Reconozco que soy un crítico furibundo de la casta educativa, sobre todo de los maestros de primaria. Creo que una de las causas fundamentales del deterioro de la educación en España es que el nivel intelectual y pedagógico de los maestros españoles ha disminuido (a la par de todo en el país) a cotas alarmantes. Mi experiencia concreta, la de la formación escolar de mis hijos, ha sido, salvo casos contados y loables, absolutamente nefasta. Creo, además, que una mayoría importante de maestras y maestros no siente la más mínima necesidad de mejorar esa formación cultural y pedagógica que se les supone, y se contentan con inculcar a los niños cuatro conocimientos básicos, sin preocuparse de si éstos adquieren afición al propio hecho de conocer, y mucho menos de si nuestros niños y niñas lo pasan o no bien en las muchísimas horas que permanecen en el colegio.
Creo que en la educación secundaria la situación es menos alarmante, pero alcanza las mismas cotas de fracaso puesto que los chiquillos llegan a ella hartos del colegio, incapaces de mantener una mínima atención, ajenos a cualquier tipo de esfuerzo y, lo que es peor, sin ningún cariño por el saber.
Por supuesto, reconozco que el papel de los padres y madres es asimismo, y por lo común, bastante pobre. Está claro que todo esto forma parte de un desesperante círculo vicioso, porque muchos de los padres y madres de ahora fueron niños que cumplieron con los miserables mínimos legales, y porque los maestros son también padres, y a la vez fueron niños... Un círculo vicioso que se va convirtiendo en una espiral diabólica de papanatería y estupidez que acaba impregnándolo todo a nuestro alrededor.
Es obvio que nuestros gobernantes también salieron de la escuela, pero ellos adquirieron una habilidad propia de los políticos, y propia también de esos maestros que saltan de la plebeya enseñanza a las alturas de los órganos administrativos que deciden las pautas educativas, y que por lo común se dedican a teorizar pamplinas inservibles sobre el descalabro general.
Pero dicho esto, considero sin embargo que la reforma que varias comunidades autónomas comienzan a acometer en sus sistemas educativos, y que no dudo irán copiando el resto de comunidades e incluso el propio estado, es una de las muestras palpables de que estos malnacidos que nos representan no se van a parar en nada para conseguir que la cosa funcione sin necesidad de tocar los beneficios a las grandes empresas. Grandes empresas de las que casi todos son consejeros, claro…
El maestro o el profesor que, consciente de su responsabilidad, desee trabajar, afronta una labor tremenda, y dieciocho horas de clase a la semana no son pocas horas, sino muchas. El maestro honrado debe prepararse las clases, debe preocuparse por la evolución de cada uno de sus alumnos, participar en las tutorías, en las actividades extraescolares, en la marcha global del centro… El maestro honrado necesita tiempo para seguir formándose, no sólo en nuevas técnicas educativas, sino en las propias materias que imparte. Siempre he sido partidario de equiparar los sueldos de los maestros a los de los médicos, porque su responsabilidad es, como mínimo, y creo que me quedo corto, tan esencial como la de los profesionales de la salud. Pero a la vez habría que asegurarse que las facultades de magisterio imparten una enseñanza especializada tan dura que sólo aquellos que realmente deseen ser maestros, maestros honrados, puedan superarla. En la actualidad, y desde hace ya muchos años, los estudios de magisterio son, con algunas otras especialidades universitarias, los que eligen aquellos que no se sienten capaces de estudiar algo de más envergadura. Por supuesto, hay excepciones, y también es cierto que esas excepciones encuentran que la carrera de magisterio es un estúpido trámite en el que aprenden cuatro cositas generales, reafirman conocimientos tan complicados como las tablas de multiplicar y las normas de acentuación, y se pierden en las teorías impracticables de algunos gurús, al son de alguna interpretación magistral a la flauta dulce del Himno de la Alegría o de la sintonía de Kung Fu.
