ACTO 4º. JÚPITER, EL PORTADOR DE ALEGRÍA
Júpiter, con vestido muy ceñido, de vetas anaranjadas y jirones de gasa flotando en sus movimientos, aparece entre muchos amigos, en una fiesta celestial. Es verano. Todos bailan alegres, en grupos, cogidos de la mano, en danzas con ritmos oscilantes, mientras él va de un corro a otro con su sonrisa inquebrantable, contagiando a todos su contento.
Pero Júpiter, súbitamente, escucha una llamada de abajo, y tras cubrirse la escena con un velo opaco donde se pueden ver fenómenos estelares, aparece la Corte de un viejo Rey, con el trono vacío porque el Rey es sacado del escenario en hombros y muerto. Al trono se acerca una princesa, triste, que se tiende sobre el trono y llora. Júpiter, vestido de planeta, comenzará a transformarse en un bufón, en un arlequín rebosante de colorido. Trata de alegrar a la princesa con movimientos caricaturescos, con algún juego de manos, pero consciente de que nada de eso da resultado, encuentra de pronto la solución: hace ademán de abrir una puerta en el lateral del escenario, por la que entra un príncipe y su corte, el cual se dirige a la princesa y la sienta en el trono, haciéndole una profunda reverencia. Ella da una orden, y un trono exactamente igual al suyo aparece por el otro lateral, y queda dispuesto junto al suyo. El príncipe se sienta y ambos entrelazan sus manos. Entretanto Júpiter, al otro lado de la escena donde los príncipes son reyes y los cortesanos se arrodillan, ríe y deja caer el disfraz de bufón. Entonces nuevos velos caen y la escena cambia, y Júpiter vuelve a la fiesta celestial donde sus amigos andan algo decaídos, y recupera la sonrisa de todos. Pero pronto la fiesta acaba, y los amigos se despiden. Júpiter ahora danza solo, y con la música esa danza se va haciendo más grave y desatinada, con pausas de tristeza. Al final, Júpiter se coloca una máscara de payaso con una gran sonrisa de mentira.
Júpiter, con vestido muy ceñido, de vetas anaranjadas y jirones de gasa flotando en sus movimientos, aparece entre muchos amigos, en una fiesta celestial. Es verano. Todos bailan alegres, en grupos, cogidos de la mano, en danzas con ritmos oscilantes, mientras él va de un corro a otro con su sonrisa inquebrantable, contagiando a todos su contento.
Pero Júpiter, súbitamente, escucha una llamada de abajo, y tras cubrirse la escena con un velo opaco donde se pueden ver fenómenos estelares, aparece la Corte de un viejo Rey, con el trono vacío porque el Rey es sacado del escenario en hombros y muerto. Al trono se acerca una princesa, triste, que se tiende sobre el trono y llora. Júpiter, vestido de planeta, comenzará a transformarse en un bufón, en un arlequín rebosante de colorido. Trata de alegrar a la princesa con movimientos caricaturescos, con algún juego de manos, pero consciente de que nada de eso da resultado, encuentra de pronto la solución: hace ademán de abrir una puerta en el lateral del escenario, por la que entra un príncipe y su corte, el cual se dirige a la princesa y la sienta en el trono, haciéndole una profunda reverencia. Ella da una orden, y un trono exactamente igual al suyo aparece por el otro lateral, y queda dispuesto junto al suyo. El príncipe se sienta y ambos entrelazan sus manos. Entretanto Júpiter, al otro lado de la escena donde los príncipes son reyes y los cortesanos se arrodillan, ríe y deja caer el disfraz de bufón. Entonces nuevos velos caen y la escena cambia, y Júpiter vuelve a la fiesta celestial donde sus amigos andan algo decaídos, y recupera la sonrisa de todos. Pero pronto la fiesta acaba, y los amigos se despiden. Júpiter ahora danza solo, y con la música esa danza se va haciendo más grave y desatinada, con pausas de tristeza. Al final, Júpiter se coloca una máscara de payaso con una gran sonrisa de mentira.
6 comentarios:
¿También dramaturgo? Amigo Sir John, no dejas de sorprender. Cualquier día te veo recibiendo la medalla de oro en gimnasia rítmica, en vez de la rusa esa. Un abrazo, artista.
He vuelto a ponerme el fragmento... tengo a Holst un poco olvidado. Pero gracias a ti y a tu descripción de la escena (y esa gran mancha, como ojo visible que lo viera todo) le voy a dedicar un día de estos un rato a todos los demás planetas.
Sólo a modo de pregunta sin mayores consecuencias: ¿a qué atribuyes tú el que Holst esté prácticamente siempre fuera de las programaciones y que siempre que lo programen sea con ¿"Los planetas"?
Un abrazo y gracias por la escena.
Bueno, Amart, puros pinitos antiguos que hice, acercándome sólo, cuando trabajaba con niños en Las Hurdes. Además, verás que le falta muchísima concreción, pero se pasa bien imaginando un escenario con niños danzando como planetas. Gracias por tu visita.
FPC, imagino que esta obra está realmente conseguida, y a la vez se ha utilizado tanto que cuando se escuchan las otras obras de Holst, bastante más íntimas y menos comerciales (sin que esto suponga que Los Planetas pierden un sólo gramo de genialidad), cuesta un poco más. Lo cierto es que yo he escuchado poco más de este hombre, algunas obras corales y poco más. Pero recuerdo que no hace mucho busqué en el pozo y salió muy poco del amigo. Habrá que buscar más...
Un abrazo.
Precioso. Hay gente que dice que ponerle texto, imágenes o dramaturgia a la música le quita parte de ese poder de abstracción que esta gran reina nos regala. A mi me parece maravilloso hacerlo y poder escuchar esto desde tu momento, tu forma de escuchar, tu recreación.
Un abrazo
He mirado al cielo instintivamente y he cogido a la luna asomándose por la ventana. ¿Estaría buscando sus compañeros de juegos?
Yo también he aprovechado para recuperar el CD, que ya tenía olvidado.
Un abrazo,
Gracias, Raquel y Tawaki, por vuestras palabras. Sí, la danza es un género que muchos tenemos bastante olvidado, y aunque la música, como bien apunta Raquel, puede ser una cuestión más de cerrar los ojos y mirar con los del corazón, juegos como éste no dejan de ser divertidos, y la música creo que se deja. O esa misma imagen de Tawaki con la luna ahí, solita y buscando en el cielo oscuro a sus compañeros de danza...
Besos y abrazos.
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