Nunca podremos calcular lo que debemos a aquellos que han puesto banda sonora a nuestra vida. La peor de las melodías, la mayor de las pavadas musicales puede aún emocionarnos sólo porque acompañó a alguno de nuestros momentos más íntimos. Nadie puede dudar que la música no es sólo música, como una nube no es sólo una nube.
Esta especie de milagro, que ningún neurofisiólogo puede aún explicar, posee dos caras: una bien sugestiva, relacionada con la historia, con la dualidad apasionante entre la magia musical del silencio y el callado prodigio del sonido. Pero posee otra cara algo menos amable: el ruido a veces puede ser insoportable, y la música también, siempre que denominemos música a todo lo que posea, al menos, un acorde de do y otro de sol.
Ayer y hoy se han publicado dos artículos sobre el nuevo disco de Mikel Erentxun, eximio componente que fue de ese dúo indescriptible conocido por Duncan Dhu. El de ayer, una entrevista firmada por Itxaso Marín en Público, se iniciaba con estos tres sublimes párrafos:
Decía Paulo Coelho en El Alquimista que "nadie logra huir de su corazón" y que por eso "es mejor escuchar lo que él dice". Una lección que ha aprendido Mikel Erentxun (Venezuela, 1965).
Después de que una angina de pecho le pusiera en alerta sobre la vida hace dos años, ha entregado su corazón en forma de canciones: "Dieciséis historias escritas en primera persona, a garganta y sangre".
Las primeras frases de Corazones fueron escritas en la cama de un hospital con vistas al mar. Pequeños apuntes de lo que sería un álbum artesanal, en el que Erentxun lo ha dado todo: "Más yo es imposible".
La periodista titulaba el artículo con una frase genial del cantante: “A los músicos se nos ve más como payasos que como cultura". Luego, en una de las preguntas, se aclaraba el asunto:
¿Cree que se respeta la música en España?
No. Creo que no se le da la importancia que tiene y al final los músicos estamos más cerca del entretenimiento que de la cultura. Estamos más cerca de ser payasos, que de ser pintores o escultores.
¿Cómo explicar a este buen hombre que la música siempre será entretenimiento, y que él, entre muchos otros, con sus musiquillas superficiales y sus pueriles letras, ha contribuido a que la música se convierta para muchos sólo en entretenimiento, en puro pasatiempo intrascendente? ¿Cómo explicarle que hay payasos que en tres gestos ponen más arte que él en toda su discografía?
La vanidad de estos cantantillos los lleva de la vulgaridad al ridículo. Comprendo que después de tantos años de alabanzas, de ejércitos de fans rasgándose los vestidos y pidiéndoles un hijo, deben tener el ego algo dañado, pero desde fuera sólo nos queda alucinar con tanta presunción injustificada. Que este hombre se erija en portavoz de los músicos es como si aquel mono que pintaba cuadros surrealistas se hubiera arrogado la representación de todos los pintores de este mundo.
En otro momento de la entrevista, el amigo Erentxun afirma que después de este disco ya se puede morir tranquilo, porque “es un disco completo”. Ahí queda eso. Su disco es artesanal y sobre todo es distinto, entre otras cosas porque está grabado en analógico, de lo que hace bandera y por lo que este buen hombre siente que va a contracorriente. Efectivamente, un verdadero transgresor.
Hay dos preguntas personales que no tienen que ver con la música y que nos dicen mucho sobre el fondo humano de este gran compositor:
Aparte de envejecer, ¿le preocupa algo actualmente?
No. Sólo envejecer.
¿Y políticamente?
Eso sí, tengo muchas inquietudes sociales. Me preocupa la situación de mucha gente e incluso gente que conozco. Y me preocupa la deriva política de este país, la corrupción, lo que pasa es que da tanto asco que al final uno trata de evadirse y de buscar placebos y opios distintos, pero lo bueno es buscar tu propio opio, no el que te imponen.
Hoy, en un reportaje de Silvia Hernando para Infolibre, reconocía el músico que se considera mejor compositor que cantante. La periodista afirma que «Tras verse a sí mismo "en el filo de la vida" por una afección cardíaca, el músico donostiarra saca nuevo disco en solitario: 'Corazones’ (…). Tras un trance así, dice, "te salen cosas súperprofundas, hay una carga emocional insuperable". El acento de súperprofundas es de la periodista, aunque la conmovedora palabra parece ser del artista.
Contrasta todo esto con el concierto que disfrutamos ayer. Antes de coger la guitarra y pulsar una sola cuerda, James Taylor quedó envuelto por un larguísimo y vibrante aplauso, en el que unos miles de corazones agradecían al (esta vez sí) artista toda una vida de música. Agradecíamos que nos hubiera regalado ese hermoso fondo sonoro para nuestras cuitas y nuestros gozos. Con cada aplauso reconocíamos nuestra deuda con esa guitarra limpia y clarividente, con esa voz irrepetible, con la personalidad artística del que no sólo juega a poner cuatro acordes uno detrás de otro ni al frívolo y estúpido pasatiempo de la fama mercantil, sino que siente lo que hace y se lo toma en serio, ofreciendo arte, un arte sencillo y elegante, pionero, innovador, preñado de luz y de inteligencia. Está claro que el gusto interviene en música, pero la música, como cualquier otro arte, nunca, nunca será una mera cuestión de gustos.
2 comentarios:
Que citen a Paulo Coelho me parece una injusticia. Este señor podrá ser un tonto, no me meteré en ello porque la música tampoco me vuelve loco, pero es que después de eso, uno ya se espera lo peor.
Cosas del periodismo, Ozanu.
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