martes, 26 de febrero de 2008

La vida bajo los árboles

«Viejas desdentadas, tullidos, bachilleres borrachos y bravucones, vírgenes andrajosas, embozados hijosdalgos, enanos, prostitutas y perros perdidos. Sombras alargadas en torno a una hoguera donde arde el brezo, se entibia el aguardiente y se invocan ángeles caídos. Fue aquí frondoso el bosque, los robles poderosos. A su abrigo, en las noches de plenilunio, danzaban estas gentes con sones de gaitas y tambores, bebían sin mesura, conjuraban su fortuna y si en sus ánimos alentaba aún el vigor de las pasiones, rodaban por la hierba, desnudos y embarrados, hasta que el sueño los rendía.

(…)

»Queda, al menos, la esperanza de saber que aunque vengan lustros de bonanza o apatía, gentes dóciles o lluvias tan persistentes que aneguen las ascuas de todo fuego, si al fin los últimos árboles sobreviven a la sombra creciente de la ciudad, volverán al amparo de sus copas en las noches más claras de luna los hombres de sombra proscrita.»

La isla de los robles vencidos, en La ciudad y las islas,
de José Carlos Díaz
(Ilustraciones del libro a cargo de Ana Trilles y Juan Garay),
Cuadernos Cálamo, Gijón, 1993.