sábado, 22 de marzo de 2008

Un duende en las Tierras Altas


Una tierra cuajada de verdor y rebosante de frescura nos aguardaba allá, donde el sol es tímido y los encantos muchos. Los valles interminables, los ríos generosos, un cielo inquieto y creador… Una pequeña ramita te sirvió para convertirte en el Señor de todas las Tierras Altas.La luz cariñosa, animales nunca vistos, una alfombra de hierba mansa que acariciaba tus juegos, un escenario soberbio para tu inocencia. Tu tamaño era el exacto, justo el del centro del universo.Descubrimos bosques dibujados de mágicas veredas, donde ranas pequeñitas saltaban desde la nada, y donde los duendes camuflaban sus travesuras entre las ramas de árboles centenarios. Nos adentramos en ellos y los cuentos florecían llenos de color…Luego buscamos al monstruo, y con valor subiste a sus formidables jorobas, para ponerlo todo perdido de tu alegría. Su casa, un lago negro, luengo y profundo, nos esperaba allá abajo…
El capitán del barco te ofreció el timón, pero rehusaste. Preferiste sentarte y jugar con tu pequeño Nessy de goma. Las aguas misteriosamente oscuras, en olas cada vez más serias, lamían el costado del barco, pero sólo yo era consciente del peligro de que el monstruo apareciese…Quisiste despedir al monstruo, que giraba lentamente en un estanque enamorado. Eras el héroe del día, mi orgullo, el duende más lindo de toda Escocia.Bajamos a tomar un té en un antiguo vagón de tren, convertido en improvisado bar. Probamos algunos juegos de mesa y luego, en la lejanía, descubrimos Kilchurn Castle, recortado como una fábula contra la montaña, mimado por las aguas del lago. Preparé la cámara mientras posabas, y cuando corrí para posar contigo saliste huyendo con esa sonrisa tuya sin par.Oban nos recibió con su torre elegante y su puerto bullicioso, y desde arriba del todo dominaste con tus ojitos divertidos un mundo azul y verde, la bahía surcada por barcos distinguidos, los tejados de fábula, y bailaste al son de las gaitas, y cansado te dormiste en mis brazos satisfechos.Era hora de volver a la realidad. Inveraray era una hermosa forma de despedida. Su castillo proverbial, Loch Fyne y sus costas abiertas, las entrañas de ese barco, y su cubierta desde donde cantaste canciones cuya cadencia nunca podré olvidar. Mi niño, mi orgullo…

11 comentarios:

Anónimo dijo...

Un hilo invisible, un planeta invisible, una tierra por la que luchar...

un saludo

Sir John More dijo...

si me has leído un poco habrás comprobado, amigo Kpax, que no soy un gran luchador. Como dijo una vez el maestro Savater, tal vez lanzar ideas al mundo y promover la reflexión sea la mejor forma de luchar por la justicia y la libertad. No sé si aporto algo, pero creo que por humor y por constitución no soy capaz de mucho más. Gracias por la visita y me alegra la coincidencia en lo invisible.

Anónimo dijo...

Padrazo...

Sir John More dijo...

A pesar de que ahora se ha convertido en un adolescente, con todas las desgracias y catástrofes que ello conlleva, no ha sido difícil ser un padre afortunado con semejante enano. Ni con el otro...

Encantando de oírla de nuevo.

Anónimo dijo...

Quizá no se me oía, pero siempre ando merodeando por su casa. Usted ya lo sabe... Besos.

amart dijo...

Esas fotos, esos textos, serán tu mejor legado. Lo sabrás por él, de un modo u otro.
Un abrazo.

Sir John More dijo...

Eso espero, amigo, sobre todo porque será indicio de que tanto él como su hermano han crecido como buenas personas. Un abrazo fuerte.

RosaMaría dijo...

Cuánto amor en el texto, cuánta dulzura, picardía y cariño en las fotos. Todo hace un conjunto inolvidable que se agradece hayas compartido con nosotros. Un abrazo a un padre cabal.

Anónimo dijo...

Sevilla debe estar preciosa ya que
le veo con un subidón primaveral de narices.

¿Será el olor del azahar?

Saludos

Luna

Paralelo 49 dijo...

Tengo eso disco de Nightnoise, tengo varios discos suyos. El tema este es fantástico como el duende al borde del río, o delante del barco.

Saludos

Sir John More dijo...

Gracias, Paralelo. Nightnoise, y casi todo lo escocés, me encanta. Y ¡cuánto daría por volver a aquel viaje con el duende! Ahora se ha convertido en un gigantón patoso al que, sin embargo, y a pesar de todos los pesares, se le quiere lo mismo o mucho más... Beso.