martes, 28 de agosto de 2007

El rótulo

Ahí, a la derecha, en ese pequeño rótulo gris que sobresale de la pared, rezan tres palabras curiosas. Pertenece a una tienda de repuestos de goma y recauchutado, cerrada ya hace unos años. La tienda era una sucursal relativamente reciente de una empresa muy antigua, en cuyo germen participó mi padre como trabajador especializado. Él solía contarme una y otra vez la historia de su paso por la empresa. Con su habitual modestia, declaraba que se había hecho imprescindible por su labor escrupulosa y creativa, porque fue él quien mejoró las técnicas del moldeado de piezas y el que sacaba a la empresa de cualquier apuro sobrevenido.

El dueño, un hombre imagino que bastante chapado a la antigua (hablamos de finales de los cuarenta, principios de los cincuenta del siglo pasado), tenía varios hijos, y con uno de ellos, ávido de protagonismo en la empresa, tropezó mi padre que, según contaba, tuvo que irse por no enfrentarse a este muchacho y no poner entre la espada y la pared a su patrón, al que le unía una relación de profundo aprecio mutuo.

Después de muchos años, cuando aún estaba abierta, y en el camino de vuelta a casa, descubrí esta tienda que me hizo evocar la historia tantas veces escuchada. Luego la cerraron, y el local, situado en la circunvalación histórica de Sevilla, se fue pudriendo lentamente. Hará sólo unos meses que descubrí este pequeño rótulo, que es la única señal que queda de la tienda, y sobre el que están pegadas con descuido tres palabras curiosas: calidad, conveniencia, cortesía. La primera vez que las leí tuve la sensación de que el rótulo tocaba conceptos de importancia, como si esas tres palabras designaran, con sencillez y contundencia, todo el lastre que la civilización occidental anda soltando para ir más y más deprisa. Y luego, pensándolo mejor, concluí que no me equivocaba demasiado.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Es triste, Sir John (¿Puedo llamarte John? ¿podemos tutearnos?)
pero creo que tienes toda la razón.
Para qué abundar en detalles. Calidad, cortesía: brillan por su ausencia demasiado a menudo. Conveniencia: ¿para quién?
Imagino que sólo podemos esforzarnos en nuestros propios actos y pensar que aquellos años, aquella filosofía, no está tan lejos.
Un besote, maestro.

Anónimo dijo...

Curioso, contenido y conmovedor.Un saludo "cariñoso".Acabo de volver y encuentro mi primer paseo por estos caminos cibernéticos un poco triste y nostálgico.Supongo que cuando acabe de deshacer las maletas voy a estar igual.

Sir John More dijo...

Mi querida Leo, claro que puedes tutearme, faltaría más. Te dejo hasta que me llames Johnny...

Incluso en la decadencia más acentuada de una civilización surge una infinidad de momentos irrepetibles, en los que colaboramos con nuestros deseos y nuestras devociones. La lucidez sobre la oscuridad produce una luz tenue pero hermosísima.

Bienvenida, Lula. ¿Creo entender que volviste, es decir, que ya estuviste por aquí? Por favor, no pongas a prueba mi memoria, en la que un jovencito Alzheimer empieza a trastear… No, en serio, repito algo parecido a lo que le digo a Leo: sobre el estiércol triste de estos tiempos crecen con facilidad pequeñas maravillas. Espero proporcionarte en el futuro unas cuantas…

Un beso para ambas.

Anónimo dijo...

Volví... de vacaciones y a tu blog. Soy una mujer que cumple sus promesas,no como el alemán ese,¿còmo se llamaba...?

Sir John More dijo...

En pago, Lula, al misterio reconfortante que trajiste tras tus vacaciones, te dedico el cuentecito de la siguiente entrada. Espero que compense un poco toda esa nostalgia y esa tristeza que parece flotar en estos pequeños mundos. Un beso a ciegas.

Inma González dijo...

Me gusta tu relato. Siempre me gusta dar, por un momento, un paseo por nuestros recuerdos y tú has conseguido eso con tu relato. Paseos cortos porque me conozco y cuando me doy cuenta ... Atar corto ese momento, momento que se une a veces a la melancolía, melancolía y recuerdos, unión a veces explosiva ¿no crees?.
Yo tengo pocos recuerdos (hablas tú de memoria amigo, pues ya somos al menos dos) y creo que los que tengo son de seguda mano (mis padres no están así que hermano y mi tata). Realmente no puedo distinguir cuáles recuerdo y cuáles me han contado pero ya ¡qué más da! Desde luego puedo decir que por lo menos, como en esos cuentos, existe la cortesía de hacerme revivir algo amable y a veces no, la conveniencia por mi parte de tener, digamos, un pasado y, de calidad de lo contado, ¿en qué se diferenciaría lo contado de lo recordado?, qué más da.

Bien está así.

Inma

Sir John More dijo...

Incluso, Inma, podemos (y yo suelo hacerlo con frecuencia) modelar nuestros recuerdos, y de tal modo que llega un día en que el pasado se confunde con eso otro que surge de la mezcla de memoria limitada, deseos, asombros... Al final casi que la cortesía lo resume todo. Un beso y muy honrado por tus visitas.