sábado, 14 de marzo de 2009

Los asesinos de Marta

Como con todos los procesos sociales, sería complicado establecer qué fue primero, si el huevo o la gallina, si fue primero la insidia de los medios de comunicación o lo fue ese apetito desmedido el caso de morbo que caracteriza a nuestra sociedad. Cuando yo era pequeño, de las tragedias se encargaba El caso, un periódico modesto incluso teniendo un público adicto y numeroso. Tal vez me confunda esa mano de dulzura que la nostalgia suele dar a las cosas, pero El caso y sus crónicas pretendían dar un toque Conan Doyle a su sensacionalismo (otra cosa distinta es que lo consiguiera), e incluso cuando El caso se leía se hacía con cierta sensación de andar invadiendo la intimidad de los otros, y por tanto pocos sucesos se hacía realmente famosos. Los delitos, por otra parte, eran en muchos casos presentados con un aura de heroísmo que hoy se torna imposible.

Yendo por mi ciudad no es complicado distinguir entre la chavalería más de un posible asesino de Marta. Ayer mismo, sobre las diez de la noche, cruzaba un pueblo con el coche y a lo lejos observé a un grupo de adolescentes que caminaban mitad por la acera y mitad por la carretera. Yo conducía muy despacio, pero conforme me acercaba uno de ellos se fue arrimando al centro de la calle, y a duras penas pasé el coche entre él y la acera contraria. El jovencito, de unos catorce o quince años, y de aspecto normal y corriente, se hizo el duro ante sus amigos, y yo, que no me creí lo que veía hasta que lo sobrepasé, casi rozo con el coche al valiente. Observando a ese chiquillo, me da por preguntarme qué no podrá hacer cuando cumpla unos cuantos años más, cuando su hombría suba enteros, cuando su falta de educación se complique con los enredos adultos… ¿Sería capaz de matar en un arrebato a una novia infiel? Es improbable que se convierta en un asesino en serie, claro, pero en su arriesgada vida, llena de demostraciones de poder, ¿no se le presentará la ocasión de estampar un cenicero en la cabeza de cualquier inocente?

Si observamos a los chavales un poco mayores, esos muchos que conducen hipermimados coches deportivos y que basan toda su personalidad en la chulería, deja entonces de resultar descabellada la afirmación de que hay sueltos muchos potenciales asesinos de Marta. El asesino efectivo de la muchacha nunca antes mató a nadie, se hizo asesino justo cuando se le cruzaron los cables y cometió la barbaridad por la que pasará toda su juventud en la cárcel. Sería probablemente un chaval más de los muchos que hay por las calles, con una familia rota, haciéndose a sí mismo, demostrándole cada día al mundo que él no tiene miedo, pasando cada día por encima de las convenciones y de los desgraciados que no somos reyes del mundo.

La necesidad biológica y cultural del adolescente (hombre y mujer) de identificarse, de enfrentarse al mundo para demostrarse quién es, de respetarse a sí mismo oponiéndose a lo establecido, se pudre y transforma en chulería y abuso, en desprecio por las mínimas normas de convivencia, y, por pura falta de medida, la travesura se convierte en delincuencia. Esto antes podía ser la excepción; ahora no lo es tanto, y mucho menos cuando esos usos se extienden, a niveles caseros y de un modo algo más controlado, a los grupos de chiquillos y chiquillas cuyo entorno sí trata de educarlos y protegerlos. Las posibilidades de que ocurran desgracias como ésta es tremendamente alta, y sólo la suerte y un Marta y Miguelúltimo rescoldo innato de responsabilidad en los individuos evitan que en las noches no se produzcan más asesinatos casuales.  Porque no dudo ni por un instante que este muchacho, el asesino confeso de Marta, es otra víctima del asunto. Las reglas del juego son las reglas del juego, y por tanto debe pagar su horrible comportamiento y el dolor que ha provocado no sólo a Marta, sino a todos los que la querían, pero ello no evita que sea una víctima, sino que más bien lo ratifica.

Y es que, como en otros asuntos, tenemos que aclararnos sobre si, con la justicia, queremos prevenir nuevos casos de violencia o simplemente ajusticiar al culpable. A mí me parece que, en la mayoría de los casos, nos conformamos con lo segundo, con la simple y dulce venganza. Sólo hay que mirar las protestas que se producen contra el hecho de que las cárceles no cumplan ni uno sólo de sus cometidos aparte de mantener encerrados a los malos. Sólo hay que observar la preocupación que los ciudadanos demostramos por el fracaso descarado de la escuela pública, que es, con muy contados y loables resquicios, un conjunto perfectamente idiota de servicios improvisados, cuyo principal cometido es justificar la molesta obligación que los poderes públicos tienen de promover esos valores trasnochados que son la educación, la sensibilidad y el respeto por el conocimiento. Sólo hemos de observar cómo, de una dictadura que consideraba delito un beso en la vía pública, hemos pasado a la práctica inexistencia de agentes de policía en nuestras calles, porque la democracia, al parecer, es eso, que cada uno disponga de su vida (y de la de los demás, claro) como mejor se le ocurra; y todos tan contentos por la selva.

