viernes, 22 de junio de 2007

Billie

La oí por primera vez un día inesperado de hace casi veinte años. Andábamos María y yo recién aterrizados en Las Hurdes, y hablaba con un reciente amigo sobre música, y concretamente sobre jazz. Entonces yo paladeaba el Spanish Heart de Chick Corea, o la voz de tigresa de Ella Fitzgerald, las cuchipandas divertidas y sentimentales de Cannonball Adderley, o ese disco donde algún bendito había reunido temas del mismo Corea, de McCoy Tyner, de Keith Jarrett y de Herbie Hancock, un disco que no me cansaba de escuchar. Mi amigo me habló de sus discos de importanción, y entre ellos me la nombró para que por primera vez yo oyese su nombre: Billie Holiday. Me prestó el vinilo como quien presta a un hijo, y yo hice honor a su celo y lo traté con manos de algodón. La voz de luna gastada de Billie me cautivó desde la primera estrofa.

Sin embargo, perdidos como estábamos en aquel paraíso hurdano, muy lejos de una buena tienda de música y por otros motivos varios, no me hice devoto de esa voz hasta que un par de años después mi hermana me regaló, sin ella conocerla realmente y sin tener noticia de mis gustos, un disco con una grabación impecable de algunos de los mejores temas de este ser mágico. Era The Silver Collection, una recopilación maravillosa que pronto se adueñó de mi sensibilidad para nunca más soltarla. En este disco, Billie ya interpretaba muchos temas con la voz de sus últimos años, una voz madura, rota, sublime. Una fecunda obsesión se apoderó de mí, y busqué discos hasta debajo de las piedras. Y así descubrí Lady in Satin, su último disco, grabado cuando su voz ya estaba destrozada, acompañada de una orquesta pobre, y sin embargo un disco que te pone hasta el último vello de punta. Al escuchar su You’ve changed, toda la historia de Billie se te incrusta en el corazón, abonándolo de tristeza.

Al cabo de los años, oí que Embraceable You se había convertido en la banda sonora de una de las historias de amor más hermosas que nunca ocurrieron...

4 comentarios:

DIARIOS DE RAYUELA dijo...

Compruebo con admiración que no se te resisten ni la técnica ni tampoco, y eso es lo más grato, la mejor manera de contar las cosas, la que pasa por el recuerdo sentido y las palabras justas que lo evocan.
Ya me dirás...
Un fuerte abrazo.

Daniel Pelegrín dijo...

Muy bueno. Billie, el texto, todo. Es una de esas voces que se adhieren a la vida, también a la mía. Anteayer, con lluvia, escuchaba Stormy Weather. Qué vida, la suya.

Neves de ontem dijo...

También compré ese disco en esa época, casualidades.

Sir John More dijo...

Sí, queridos amigos, si esa tristeza plena, esa tristeza rebosante de rincones y empapada de deseos y desilusiones debiera tener una voz, ninguna sería mejor que la de Billie.

Y bueno, Diarios, sigo investigando cómo subir un sonido propio al cuaderno. En cuanto lo sepa, serás el primero en saberlo. Nuestra solidaridad machacará a nuestra ignorancia...

Azófar, luego de escuchar Stormy Weather uno podría corregir a mis amigos de Echolyn, cuando dicen en uno de sus temas: There's no lies worth believing (no hay mentiras en las que merezca la pena creer), y proponer esta otra: There's no truth worth believing (no hay verdad en la que merezca la pena creer). Billie y una buena tarde tormentosa... Uf...

Gracias, Neves, por tu visita. Me alegra pensar que por ese tiempo, desde no muy lejos, alguien navegaba como yo en esa música tan carnal. Y que ahora, al cabo de tantos años, me encuentro a ese alguien por aquí, en este lugar... Siéntete en tu casa.

Abrazos.