viernes, 16 de abril de 2010

El inoportuno despertador

don_quixote_16 — Dígote Sancho que no me alcanza la memoria a esclarecer cuáles fueran los prelegómenos de mi sueño, pero que en su término y final se citaron y confundieron los goces más asombrosos del cielo con las más lóbregas escuridades del averno. Y tan profunda y aparatosa fue la visión que, hubiérase compuesto en tu caletre inocente de labriego, y por las mismas te hubiéremos hallado en tu despertar tan comido por el pasmo que ni Dios nuestro Señor fuera para sacarte del marasmo mortal. Y dígote, mi fiel Sancho, que todas las andanzas del mundo no me fueran sobradas para conjurar la sacudida funesta de este sueño, y que de no ser por mi natural decidido y la fuerza descomunal con que la faz de mi señora Dulcinea del Toboso, non plus ultra de la fermosura en este mundo, provee a mi voluntad, que yo mismo cayera cautivo en el espanto soberbio y encantador de aquesta imagen sublime que se me pareció al fin de mi soñar.

»Ahora pinta en tu deshabitado pensamiento, ahí elevado casi dos estados sobre tu vista, un murete de piedras, desos que se usan de lindes en los campos, y atravesándolo un camino que espaciadamente se hace curvo para el este de tu mirada. A ese promontorio ascendí por ver mejor lo que ocurría, porque la tarde perecía ya bajo negros y tormentosos enigmas, y he aquí que topeme con unas montañas tan altas como la áurea morada de aquellas dicharacheras deidades profanas, unas alturas gigantes que bordeaban el camino por la siniestra. Sus cumbres eran interminables y nevadas, y refulgían con traza de algodón, o más cumplidor sería decir que la nieve no era nieve, sino plumas de verdaderos ángeles, despidiendo una luz que habría podido brotar de los manantiales de la gloria. Y justo sobre esas nieves y esos fulgores, suspendidas en los cielos y manchándolos con la color del proprio terror, fuscas y ceñudas nubes peleaban con la luz para imponer sus tinieblas.

»Las faldas y precipicios caían sobre el camino con un verdor vacilante, y mucho habría de errar mi entendimiento si no fuera aquel panorama digno de las tierras salvajes que, más allá de la Inglaterra, se desparraman con el nombre de Escotia. Pero advierte, Sancho, que jamás mis aventuras me llevaron por semejantes reinos, y que nunca vi pintura alguna que acaso se aparentase a esta visión. Por lo que no es de extrañar, mi fiel escudero, que otra vez sea cosa de encantadores ociosos, que andan pincelando inquietudes en mis sueños, y molestando mis pensamientos que, por otros modos, andarían un día y otro suspensos en el sin par recuerdo de los ojos de mi Dama. La fantasma de este sueño se ha enredado en mi celebro, y no hay fuerza humana ni divina que pueda ahuyentarla. Y menos si pienso en los carros que, desde el fondo del camino, se venían hacia mí en el sueño, y que se apresuraban como llevados por el diablo, diríase que fuyendo despavoridos del valle que era entonces la fauce imponente de un monstruo, pulida acaso por la desnuda hermosura de la naturaleza. Y doy en pensar, querido Sancho, que ese valle es tal el dibujo de la mesma vida, que para mí que es un camino de tormenta y espanto sobre el que brillan algunas quimeras caras y emocionantes. Pues que a qué habríamos de soportar tanto despertar y desfallecer, tanto amanecer naciente y tanta noche de derrota, si no fuera, antes y principalmente, por la verdad cierta de que mi vida pertenece a nuestro Padre celestial, mas también por esas luminiscencias con que los cielos de vez en vez nos regalan, lanzándolas como esperanzas por entre el mucho dolor y el corto entendimiento del hombre.

»Pero avivemos el paso, Sancho, que Damas desdichadas y torcidas fechorías aguardan la claridad de mi brazo, y mal me condujera yo si me dejase encandilar por una mera pintura soñada…

4 comentarios:

Sean dijo...

A veces, a diferencia de la ficción de los Grandes, ni los sueños nos salvan de la vida...

Sean dijo...

Pero dejemos, a veces también, encandilarnos por pinturas soñadas, vengan de Escotia, Gredos o los Apalaches...

http://www.youtube.com/watch?v=tZYVJlhnqxQ

Sir John More dijo...

Ni la vida nos salva de los sueños, querido Sean... No sé qué es, a la larga, peor... Abrazos.

Sean dijo...

Y viceversa... Qué verdad también, Sir.
Decía Léolo en la portentosa peli de Lauzon: "Porque sueño, no estoy loco", y aún así: “je ne rêve plus".
Pérmíteme otra cita de ahí: "La verdad florece al cagar". Si quieres, echo ambientador...
Más abrazos.