Imagino que en algún sitio del Manual de Estilo de El País, que gracias al cielo no se me ha ocurrido leer, aparecerá una recomendación parecida a ésta: “Aunque la noticia sea una sandez, hay siempre que adobarla con poesía periodística”. Tal vez por eso casi todos los medios se han hecho eco de la separación del grupo R.E.M. comentando sencillamente las declaraciones pomposas e insulsas de los propios protagonistas, mientras que El País aborda emocionado el asunto y ensalza con pasión a la banda.
También imagino a El País con un plantel de críticos musicales suficiente para que, se hable de quien se hable, de Hiromi Uehara o del Fari, de Cream o de R.E.M., alguien glose las bondades del agasajado. Ante todo, buen rollito. Incluso cuenta en sus filas con un tal Diego A. Manrique que, en la vejez, y ya muy lejos de aquel buen gusto que demostró en el prehistórico Popgrama, igual se pirra por dios que por el diablo, que lo suyo es disfrutar epidérmicamente, con naturalidad e inmediatez, sin comerse demasiado el tarro, pero eso sí, con mucha poesía.
En este caso, Íñigo López Palacios nos planta un artículo sobre R.E.M. que podría ser calificado de humorismo musical. Reconoceré para empezar que a mí R.E.M. me parece un grupo detestable, simple (que no sencillo) y más ñoño que perrito piloto, y que nunca, ni en sus supuestos mejores discos, han hecho nada que pueda haber trascendido, ni de lejos, los hitos alcanzados por Los Diablos o Fórmula V. Pero el artículo de López Palacios no sólo mueve a risa, sino que, si no teníamos bastante con la prueba de su propia música, resulta revelador sobre los méritos artísticos de estos exitosos cantamañanas.
El artículo comienza resaltando, como casi todos los demás, la sentencia asombrosa del líder de la banda, Michael Stipe, que afirma lo siguiente:
"Un hombre sabio dijo: la gran habilidad para ir a una fiesta es saber cuándo es el momento de irse".
Bonita frase que, en su profundidad insondable y su insuperable belleza, podría ser atribuida a cualquier filósofo anoréxico, de flequillo insospechado, arreglao pero informal.
Don Iñigo afirma que ”han llegado mucho más lejos como banda de lo que nunca imaginaron y ahora se sienten sin ganas de continuar porque ya no saben que [sic] hacer”. Aparte de dudar de la sección Acentos del Manual de Estilo, uno empieza a sospechar que ni ellos se creyeron el éxito que tuvieron. El periodista nos lo aclara: “La verdad es que hacía ya bastantes años que R.E.M. habían perdido la trascendencia cultural que una vez tuvieron. Que fue enorme. Son la banda básica para entender el acceso del rock alternativo a los estadios”. Lo de R.E.M. no era música como tal, sino trascendencia cultural, y fueron, ahí es nada, referentes para el rock alternativo. No puedo dejar de preguntarme: alternativo ¿a qué? Incluso veo la mayor: ¿rock? ¿R.E.M. es una banda de rock? El periodista de El País nos lo aclara enseguida: “Frente a la frivolidad, los sintetizadores y el pop de colorines ellos apostaban por las guitarras cristalinas del folk pop de los sesenta, las letras crípticas de Stipe y el compromiso político”. R.E.M. fueron, según El País, “pioneros del rock de buenas intenciones”. Je, je, qué tremendo lo de R.E.M. Ahora ya sabemos a qué tipo de rock querían dar una alternativa: al rock frívolo de sintetizadores y al pop de colorines, y ello con guitarras cristalinas de folk pop de los sesenta... ¿Qué hay que fumar para entender este barullo?
Este buen hombre llega a calificar a R.E.M. como “la banda de rock más importante del planeta con Out of time, su séptimo álbum”. He tenido la precaución de irme al disquito y escuchar algunos temas, y qué quieren que les diga: con ese disco, con haber sido la banda más importante de su barrio ya deberían haberse dado con un canto en los dientes... siempre que vivieran en un barrio de sordos, claro. Pero nadie puede negar que fueron un fenómeno social, que fueron superventas, como tantos otros grandes músicos: David Bisbal, Julio Iglesias, María Jesús y su acordeón, Los del Río, Richard Clayderman...
López Palacio nos advierte que “se les considera los creadores de un modelo, el de la gestión inteligente del éxito. (…) Cobain [líder extinto de Nirvana al que, según su bajista, hoy le encantaría Lady Gaga] estaba obsesionado con ellos, envidiaba la aparente facilidad con la que Stipe manejaba la fama”. Ahí hay que callarse, oiga, cuando alguien lleva razón... Por fin hemos dado con un mérito incontestable: el negocio musical. Vender tan bien la mierda de música que hicieron requiere habilidad, genio comercial, pose, incluso un poquito de labia filosófica que mezcle las fiestorras de famosos con las retiradas a tiempo...
Pero es sobre el final del artículo donde el periodista retrata definitivamente al grupo, y de paso explicita sus conocimientos y gustos musicales: “Cuando el resto de las bandas de éxito, ya fueran Van Halen o Whitney Houston, aprovechaban sus primeros beneficios para comprarse un descapotable, ellos lo usaron para contratar un abogado que defendiera sus derechos”. Acabáramos: ante la irrupción de genialidades rockeras como Whitney Houston en el mercado norteamericano de los descapotables, estos tres fláccidos artistas se fueron corriendo a un buen bufete y lloriqueando pidieron: queremos tener todo los derechos sobre nuestro negocio. Y con la ayuda legal de buenos leguleyos, se creó otro más (qué cansancio) de los muchos artefactos pseudomusicales de nuestros tiempos. ¡Viva la música! ¡Todos a bailar!
2 comentarios:
Aunque suene a TOPICAZO. Es así como se escribe la historia, Sir.
Sí, Carmen, la historia, tal vez desde que se escribe, es un conjunto de mitos más que el relato de lo que sucede. Nos reímos de las leyendas de la antigüedad, pero nosotros no sólo usamos leyendas, sino que las usamos con tan poquito empaque como la que nos ocupa. En fin, parece ser un problema genético de la humanidad, así que no habrá que quejarse mucho... Besos.
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