El otro día, en una entrada del lindo blog de Maritornes, y en la zona de comentarios, se montó una pequeña algarabía alrededor de la figura de García Lorca. Yo opiné que los poemas y obras de teatro del amigo podían estar escritos en un lenguaje tal vez más accesible y cautivador para la gente del sur, y no por ningún tipo de superioridad,
sino tal vez por una pura cuestión de diversidad cultural. Y también decía que Lorca me ha gustado mucho más en sus cartas que en sus poemas o en sus obras de teatro más conocidas. El otro día adquirí la tercera entrega de sus obras completas publicadas por RBA-Instituto Cervantes, y encontré multitud de textos aparentemente secundarios, pero que son de lo más interesantes. Y es que nada más abrir el libro me di con este párrafo:
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Hacía un frío limpio de nubes. La cuesta de los Gomeles bajaba llena de heladas agujas de fonógrafo. Era la una de la madrugada. El duelo de los surtidores golpeaba en las paredes del silencio. Chorros cristalinos caían de los tejados y mojaban los cristales de los balcones. Al dolor fisiológico del agua quebrantada por el hielo, se unía su tenaz insomnio. Insomnio hecho de pequeños tambores incesantes que ponen loca la noche de la ciudad.
He suprimido en el texto dos comas curiosas, una tras La cuesta de los Gomeles, y otra tras El duelo de los surtidores, y es que parece que la costumbre molesta de colocar una coma entre el sujeto y el verbo viene de antiguo. Pero consideré que el texto merece la corrección, porque así, leído con su adecuada continuidad, resulta una joya de las muchas que nos legó este genio.