Nuestras sempiternas y benditas autoridades andaluzas han concedido una de las Medallas de Andalucía en 2008 a la ínclita Elvira Lindo. La concesión de estas medallas tiene una historia tan disparatada que, en cierto modo, estos párrafos se hacen innecesarios, puesto que la sorpresa realmente se produce cuando la medalla es concedida a alguien que de veras la merece.
Elvira Lindo nació en Cádiz y por tanto, qué le vamos a hacer, es andaluza. Nuestra paisana ha dedicado la medalla "a una persona que ya no está", a su madre, que "hace 46 años pasó unas horas difíciles en Cádiz para que yo naciera". Incluso en esta dedicatoria se advierte esa forma despierta y sutil de escribir de Doña Elvira. Por supuesto, nada habrá tenido que ver que sea mujer de otro ínclito escritor, al que —el cielo me perdone— tampoco soporto: Don Antonio Muñoz Molina. Ni siquiera el hecho de que Doña Elvira garabatee sus pamplinas con regularidad en el diario progubernamental de la mañana habrá sido excusa suficiente para concederle una medalla como ésa, ni que se alinee esta señora con ese otro gran grupo de intelectuales que enaltece a este país por el mundo, y cuyas cancioncitas y novelitas son dabuten, aunque sus politiqueos y negocios sean aún mejores.
Al parecer, en la concesión de esta medalla se ha valorado su capacidad para "alternar el periodismo con la literatura y la interpretación con su particular estilo mezcla de humor, ironía y una aguda crítica social". Imagino que pensaban en las chocarreras historias de ese niño tan particular que llamaba a su hermano el imbécil. Nunca he podido soportar la falta de elegancia. La incompetencia la soporto hasta cierto punto, justo hasta donde linda con el mal gusto y la chabacanería, y esta mujer sobrepasa ese límite con regularidad.
Para ella, esta medalla representa una "compensación a los sinsabores de la vida". Su trabajo, según confiesa a los periodistas en las entrevistas post-medalla, consiste en "llegar a la gente" y, en este sentido, la concesión del galardón significa "un viaje de ida y vuelta de su trabajo". Yo no lo entiendo, seguramente porque no estoy en la onda boba. "En mi profesión los premios se buscan, pero, en este tipo de casos, no es así, por lo que siento una gran emoción y agradecimiento que celebraré con mi familia, que es la que más se alegra de ello", apuntó la escritora. Literatura insólita la suya, sin duda. Aun así, literatura insólita de la más zafia. Elvirita Gafotas y la gracia de ser andaluz.
Elvira Lindo nació en Cádiz y por tanto, qué le vamos a hacer, es andaluza. Nuestra paisana ha dedicado la medalla "a una persona que ya no está", a su madre, que "hace 46 años pasó unas horas difíciles en Cádiz para que yo naciera". Incluso en esta dedicatoria se advierte esa forma despierta y sutil de escribir de Doña Elvira. Por supuesto, nada habrá tenido que ver que sea mujer de otro ínclito escritor, al que —el cielo me perdone— tampoco soporto: Don Antonio Muñoz Molina. Ni siquiera el hecho de que Doña Elvira garabatee sus pamplinas con regularidad en el diario progubernamental de la mañana habrá sido excusa suficiente para concederle una medalla como ésa, ni que se alinee esta señora con ese otro gran grupo de intelectuales que enaltece a este país por el mundo, y cuyas cancioncitas y novelitas son dabuten, aunque sus politiqueos y negocios sean aún mejores.
Al parecer, en la concesión de esta medalla se ha valorado su capacidad para "alternar el periodismo con la literatura y la interpretación con su particular estilo mezcla de humor, ironía y una aguda crítica social". Imagino que pensaban en las chocarreras historias de ese niño tan particular que llamaba a su hermano el imbécil. Nunca he podido soportar la falta de elegancia. La incompetencia la soporto hasta cierto punto, justo hasta donde linda con el mal gusto y la chabacanería, y esta mujer sobrepasa ese límite con regularidad.
Para ella, esta medalla representa una "compensación a los sinsabores de la vida". Su trabajo, según confiesa a los periodistas en las entrevistas post-medalla, consiste en "llegar a la gente" y, en este sentido, la concesión del galardón significa "un viaje de ida y vuelta de su trabajo". Yo no lo entiendo, seguramente porque no estoy en la onda boba. "En mi profesión los premios se buscan, pero, en este tipo de casos, no es así, por lo que siento una gran emoción y agradecimiento que celebraré con mi familia, que es la que más se alegra de ello", apuntó la escritora. Literatura insólita la suya, sin duda. Aun así, literatura insólita de la más zafia. Elvirita Gafotas y la gracia de ser andaluz.