Fuente: 20 minutos Todos, votando a discreción a estos leales amigos de los banqueros (servidores públicos se proclaman) sin leer sus infumables programas de gobierno, y olvidándonos luego de exigir responsabilidades; todos, dejando la escuela en manos de indocumentados y aceptando con resignación que tantas veces el maestro de nuestros hijos sepa poco más que leer; todos, observando impávidos cómo bandadas de jóvenes recrean esquemas fascistas dentro de su entorno, y construyen su personalidad rompiendo principios que, lejos de castrar nuestra libertad, la preservan; todos, abdicando de nuestra responsabilidad de madres y padres, y embobándonos con ese puñado de consignas idiotas que el Gran Hermano Difuso derrama a todas horas en nuestras casas, todos, dejémonos de sentimentales solidaridades, somos asesinos de Marta.

15 comentarios:

Idea dijo...

Sir John More: sólo decirte gracias por una reflexión tan inteligente como necesaria en una época en la que aún con océanos de distancia el problema parece ser siempre el mismo.
Cariños.

Belén dijo...

Me ha gustado mucho tu reflexión querido amigo.. sin duda cuando la educación falla, falla todo lo demás...

Besicos

Sir John More dijo...

Idea, Belén, besos para ambas. Temía que los primeros comentarios me iban a tachar de exagerado, pero creo que la situación, con todos sus rincones adorables, es aún más preocupante de lo que la pinto. En el caos es el destino el que manda más y más... Nuevos besos.

Ruth dijo...

Coincido contigo en todo menos en lo de la escuela. Yo creo, precisamente, que los padres están delegando tantas de sus funciones en los maestros que no damos para más. El profesor está para impartir conocimientos, pero los valores se aprenden en casa. Yo no puedo decirle a un niño que mentir está mal si ve que su padre defrauda a Hacienda; no puedo pedirle que se lleve bien con sus compañeros si en su casa las cosas se arreglan a gritos. No se puede pedir peras al olmo, que es lo que está pasando en la escuela pública. Necesitamos participar todos, y no echar las culpas a los profesores que, te recuerdo, hemos terminado una carrera para hacer lo que hacemos así que sí, sabemos leer.

Sir John More dijo...

Siento, Ruth, no haber sido más explícito, pero a veces creo que me enrollo demasiado, y eso me lleva a apuntar los temas pero no a desarrollarlos. Y siento que mis comentarios parezcan meter en el mismo saco a todos los maestros y maestras de este país. Mis hijos han tenido alguno al que habría que darle la medalla al trabajo (bien hecho) o mejor ponerle una estatua, pero en general, y en una escuela pública sin problemas sociales especiales, han sido gente bastante inculta e iletrada, sin hablar ya de sus capacidades pedagógicas que aún eran menores. Y es la experiencia que tengo no sólo en el colegio de mis hijos, sino en la mayoría de los colegios que, por trabajo o por amistades, he conocido. Y hablo de formación académica, no de valores; hablo de saber lo que se enseña y cómo enseñarlo. Por supuesto, la dejación de padres y madres empeora el asunto, pero cuando las madres y padres no hacemos dejación de nuestras funciones nos encontramos con que la mayoría de los profesores están pensando más en la hora de salir que en la formación de sus alumnos. No creo que, cuando sea pertinente, generalizar sea malo, porque además la generalización conlleva siempre a las excepciones. Claro que puedes pensar que las excepciones son los malos, pero mi experiencia no es ésa, de veras, y ojalá te tuviera que dar la razón. Por supuesto, la excepción puede ser un colegio entero, pero eso no quita que siga siendo excepción, al menos por lo que yo he visto en estos muchos años de ser usuario del sistema educativo.

En el instituto la cosa mejora un poco, pero tal vez sea por el hecho de que la gente tenga una carrera más específica, que a su vez provoca que sí haya una mayoría que, al menos, sabe lo que tiene que explicar, aunque la capacidad pedagógica queda siempre a la buena voluntad de los profesores. Y cuando hablas con alguno bueno (mis hijos tienen varios que son muy buenos como profesores y como personas), ellos mismos te reconocen que, si la relación con los padres suele ser desastrosa (aunque hayamos algunos padres interesados en el asunto), la situación en los claustros da muchas veces bastante pena. No obstante, como te digo, y tal vez influya que los niños son mayores y se pueden bandear mejor por ellos mismos, en los institutos la cosa no anda tan mal.

