Reconozco que me fastidia tratar este tema, porque con él creo concederme una importancia exagerada e innecesaria, pero algunos de los que os dejáis caer de vez en cuando por este cuaderno parece que echáis de menos la posibilidad de hacer comentarios. Si he necesitado evitarlos no es tanto por silenciaros como por silenciarme, evitándome así, por pura cuestión de salud, las conversaciones abiertas y multitudinarias. Mi buzón ha estado todo este tiempo abierto de par en par, y algunos de vosotros lo habéis usado, comprobando que mi charlatanería sigue obstinadamente intacta. A veces me imagino en el futuro como el primer caso parlanchín de Alzheimer, como el primer muerto que sigue parloteando en la tumba…
Pero al grano. Creo que acumulan mucho mérito aquellos que leen todas estas pamplinas mías con regularidad, tanto como para acceder a su deseo de que los comentarios vuelvan a ser posibles. Soy consciente de que el mundo puede pasar perfectamente sin esta posibilidad, más aún, sin el propio cuaderno, pero tal vez toca aplicar esa máxima incontestable del qué más da, y decirse que a algunas almas refulgentes la cosa les alegrará una barbaridad. Gente rara y masoquista, sin duda…
Eso sí, antes de darle al botoncito me gustaría advertir que seguiré vuestros comentarios con cierta discreción y un poco de distancia, y por eso me perdonaréis si no acepto todos los envites ni respondo a todas las preguntas. Contad con que será para mí un esfuerzo añadido de comedimiento, por lo de mi locuacidad ingobernable. Vuestro afectísimo...
7 comentarios:
¡¡¡BIEEEEENNNN!!!
Entornando sus ventanas... Poquito a poco, yo sigo en la de atrás, paciente.
¡Ay, cómo me alegro! Me moría de ganas de comentar un par de entradas tuyas (sobre todo una anterior sobre poesí en la que quería decirte lo de acuerdísimo que estaba contigo), y mandarte un email es distinto. El email es como más agresivo, no sé, como que tiene que tener más contenido, no un simple "jo, qué razón tienes", que se escribe mucho más libremente en la sección de comentarios.
Y no espero que contestes en absoluto, sólo que lo leas y te sonrías (si acaso, o que no le hagas ni pajolero caso, pero que sepas lo que pienso).
Hombre, Sir, no sabes cómo me alegro de que hayas decidido desbrozar la puerta de tu casa y volver a permitir el acceso. Te echaba de menos. Puedo entender tus razones, al fin y al cabo, ¿a quién tienes tú que dar cuenta de lo que decidas?
He podido utilizar el correo, pero he preferido no hacerlo. Si decides cerrar una puerta, ¿quién me da derecho a colarme por la otra, aunque esté abierta? Acepto tu "locuacidad ingobernable", pero esto de los comentarios es, muchas veces, un acto de egoísmo.
Dicho lo cual, respondas o no, me alegro de que le hayas dado al botoncito...
Un abrazo, amigo.
Sonáis bien, amigos. Incluso la cabrita loca de Nhaar...
Gracias.
para no molestar mucho...
Ho..a
Luna
Y menuda sorpresa, Sir John. Hacia dias que no venia. El mundo blogosféico marcha a una velocidad que mis ultimamente atareadisimas semanas no me permiten abarcar. Me alegro de poder... volver a oirte. Respetaré tu cautela.
Un abrazo.
Pd. Y disculpa la ausencia de acentos, los teclados franceses no me dejan ponerlos.
Mi buena Elita, respetarás mi cautela con cualquiera de tus palabras. Un beso.
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