Nos lo aconsejaba rotundo Don José Jiménez Silva: “si encuentras una bifurcación en tu camino, síguela”. Eso hace la hermosa Rosalba (Licia Maglietta) en Pan y tulipanes, la entrañable película de Silvio Soldini. Llega un día en que nuestros movimientos son automáticos, y la inercia y la gravedad se convierten en las leyes fundamentales de nuestros sentimientos. Ese día basta sólo una pequeña fisura, un ligero desgarro en la superficie aterciopelada de nuestra rutina para que el fondo falaz de todos nuestros ajustes se rasgue para siempre. Pero Rosalba va más allá, porque en la bifurcación no elige uno de los dos caminos, sino que elige la propia bifurcación. Sé que, al regalarnos su aforismo, no estuvo en el ánimo de Don José expresar exactamente esta idea, pero es lo que tienen los sabios, y mucho más los criados entre el pueblo: a veces nos descubren sin querer el surrealismo de la existencia.
Hablaba el otro día nuestra amiga Elita sobre lo fácil que es querer y lo difícil que a veces nos lo ponen. La costumbre es complicar el cariño desnudo, poner trabas a la creación, y si alguna observación hay que hacer a lo expresado por Elita es que ésta es una costumbre generalizada, en la que de una forma u otra todos caemos, y no sólo con los demás, sino con nosotros mismos. Dosificamos nuestros asombros y por educación los convertimos en raras perlas de un mar gris de obligaciones. ¡Qué limpia la mirada de Rosalba ante los prodigios de Venecia! ¡Qué forma de beber la delicadeza melancólica de Fernando! ¡Qué sonidos los que saca de su acordeón! Y el humor, ese milagro al alcance de cualquiera, esa virtud que despreciamos para despilfarrar nuestro tiempo y tirar días y más días a la basura. Amor, humor y asombros...
Hablaba el otro día nuestra amiga Elita sobre lo fácil que es querer y lo difícil que a veces nos lo ponen. La costumbre es complicar el cariño desnudo, poner trabas a la creación, y si alguna observación hay que hacer a lo expresado por Elita es que ésta es una costumbre generalizada, en la que de una forma u otra todos caemos, y no sólo con los demás, sino con nosotros mismos. Dosificamos nuestros asombros y por educación los convertimos en raras perlas de un mar gris de obligaciones. ¡Qué limpia la mirada de Rosalba ante los prodigios de Venecia! ¡Qué forma de beber la delicadeza melancólica de Fernando! ¡Qué sonidos los que saca de su acordeón! Y el humor, ese milagro al alcance de cualquiera, esa virtud que despreciamos para despilfarrar nuestro tiempo y tirar días y más días a la basura. Amor, humor y asombros...
2 comentarios:
Sir John, hoy también recibo a Salinas de su parte, tras leer su comentario en el blog del señor Francisco Sianes. Gracias.
Su regalo me trae un poema a la memoria que aún a veces me acompaña y que me tomo la libertad de hacerle llegar siguiendo esta bifurcación en mi camino.
"No quiero que te vayas
dolor, última forma
de amar. Me estoy sintiendo
vivir cuando me dueles
no en ti, ni aquí, más lejos:
en la tierra, en el año
de dónde vienes tú,
en el amor con ella
y todo lo que fue.
En esa realidad
hundida que se niega
a sí misma y se empeña
en que nunca ha existido,
que sólo fue un pretexto
mío para vivir.
Si tú no me quedaras,
dolor, irrefutable,
yo me lo creería;
pero me quedas tú.
Tu verdad me asegura
que nada fue mentira.
Y mientras yo te sienta,
tú me serás, dolor,
la prueba de otra vida
en que no me dolías.
La gran prueba, a lo lejos,
de que existió, que existe,
de que me quiso, sí,
de que aún la estoy queriendo."
Un abrazo
Qué hermoso, Elena. A veces somos demasiado descuidados con todo lo bueno que flota en el aire de un lugar. En Sevilla, en sitios por donde me muevo diariamente, trenzó sus versos este magnífico poeta, y si lo tuviera siempre presente los mismos caminos de rutina tomarían un color más amable.
Gracias por tu visita y por ser eco de este poema tan emocionante. Aquí tienes tu casa...
Un abrazo.
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