Pero ahora los ciudadanos se pondrán del lado de nuestros ahorrativos representantes políticos, indignados porque los maestros trabajan sólo dieciocho horas a la semana. De nada valdrá que se les diga que dieciocho son las horas de clase, que tienen otras labores a las que también deben dedicar su tiempo. De nada valdrá que se les diga que su trabajo, bien hecho, desgasta mucho más que la mayoría de los trabajos, ni que aunque todos fuesen unos vagos y maleantes, el ahorro de estas medidas que quieren poner en marcha nuestros próceres de la patria sólo beneficiará a los de siempre, y perjudicará también a los de siempre: mucha gente no podrá trabajar, y los niños y niñas que necesitan apoyo especial no podrán disfrutar de la dedicación de un profesor que les permita superar sus deficiencias. Los maestros que no trabajan, que los hay, seguirán sin trabajar, pero los que lo hacen lo tendrán aún más difícil, y se ahorrará dinero a costa de la educación de nuestros hijos. Pero seguiremos aceptando, como el ejército de borregos que somos, los dictados de estos mangantes de medio pelo, que por desgracia demuestran todos los días que su ignorancia y su falta de cerebro va siendo algo menor que la media de la de una población a la que llevan decenios atontando con la palabra mágica: democracia. Falsificándola, claro…
9 comentarios:
He empezado a leer tu post y se me ha ido subiendo la sangre a la cabeza, pensando en hacerte una réplica de varias decenas de puntos... para luego acabar asintiendo y pensando que tienes más razón que un santo.
No estoy de acuerdo con lo que dices en los primeros párrafos, porque, como comprenderás, como maestra que se tiene por culta y enamorada de su trabajo no puedo estarlo. Pero sí que coincido contigo en que hay muchos profesores -maestros- que se metieron en esto por eso del trabajo fijo, las vacaciones y la carrera facilona. Sin embargo, no creo que sean los más, porque si no, no podría hacer lo que hago. En lo que sí estoy de acuerdo contigo es en que es una vergüenza que la carrera de magisterio sea lo que es; tendrían que exigir mucho más, y por tanto dar mucho más, a los profesores, que, como tú dices, deberían estar considerados como médicos.
No sé de dónde sacas lo de las dieciocho horas, o igual es que depende de comunidades (o te refieres a secundaria, que me encaja más); en primaria -y en Euskadi- los profesores trabajan 23 horas lectivas y 30 de trabajo en el centro. Eso no incluye lo que tú te tengas que currar por tu cuenta en cuestión de correcciones, o cursos varios (que no son obligatorios, pero los puntos que dan en cuestión de cambio de destino y demás son interesantes).
Yo cambiaría todo el sistema de arriba abajo, pero empezaría por la apreciación que la sociedad tiene de los maestros. Y también dejaría de dar tanta caña a los profesores nuevos, que suelen estar muy bien preparados, e iría retirando a los viejos dinosaurios que se quedaron anclados en los tiempos de la dictadura.
Pero claro, esa soy yo, y no soy más que una mera profesora. Cosa que no pienso dejar de ser porque me gusta demasiado como para meterme en camisas de once varas y terminar en la administración.
Yo no tengo queja de mis maestros, de mis profesores de instituto alguna que otra, de lo que más, de la Universidad, algunos si que eran ceporros!!
Besicos
Bueno, Ruth, creo que coincidimos fundamentalmente en el asunto, salvo en nuestras experiencias. En la mía no sólo me baso en lo sentido con la etapa escolar de mis niños, sino en lo que hablo con los amigos, en lo que hablo con los buenos profesores de secundaria que han tenido mis hijos, incluso en la experiencia terrible que tuvo el mejor maestro que han tenido mis hijos, que se encontró con todo tipo de problemas para dejar los métodos carpetovetónicos e inútiles del resto de los compañeros, que protestaron airadamente, seguramente porque este buen hombre le estaba dando contraste a su inutilidad. Tanto es así que, como no tenía plaza fija, tuvo que irse del colegio. Y este colegio está muy bien considerado en la zona. En fin, como te digo, creo que coincidimos en que la solución de la educación no es precisamente poner a trabajar más a los profesores, sino hacer que trabajen los que no trabajen, aumentar el nivel formativo de los maestros, facilitarles el trabajo (con mejores medios, formación continua y mejores sueldos) y a la vez la exigencia de su cumplimiento, y reorientar los planes educativos hacia el amor por el conocimiento. Por supuesto, para esto se tendría que dar otra condición: echar de España a toda la clase política en pleno... Un beso.
Pd.- Lo de las 18 horas lo dije porque uno de los sitios donde están trascendiendo más los problemas es en Madrid, y allí se habla de subir de 18 a 20 las horas de clase. Ya sé que son más en la mayoría de los sitios, más todas las que no son de clase, claro.
Suerte la tuya, Belén. Yo también recuerdo con cariño a muchos de mis maestros, pero eso fue en el siglo pasad... no, no, en el anterior... Besos.
Sí.
Besos.
Casi todo lo que te iba a decir te lo ha dicho Ruth con la que estoy de acuerdo.
