viernes, 25 de mayo de 2007

Jacaranda

Vuela una cigüeña con parsimonia sobre el caos de la ciudad, sobre esa suma de prisas y dignas banalidades que borra hasta la última huella del silencio. Apenas quedan trazas de la moderada y efímera luz de la primavera, y Sevilla se hunde con paso firme en el centelleante verano, donde los días son eternos y los resplandores excesivos. Ahí, en medio de la calle, siempre añorante de mar, la jacaranda pinta un manto malva a sus pies, sabiéndose incapaz de llenar Sevilla con sus flores. Hace lo que puede, sucediendo en el renacimiento a los intensos aromas y las florecitas nerviosas del Paraíso, reuniéndose a veces en largas avenidas para que la alfombra asombre y acoja, y apacigüe los pasos de los viajeros perdidos, esos que, deprisa, no van a ninguna parte. Otras se hospedan en los jardines del Alcázar, jacarandas serenas y privilegiadas que enredan con esmero el amarillo albero y el verde nuevo del vergel, coloreando ese oasis donde el bullicio no osa entrar, quedándose siempre más allá de las murallas. Allí, entre gynkos y naranjos, suspiran malvas por el sosiego de todos nosotros.

(Foto de Grzegorz Komar - http://grzegorzkomar.com -, en http://www.trekearth.com/gallery/Europe/Spain/photo201435.htm)

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