lunes, 10 de septiembre de 2007

Pedantes y sentimentales

Hablaba con Espe sobre la diferencia entre el conocimiento y la pedantería. Ella se quejaba de aquellos que demuestran en exceso su ilustración, y yo le daba la razón en algunos casos en los que se produce falta de oportunidad y de ese mínimo de modestia que el buen gusto determina. Es bien cierto que, por la ausencia de estas virtudes, el discurso y los argumentos de determinados sujetos acaban siendo meras excusas para demostrar una brillantez que nunca consistió exclusivamente en derrochar sapiencia y verbo, sino en algo más, en sentir y vivir lo que se conoce y transmite. Además, y curiosamente, el sentimiento y la vida lo conducen a uno a cierto tipo de modestia, mezcla de amor por el silencio y de duda insalvable. Para desgracia de los que me leéis, algunos aún no hemos llegado a esta sabiduría discreta y sosegada…

Pero a continuación quise exponer a mi amiga la otra cara del asunto. En cierto modo Espe reivindicaba el derecho de todos a ignorar. El simple hecho de no conocer algo no nos convierte en estúpidos, ni siquiera cuando nos negamos conscientemente a dicho conocimiento. Y es así. De hecho, hay tanta sabiduría ahí, al alcance de nuestra mano, que nadie puede evitar negarse a algunas parcelas de ella, bien por un puro problema de falta de tiempo, que nos impulsa a priorizar entre los temas, bien porque el tema en sí no nos interesa lo más mínimo. La cuestión es que todos tenemos derecho a la ignorancia. Pero le preguntaba a Espe si también teníamos derecho al conocimiento. Hablábamos de esos campesinos latinoamericanos que, al ser entrevistados por alguna catástrofe, demuestran poseer un nivel de expresión a años luz del nivel que demuestra el ciudadano medio de nuestras ciudades. Y reflexionaba yo: si el nivel intelectual y de expresión del común de nuestros vecinos y de los medios de comunicación sigue cayendo, y acaba más cerca del gruñido Neandertal que de la poesía de Neruda, ¿no se desvirtuarán hasta límites insostenibles tanto la oportunidad como esa mínima modestia que hay que mostrar para no caer en la pedantería? Quiero decir: si una acacia es una acacia, pero cada vez menos personas la reconocen como tal, y todo el mundo la llama árbol, ¿no llegará el día en que cualquiera que la llame acacia se expondrá a que lo tachen de pedante?

Nací y viví en una familia prácticamente analfabeta, cuya dignidad, no obstante, nadie podrá discutir jamás, y aprendí que nunca la ignorancia puede ser suficiente razón para acusar a nadie de estupidez. Pero sólo con el derecho al conocimiento y a su uso y expresión podremos evitar que nuestro entorno se convierta en un intercambio insensato de banalidades y gruñidos. Así que, claro, todos tenemos derecho a la ignorancia, pero no a confundir al sentimental cuidadoso con el cursi pedante.

12 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo creo que esto que temes ya se está dando, Sir John.
Algo me dice que la autoestima y el equilibrio mental también marcan la diferencia entre la pedantería y la erudición. Cuando uno nada tiene que demostrar(se) no suele dar la brasa con todo lo que sabe para resultar interesante.
Reflexionaré sobre lo del "derecho a ignorar". Me parece muy interesante. Creemos que el saber es lo mejor, pero da muchos problemas a veces. Más que no saber. La cuestión es dónde está el límite.
Hoy me he explayado...
Besos.

DIARIOS DE RAYUELA dijo...

Será como lo del erotismo y la pornografía. El pedante alardea de vengüenzas. El prudente deja entrever que hay algo que merece la pena en lo que medio vela. El primero puede apabullar de pronto por la contundencia de sus argumentos (la medida de sus atributos), pero después de la inicial sorpresa sobreviene el hartazgo. El otro, en cambio, te va metiendo en ganas. Te apetece por contagio su refinamiento.
Ese tipo de comportamientos respecto a lo que uno sabe es muy importante en la docencia, donde, a mi juicio, es mucho más efectivo despertar curiosidades que exigir conocimientos.
En cuanto a la discreción, más bien creo que se adquiere no tanto por acumulación de conocimientos como por una sabiduría reflexiva. Hay analfabetos discretos y doctores insoportablemente pedantes.
Y por lo que atañe a la facilidad y corrección expresiva con la que se manifiestan muchas veces en la América de habla hispana gentes sin apenas estudios, quizás a ello contribuya que tengan en la comunicación, y por tanto en el instrumento que en ella emplean, un motivo de esmero, que haya aún en las relaciones personales un interés verdadero por lo que se dice y un ejercicio cotidiano de la conversación. Es aventurarse en explicar lo que no se sabe bien por qué se produce, pero que, en cualquier caso -y en eso estoy plenamente de acuerdo contigo- es admirable.
Un abrazo.

amart dijo...

Una brillante reflexión admirablemente expuesta.Estoy de acuerdo con Espe en el derecho a ignorar, aunque debo matizar que ese derecho no tiene nada que ver con el supuesto derecho a ser un ignorante. Discriminar determinadas parcelas de conocimiento, aunque se tengan al alcance, no es más que reafirmar la identidad, la personalidad, los gustos, las inclinaciones. La "otra" ignorancia, es, en muchos casos, culpable de buena parte de lo que ocurre, pudiendo evitarse con tan solo un poco de instrucción.
En cuanto a los pedantes y eruditos, je, je, salvo contadísimas excepciones, se les diferencia a distancia. Mi padre suele decir "al tonto se le ve pronto". Pues eso pasa con el pedante.
Por último: a mí también me ha llamado la atención muchas veces la corrección con que se expresan los campesinos sudamericanos a los que haces referencia. Sólo puedo sentir vergüenza hacia los responsables del desastre lingüístico al que asistimos a diario.
Un abrazo.

