Decía que mientras leo el sugerente libro La noche sexual también pienso en la poesía. Advertencia: ahora pienso y hablo sin intención científica, con palabras blandas, aproximativas, ojalá sugerentes.
Pienso en la poesía porque sugerir es un arte. En el camino que va de la ciencia al arte perdemos objetividad y ganamos sugerencia, pero la mejor ciencia es la que también sugiere, y el mejor arte el que también refiere. Algunos supuestos artistas creen que cuanto menos se dice más se sugiere, pero cuanto menos se dice más genialidad se necesita para sugerir. Un cuadro azul, un poema de un solo verso —“¡Un ópalo por corazón!”, por ejemplo—, una canción con sólo dos notas alternantes y un chasquido ocasional, parecen sugerirlo todo pero no sugieren casi nada. Cuando el artista deja toda la sugerencia en manos del espectador, la obra es sólo un suceso más del azar, para nada una obra de arte.
Manual, ensayo, relato, poema y canción… De la objetividad a la sugerencia.
La letra en la música sólo es un adorno, una excusa para la voz, que es otro instrumento. Cuando la letra adquiere más importancia que la propia música, cuando la música es degradada a la categoría de acompañamiento, la canción deja de ser canción y se convierte en poesía. Siempre, claro está, que la letra sea un poema. Los cantautores, por lo común, me horrorizan. Algunos, como Sabina, me parecen ridículos: letras ocurrentes, música de charanga, nada que ver con el arte, en todo caso un asunto de marketing taimado. Otros más sinceros, como Amancio Prada, me aburren, porque lo que dice sería mejor leerlo. El minimalismo de su acompañamiento musical no me sugiere nada.
La mayor parte de las letras que usa Bach son pasajes bíblicos, historietas cansinas, pero por fortuna no sé alemán, y así las voces pueden ser sólo voces. Hay excepciones, claro…
Gran angustia tuve en mi corazón,
pero tus consuelos confortan mi alma.Suspiros, lágrimas, penas, calamidades,
angustioso anhelo, pavor y muerte
roen mi oprimido corazón.
Siento congoja y dolor.
(Coro y Aria de la Cantata 21)
Y de hecho, cuando el adorno de la letra es hermoso, el arte y la sugerencia de la música aumentan. En realidad es cuestión de equilibrio. El mejor manual, con toda su carga de realidad, de precisión, nos llega salpicado de sugerencias; pero sugiere de paso. El ensayo compensa su pequeña dosis de imprecisión con una mayor dosis de elegante sugerencia. El relato quiere ser tan creíble como sugerente; al relator no le preocupa la Verdad, sino sólo la coherencia interna, la belleza y los puntos suspensivos. La poesía, por su vecindad con la música, busca la sonoridad de las palabras, pero si se olvida de la sugerencia acaba convirtiéndose en música menguada, en chapuza improvisada. Del mismo modo que si sólo cuenta y se olvida de la sonoridad, el poema se convierte en ensayo. No me gustan estos poemas cuadrados, como tampoco los poemas que, en medio de su canción obligatoriamente disminuida (en términos exclusivos de sonoridad, nunca podrán competir con la música), no dicen nada para sugerirlo todo. Como en cualquier arte, el experimento logrado es una mezcla de tradición, de alma que rebosa y de remoción de los muros, de alejamiento de los límites sin abolirlos nunca del todo. Para eso hace falta genio, no basta la originalidad.
El buen poema debe referir, como el buen ensayo debe sugerir. No me interesa nada el experimento meramente original, el intento diletante en el que el lector lo pone todo para compensar la falta de genio. Contar algo, cantarlo poéticamente, llenando el lenguaje de asombro, dejando cabos sueltos, mundos que unan el alma del poeta con el alma del lector, eso es para mí la poesía.
Digo todo esto porque me molesta tanta mentira, tanta palabrería insulsa. Y lo digo por ver si consigo entender, por si todo esto me ayuda a seguir acercándome a esas pequeñas islas inexploradas que son los poemas.
2 comentarios:
La verdad es que a mí la música en sí no me gusta demasiado, la que me gusta consiste en bandas sonoras. Por otro lado, prefiero la prosa.
Pero sí, se confunde el sugerir (que es, en efecto, la esencia del arte) con no contar nada o hacerlo de manera poco clara. De hecho, se vuelve una excusa para el mal artista, como esas películas cuyo guión es pobre y sus directores las excusan de un modo mediocre, asegurando que en verdad, intentan ser sugerentes. ¡Ya, claro!
Creo, Ozanu, que te pierdes el arte más grande, el que produce las satisfacciones más sublimes... Aunque siempre lo tendrás ahí, a tu disposición, y resulta casi envidiable que aún puedas descubrir tantas maravillas...
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