Sinvergüenza como ella, te enganchas a la mínima en cualquier sitio y haces por extraviarte, pero yo sé que sólo juegas a perderte. Juraría que no naciste marcador de lectura, pero acurrucándote una y otra vez entre las páginas de mis libros aprendiste, y bien, la entrañable labor. Danzas sobre el lomo de esta novela y de aquella otra, y en tu danza recitas palabras que no son mías, unas palabras que siempre lograron acariciar mi amargura con el bálsamo del afecto, y que tú conservas y refieres entre otras palabras, entre párrafos y páginas, para componer el rumor del viento suyo que acompañará siempre todas mis lecturas.