Lula Fortune dijo...

La ignorancia no se puede medir en la cantidad de conocimientos que posees sino en el grado de interés que manifiestes por seguir conociendo. Esa máxima de "nada humano me es ajeno" deslinda al ignorante del que no lo es. He conocido a mucha gente atrincherada en su docto saber que no solo desconoce, sino que desprecia todo lo que se aleje de ese pedante academicismo. Por desgracia también hay gente que se regodea en su ignorancia. Para mí representan una idéntica actitud.
Y no sé si me he ido del tema, pero me he quedado agusto.
Un humilde beso.

Sir John More dijo...

Es cierto, de acuerdo con todos vosotros, pero el problema que sobre todo me preocupa es que hoy se dan con demasiada frecuencia dos casos: el de aquel que vive el saber desde el corazón, y que es tomado por un pedante, y el del ignorante profundo que, parapetado en su popular derecho a la ignorancia, va por ahí pavoneándose y siendo admirado y defendido por las mayorías. La creciente mala prensa de la inteligencia permite este círculo vicioso que va regando nuestras calles de maleducados y simples. Y juro que no suelo ser tachado de pedante, sobre todo porque mi inteligencia da para lo que da, pero el ambiente cada vez resulta más estúpido y embrutecedor.

Anónimo dijo...

¿Qué puedo añadir después de tan sabios comentarios? Estoy de acuerdo con casi todo lo manifestado.

Yo diferenciaría entre el pedante que no sabe que aburre y el que busca protagonismo. Al primero lo disculpo, al segundo no lo aguanto.

Es cierto que, excepciones aparte, el nivel medio está bajando y que la raya que marca la pedantería no debería ajustarse a la baja también sino mantenerse donde estaba.

En cuanto a los ignorantes creo que hay tres categorías: 1) los que prefieren dedicar sus fuerzas a especializarse, 2) los que eligen una vida fácil pero no influyen en la de los demás y 3) los que no saben nada, se jactan y encima pretenden gobernar.

Alexandrós dijo...

He de confesarte Sir John, que el tema me resulta tan atractivo (sabiduría, pedantería, erudición, etc) que esta entrada me deja pasmado e incapaz de comentar algo de interés.¿Podré comentarla alguna vez? No lo sé pero lo intentaré.
Un abrazo

Alexandrós dijo...

Sabios: alcanzaron una cima
Pedantes: siempre quieren enseñar a todo el mundo(casi siempre enseñarle su prodigiosa memoria)
Eruditos: saben lo que otros descubren
Centones: una casa
Ignorantes: el principio del saber si lo acompaña la curiosidad
Esta clasificación zarrapastrosa no sirve para nada pero es lo que tengo ahora.
Un abrazo

Sir John More dijo...

Queridos Tawaki y Alexandros, creo que todos podemos seguir añadiendo matices y diferentes perspectivas al tema, y sólo con ellas el tema estará bien tratado. De veras que sólo intenté plasmar cierto temor que todos tenemos alguna vez a usar nuestros conocimientos por no parecer pedantes. Y como dice Tawaki, ese nivel a partir del cual eres considerado pedante va bajando a un ritmo preocupante. Por supuesto, lo peor no es que te consideren o no pedante, sino que llegue un momento en el que tu entorno se capaz de tacharte de tal por llamar a algo por su nombre. En fin, seguimos en ello. Gracias a ambos.

Raquel dijo...

sir john, qué curioso que comentes esto. Hace poco hablaba de eso precisamente con una de mis hermanas. Nos llamó la atención esuchando a alguien hablar por televisión y sintiendo la obvia diferente con un español de a pie. Claro, tú has bordado la entrada.
Un abrazo

Sir John More dijo...

Un beso, Raquel, tienes unos ojos demasiado condescendientes con mis palabras, pero igual me siento cerca de las tuyas.

Anónimo dijo...

Parece que aquí hay quórum a la hora de sostener la repulsa que a todos nos provocan el pedante y el ignorante de profesión. Ahora bien, me parece interesante ese matiz en el que incide Sir: el propio temor a la "exhibición" de un determinado conocimiento (lingüístico, artístico, literario...) por miedo a ser tachado de engolado. Recuerdo cómo hace años, en un trabajo del que afortunadamente supe marcharme a tiempo, me sentía marginada por mis compañeros, y ello debido a mis "peculiares" gustos musicales y culturales. En mi caso era preceptiva la buena educación cuando escuchaba que habían ido a ver la última de Steven Seagal, pero ay de mí como dijera que a mí me gustaba Kaurismaki. Inmediatamente me decían que era "una tía aburrida" y que conmigo no se podía ir a ningún sitio. Y eso que ellos eran los "tolerantes" (por cierto, odiosa palabreja). Finalmente, acabas por encerrarte en una concha si es que tienes personalidad y resistencia; si no es así, no es improbable que acabes arrinconando tus gustos o tu léxico para igualarte con la grey (creo que esto les pasa a muchos niños y adolescentes, tan necesitados del reconocimiento del grupo). De estas situaciones se deriva una deplorable decadencia de la cultura, de la sabiduría y de la calidad de la comunicación. Tal vez dentro de no demasiados años volvamos a los gestos y los gritos inarticualdos como medio de expresión. A ver quién es el listo entonces que se encuentra con el lógos... Besos.