publicidad. Pues eso…

Pd.- No os perdáis la entrada tan linda de
Lady Godiva sobre el amigo Manu.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Sir John:
Comparto cien por cien tu opinión sobre la música, disfrute, etc. Y sobre Manu Chao y su nueva "canción".
Sólo me queda una cosa por añadir: jajajajaja.
Gracias por el buen rato y un abrazo.
Pd. Como ves paso del estremecimiento a la risa al ritmo que va marcando esa vehemencia tuya. :)

Sir John More dijo...

Encantado de servirla (vehementemente). Un beso.

Raquel dijo...

sir john, ¿cómo traducirías commodity? Eso es exactamente en lo que se han convertido algunas expresiones musicales. La carga que eso lleva, ya la sabes porque de eso hablas con lucidez

un abrazo

Anónimo dijo...

Esto puede parecer un intercambio de caricias, pero lo cierto, mi Sir, es que no puedo estar más acorde con tus apuntes sobre Chao (que, por cierto, a ver si se decide a hacer honor a su apellido y desaparecer de una vez, que ya está trufadito). El caso es que leí la entrevista que le hicieron el El País y ya me olí que nos iban a dar la lata cosa fina con el muchacho. Para ser tan marginal como se pinta, parece que le encanta la publicidad... Lo que ocurre en este asunto es que Chao es el producto de una sociedad supuestamente bien intencionada y cada vez más zopenca, donde la formación no sólo brilla por su ausencia, sino que está desprestigiada como cosa de gente poco progresista (maldita palabreja). En la época de la globalización y democratización de todo tipo de excrecencias intelectuales, tenemos más gurús de los que nunca hubo, unos cuantos telepredicadores que a todas horas nos conducen por el camino recto del comme-il-faut más rechinante. Te recomiendo un libro que, si no lo has leído, creo que te gustará: "Cultura para personas inteligentes" de Roger Scruton. Un beso grande.

Sir John More dijo...

Raquel, es algo así como aquello de la música ligera, ¿recuerdas? Música para no complicarnos la vida, para oír sin oír. Porque pensar es tan perjudicial... Lo peor es que antes se reconocían en la música ligera, y ahora nos venden ligerezas al precio de obras maestras. Lástima. Oye, por cierto, a ver si te podemos escuchar, ¿no? No estaría mal escucharte antes, pero la próxima vez que acudas a España, en el primer concierto, podríamos andar todos tus fans allí, en primera fila... Besos.

Mi querida Ana, dices bien con lo de las caricias, y qué caricias, oiga... No niego que las físicas tienen su aquél, pero éstas producen un cosquilleo virtual la mar de lindo. Y sí, creo que a los que nos gusta pensar (seamos más o menos inteligentes) nos da un poco de vergüenza o temor ir contra la corriente pública, contra esa opinión general que crean, sin duda alguna, los medios de comunicación o de instrucción pública (incluida la generalmente inculta escuela). Además, con el ansiado advenimiento de la libertad (o de parte de ella) se puso de moda el respeto terrible por el gusto, tanto que llegó a confundirse con la abstención de la crítica. Decía Savater que el respeto es algo más que la tolerancia: es interesarse, comprender, criticar si es necesario. Pues aquí no sólo hay que respetar (tolerar) que a cientos de miles de almas les encante este buen padre que es Manu Chao, sino que además hay que abstenerse de analizar una música que, por definición, es fantástica y moderna...

En fin, no sé si estoy preparado para ese libro de Scruton, y no sé si cabrá ya en las estanterías donde descansan los muchos libros que esperan mi lectura, pero lo apunto, y con letra dorada, claro.

Un beso dentro de esta caricia.

Jorgewic dijo...

Chato, ¿ves lo que te pasa por andar jugando con el mando a distancia de la tele con las orejas puestas? ¿Y no te tengo dicho que no me escuches música después de comer de nadie que lleve menos de cien o doscientos años muerto? Un día vamos a tener una desgracia y verás.
Hala, ya te estás enchufando a "Parsifal", con un poquito de aceite de ricino, que eso va a ser de la sangre sucia... A grandes males, grandes remedios.
Abrazos

Sir John More dijo...

No, Jorge, si a mí se me cierran los oídos automáticamente con estas cosas. Lo que me fastidia, aparte del ambiente en el que tienen que vivir nuestros enanos, es cuando alguien te dice: "jo, hijo, ¿que no te gusta El último de la fila? Qué sosito...". Ahora, que cuando me dicen: "Es que tienes que respetar el gusto de los demás...", uy, entonces ya es que me pongo...

Venga, hare lo de Parsifal, pero lo del ricino, si te parece, lo dejo hasta ver si funciona Wagner. Abrazos.