El problema ahora es que si en época de bonanza no se ha hecho, con la crisis, ya vemos lo que está pasando en algunas comunidades, será aún peor.
A mis hijos le busqué la educación que no tuve, porque en mi infancia la educación no había por dónde cogerla y a los que la impartián.
Si al menos la crisis sirviera para que de forma nutural quien quiera seguir viviendo del cuento se fuera de la profesión... de esta y de las demás, claro. Esa peli es buena.
Saludos.
Las 18 horas de clase suponen otras tantas de preparación y corrección de trabajos y exámenes. Más las reuniones, más las guardias. Y es verdad que una hora de clase desgasta mucho más que una de oficina. Lo sé porque he hecho las dos cosas, y el trabajo de oficina que desempeñé era bastante estresante, que conste.
Respecto al nivel, te puedo hablar de la asignatura que yo impartía en secundaria, el inglés, y es verdad que el nivel general era bajísimo. En este país el idioma (para mí muy importante) es una "maría", o asignatura que no se toma en serio.
Un beso
En este país pocas asignaturas se toman en serio, porque la educación cada vez más es un trámite y menos una forma de situar a la gente en el mundo, con cultura y con reflexión. Besos a las tres.
Sobre este asunto uno podría (quiere) escribir un libro... pero ahora sólo tengo tiempo de escribir:
1) El problema educativo es un asunto eminentemente político. Y no sólo quiero decir que los políticos "profesionales" lo tengan perfectamente planificado: sostengo que es un problema de toda la "polis". Del mismo modo que tenemos los políticos que queremos (ahí están, refrendados por el voto mayoritario), tenemos el sistema educativo que merecemos (ahí está la desidia -o el interés- de tantos ciudadanos por que la cosa siga como está).
2) Estamos ante un problema de exigencia. En todos los sentidos.
Los políticos hacen todo lo que pueden por bajar el nivel de exigencia (incluso prácticas mafiosas de presión, a través del grupo de inspectores) para bajar los índices de fracaso estadístico (que no escolar) y para entontecer a las clases medias y bajas.
Los padres (en su mayoría) están encantados con el "café para todos". Quieren para sus niños una guardería hasta los 18 años que expenda títulos al por mayor. ¡Y ay del profesor que se empeñe en exigir un mínimo nivel en sus clases!
Los profesores aprenden, desde el primer día, que lo prioritario, en un (j)aula de secundaria y en un sistema podrido y corrupto desde la raíz, es sobrevivir. La mayoría da sus clases como bien puede y aprueba a un mínimo del 60% ó 70%, pase lo que pase. Así no sepan sus alumnos hacer la "O" con un canuto. El profesor también aprende desde el primer día que NADIE LE VA A AGRADECER QUE SE ESFUERCE EN DAR BUENAS CLASES: se le exige sumisión y aprobados. Con eso sobra.
Y sí, suele estar mal formado. Y es lógico: la universidad (como la educación primaria y secundaria) es una broma. También allí el nivel ha caído de forma alarmante. También allí se regalan títulos. La oposiciones, que en los últimos años se han convocado para regalárselas a los interinos, mueven a la risa. ¿Cómo van a salir buenos profesionales de un sistema que no exige? No se puede bajar el nivel de los tramos bajos de la educación sin que el sistema entero acabe derrumbándose por "efecto dominó".
Y digo que en las universidades se regalan títulos por una sencilla razón. En España se han multiplicado hasta el delirio el número de universidades y, por tanto, de profesores universitarios (con una endogamia y un mamoneo que asustan, por cierto; más estilo mafioso). Los ciudadanos nos hemos convencido de que todo el mundo tiene que estudiar una carrera. Cosa loable; pero absurda si el universitario espera encontrar trabajo "en lo suyo". Una vez que se ha visto que no hay tantos puestos de trabajo de médico o arquitecto, los jóvenes se plantean si merece la pena estudiar una carrera. Aterrados por la posible desbandada de alumnos: ¿qué hacen los profesores de universidad para garantizarse un número mínimo de estudiantes y, por tanto, sus puestos de trabajo? En efecto: ¡café para todos!
En fin, lo dejo, que no tengo tiempo y me pongo negro.
Sir: ya quedaremos, espero, para departir sobre asuntos más gratos. ;)
Un abrazo.
Cuando usted guste, señor mío, que ardo en deseos de saber cómo le fue en las Altas Tierras... Eso sí, con lo emocionado que me tenía con su mensaje, y de pronto se cansa...
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