Dejamos las torres de San Gimignano para llegar un poco tarde a Volterra, un pueblo magnífico encaramado a una montaña. Cerca de Volterra la carretera comenzaba a subir, y algunas vistas se quedaron en mi cámara.
Tal vez porque estaban en fiestas, Volterra me pareció el pueblo con mejor ambiente de todos los que habíamos visitado.Se palpaba la alegría por las calles. Un conjunto musical ambientaba la Piazza dei Priori con canciones muy conocidas, aunque sus integrantes me dieron mucha lástima porque nadie les aplaudía ni daba señales de estar escuchándolos. Había por las calles gente vestida de época y grupos de jóvenes ensayando temas de rock y blues, preparándose para la noche…
Al subir a la parte más alta del pueblo la tarde declinaba con rapidez, y un viento helado nos hizo olvidar que era agosto. El sol volvía a dorarse y a embellecer las fachadas.
Se nos hizo de noche en Volterra, e incluso tratamos de quedarnos a cenar en alguno de los restaurantes animados del centro, pero todo estaba reservado para una noche que parecía muy especial. Así que pusimos rumbo a casa, porque nos quedaban muchos kilómetros que recorrer. En el camino, paramos en Il Merlo, un restaurante de carretera en Casole d'Elsa, donde comimos muy bien, en un ambiente de lo más familiar.
El día siguiente lo dedicamos a descansar. Era nuestro penúltimo día de viaje, y el último lo pasaríamos en Pisa. Me sentía muy cansado, así que quedarnos en el pueblo y darnos un chapuzón en la piscina me sentó la mar de bien. Además, en L’Albergo di Murlo comimos por segunda vez, y todo estuvo tan rico como la primera. Por la mañana, al levantarnos, el paisaje se mostraba así de hermoso, con la hermosa Siena apenas esbozada entre la bruma.
Y los cielos de Toscana, siempre sus cielos…
Y por la noche una luna que me costó la misma vida atrapar…
Y un delicioso vino Nobile de Montepulciano para la cena, para acabar de probar los principales tipos de vino de la zona.
Al día siguiente, el de nuestra partida hacia Pisa, los cielos aparecieron nublados, con tormentas lejanas cuyos ecos nos llegaban apagados por la distancia. Nos habían recomendado aquella vista pero con la furia de las tormentas. No sé si desgraciada o afortunadamente, el cielo abrió al poco rato, despidiéndonos el sol de Murlo…
En el camino, no muy lejos de nuestro punto de partida, tenía pendientes algunas fotos, y las tomé antes de alejarnos de la zona.
Pisa nos esperaba para disfrutar nuestro último día en Italia…
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