viernes, 30 de mayo de 2008

Antiguos altares

Parece que llegara un tiempo en el que se deben ir cerrando los expedientes de tu corazón. Yo fui –y tal vez sea aún– un muchacho enamoradizo, que tras una sola mirada podía instalar a una mujer en cierta cueva íntima, donde las ideas proyectaban la sombra de rostros dulces y eternos. Y bien que me enorgullecía de ello, de esa especie de rencor positivo que me permitía conservar el amor por aquella chiquilla que rozó mi mano, o por aquella otra que pasó como un efímero vendaval por mis huesos.

Hoy sólo basta remover un poco esos objetos que flotan en el limbo ideal de mis cariños, y los rostros y sus sombras estallan como pompas de jabón, demostrando que en muchos casos, más allá de mis deseos juveniles, no había en el expediente ni un sólo gramo de piel, ni una pizca de correspondencia, o que si la hubo se deshizo tiempo ha, como se deshacen los cadáveres de nuestros seres más queridos.

Una carta, un mensaje, un simple saludo, el intento tímido de restablecer aquella pasión, o un mínimo atisbo de juego en nombre de aquellos instantes, y se enfrenta uno a esa respuesta silenciosa que viene a instaurar la sensatez, la fría sensatez. Entonces sólo resta desalojar los pequeños, antiguos altares, ir desocupando la cueva amable, conformándose con las sombras fugaces del mediodía, y permitiendo al tiempo que invada definitivo tus campos con su serenidad de fracaso.

8 comentarios:

Carmen dijo...

Lo que se fue... se quedó allí. Pero no lleva al fracaso hoy ¿verdad? Besos de fin de semana.

Sir John More dijo...

Bueno, Carmen, uno es el resultado de lo que fue. En este caso, además, uno revisa lo que fue, lo que otros parecieron darte, y cuando remiras las cuestiones te das cuenta de que aquellos viajes fueron más bien virtuales, y que la amistad verdadera, y mucho más la libre, son molestias para algunos de esos amores que comienzan a derretirse como figuras de cera robadas del museo. Si no fuera por el sueño que ahora tengo me zambulliría en una gran melancolía azul... :-)

Anónimo dijo...

También creo que somos el resultado de lo vivido.
Las experiencias nos suman o nos restan, no estoy muy segura, la verdad.

Saludos

Veredas

Sir John More dijo...

Bueno, tal vez nos sumen y nos resten, ambas cosas. El problema surge cuando hay que destrozar un recuerdo, cuando la realidad presente aclara para mal un recuerdo hermoso...

Besos, Vereditas.

Elena dijo...

¿Son un fracaso todos esos latidos que han caminado hasta el corazón que ahora somos?

Sir John More dijo...

En cierta forma sí: sólo hay que dar tiempo al tiempo. Pero no me refería a que todo lo que nos ocurrió, que ahora nos compone, fuera un fracaso. Sólo me refería a ciertos tesoros de la memoria que uno guarda en su interior, amables porque apenas se notan ya las posibles aristas pasadas, ya que el tiempo y la nostalgia las limaron, tesoros que de pronto se topan con la realidad y al contacto con ella se deshacen como cenizas al viento. Tesoros que andaban llenos de sonidos, que mantenían en su interior susurros, canciones, palabras únicas, y que ahora descubres que están llenos de un silencio indiferente y doloroso... Sobre el estiércol de nuestros fracasos pueden crecer aún maravillas, pero la tierra no puede más que empobrecerse con cada cosecha. Un beso.

elita dijo...

Creo que debemos esforzarnos por dar la vuelta a ciertos momentos del pasado y empezar de cero; cada día debería ser un empezar de cero, un aprender, escuchar, dejarse sentir y llevar por el deseo de llenarse de recuerdos de vivos colores. Intento ser un poco más cada día que pasa y, sobre todo, ir de la mano del amor.
Besos dulces.

Sir John More dijo...

Claro, Elita, pero soy un nostálgico, un enamorado de los recuerdos, y me duele tanto verlos caer y hacerse añicos... Beso alegre de verte de nuevo por aquí.