sábado, 2 de junio de 2012

Apología de lo vertical

[Nuevas reflexiones del vagabundo Tani Curiel.
Poemas del desperdicio: I, II, III, IV y V]

Apología de lo verticalSólo cuando los seres humanos hubimos conseguido la verticalidad quisimos llamarnos Sapiens, y curiosamente fue entonces cuando comenzamos a buscar la horizontalidad en nuestras vidas: con el progreso, la evolución, la historia, nos sometimos a una creciente fugacidad del presente.

Probablemente, para los seres primitivos el presente lo era todo; se vivía rabiosamente el instante, y todos los problemas se resolvían siempre en función de lo actual, de lo inmediato, del deseo, del instinto, de la intuición. Cada instante era la vida y no había vida fuera del instante; no existían ni el pasado ni el futuro.

Luego, con la consciencia y el deseo de sustraernos a la violencia natural de las cosas, de no depender de la suerte, comenzamos a abandonar el presente para aprender del pasado y esperar el futuro. En un primer momento todo fue hasta cierto punto natural, porque aún mirábamos atrás y adelante con la intención de mejorar el presente, pero con el tiempo nos fuimos alejando de la actualidad para vivir de nuestros propósitos y nuestros recuerdos.

Se ha repetido demasiado la obviedad de que ni pasado ni futuro existen, tanto que apenas pensamos ya en ella. Las ideas del pasado y el futuro existen, no cabe duda, pero lo que vivo no está ni atrás ni adelante, sino en este justo momento en el que hablo. Lo cierto es que la horizontalidad del tiempo nos ha alejado del instante, nos ha sustraído de la intensidad del momento, convencidos, en bien de no sé qué designios sociales, de que la dimensión vertical de nuestras vidas no existe, de que el ahora es un punto fugaz e inasible, que de nada vale preocuparse por él.

Si uno observa su pasado, por joven que sea, cree ver un escenario inmenso, cuyo horizonte se pierde en las imperfecciones de nuestra memoria. Si observamos el futuro, todos creemos vislumbrar, optimistas, un largo camino lleno de… lleno de instantes (que probablemente serán sacrificados en nombre del futuro), una extensa promesa de vida. En cambio, cuando miramos el presente, consista en un instante, en una hora, en un día, en esta semana en la que andamos, creemos notar que es un lapso de tiempo efímero y esquivo, y por tanto mucho menos interesante que ese futuro prometedor o incluso que ese pasado lleno de añoradas experiencias.

Todo, por supuesto, depende de la profundidad y la altura que queramos otorgarle al presente, de la intensidad con la que queramos vivirlo, del detenimiento y la falta de prisas (la prisa adelgaza el presente), y de la libertad que conservemos frente a la tiranía de nuestras lecciones pasadas y a la atracción de nuestros deseos diferidos. Vivir el espacio vertical infinito del instante: habilidad que perdimos y que en raras ocasiones recuperamos, quizá sólo cuando la hartura de lo cotidiano, la infelicidad de la razón y la grisura de lo prescrito nos empujan a la transgresión. Elevar sobre nuestro paso marcial extraños e inimaginables universos verticales cuasi infinitos, tal vez ése sea el único atajo que nos queda hacia la felicidad…

4 comentarios:

Isabel dijo...

Las prisas, como bien dices, además de adelgazar el presente nos carga de años sin darnos cuenta, y sólo cuando por un instante los vemos pasar rápidos, nos proponemos densar el tiempo.
Pero nunca es tarde, si la dicha es...

Sir John More dijo...

No, Isabel, nunca es tarde, a pesar de todo... Besos.

Francesc Cornadó dijo...

Horizontal o vertical son posiciones relativas, yo prefiero las curvas.
Salud
Francesc Cornadó

Sir John More dijo...

Je, je... Casi estoy por darte la razón, Francesc, pero me temo que el nacimiento y la muerte le quitan un poquito de relatividad a esas posiciones. Aunque igual andamos todos en un intratable laberinto... Abrazos.