También puede ser que haya muchas diferencias entre zonas del país; alguna razón habrá para que Andalucía presente un grado tan alto de fracaso escolar... Pero, por algunos viajes y lo que uno ve cada día en los medios de comunicación, no apostaría nada a que la situación en otras partes del país sea mucho mejor.

Nada, de veras, lo siento si te has visto excesivamente criticada, tú o tu profesión que, reconozco, debería ser la más hermosa y de las mejores pagadas de todas las que existen. Y para que no te sientas demasiado mal conmigo, te diré que estudié Trabajo Social, que la carrera fue una gran (y tonta) mentira, y que el colectivo de trabajadores sociales, con sus excepciones loables y correspondientes, tal vez sea peor que el de los maestros, por razones que ahora sería largo de exponer.

Un beso.

Ruth dijo...

Madre, qué extensión. ;-)
Cada uno habla desde su experiencia, claro está. Yo he tenido la suerte de encontrarme con colegas excepcionales, quizás porque soy de las que se llevan a los niños a casa en la cabeza y no descansa ni cuando debería. En serio que no conozco un sólo maestro que no viva por y para su trabajo, pero bueno, de todo habrá.
Ten en cuenta que la carrera de magisterio son (o eran, ahora no sé cómo va) tres tristes años que no dan tiempo para nada. A un maestro se le exige saber de todo, pero no se le da formación. El problema que tú dices va más allá de las ganas que le pueda echar un maestro por sí mismo, es de base.
Cada vez que me tocan la profesión salto porque, últimamente, parece que todo es culpa de los profesores, que no somos más que unos mandados y nos limitamos a enseñar lo que nos dicen otros. Somos el saco donde cae toda la mierda, con perdón, y estoy un poco hartita de ello. Pero entiendo tu punto de vista.
Un beso a ti también.

Luna dijo...

Es curioso. Sobre la educación siempre he preferido la pública.
Habrá mejores y peores profesores,nada diferente a cualquier profesión. No todos deber ser maravillosos. Si un niño tiene curiosidad y deseos de aprender,aprender. Creo que la motividad debe ser familiar, nunca escolar.
¿un niño aprende más en un colegio privado que en uno público? creo que no, un niñó aprueba más en un privado, hay otros motivos.

Luna dijo...

No, sir, yo no me considero asesina de Marta.
Tampoco necesito un policía a mi lado ni en el de mis hijos para saber lo que hay que saber y lo que no se debe hacer en ciertos casos.

Al final, estábamos mejor con la dictadura o eso parece.

Besos

Francisco Sianes dijo...

Dejo aparte el final del texto (que tomo como hiperbólico epifonema) y las cuestiones del sistema educativo y de los asesinos-"víctimas" (que no comento, porque podría escribir dos libros).

Sí estoy de acuerdo en la idea central del texto: la denuncia de esa hipocresía social que consiste en sostener un sistema político y alarmarse por sus efectos perniciosos.

Otro ejemplo de gran repercusión mediática: el asesinato de la niña Mari Luz.

1) La ciudadanía vota en masa (y aquellos que no los votan, suelen aceptarlos con indiferencia) a partidos políticos que no hacen nada por mejorar un sistema judidicial sobresaturado e inoperante.

2) Independientemente de la responsabilidad que pudiera tener el juez Tirado, es obvio que tal sistema genera -necesariamente- errores judiciales.

3) Esos errores -inevitables, insisto, debido a la hipertrofia del sistema- tienen como consecuencia miles de efectos pernicionos: desde engorros, hasta crímenes como el de Mari Luz, pasando por putadas de todo tipo.

4) Ante las consecuencias más dramáticas, "el pueblo" protesta indignado; exige responsabilidades; clama justicia. Se olvida de que, una y otra vez, legitima con su voto a esos políticos que nada hacen por remediar (se limitan a barrer bajo la alfombra y endosarnos discursos tranquilizadores o guerracivilistas; siempre demagógicos) los déficits de ese sistema judicial.

5) Consecuencia: en las siguientes elecciones, unos u otros, son votados mayoritariamente por el "indignado" pueblo.

Un alarde de coherencia cívica.

Podemos cambiar "sistema judicial" por "sistema sanitario, educativo, económico..." y estamos en las mismas.

Los estupidizados ciudadanos ven los frutos podridos; pero no ven (no quieren ver) que son ellos mismos los que (con su apoyo a esos políticos; o con su indiferencia o su resignación) abonan la tierra con estiércol envenenado.

No se trata de exculpar frívolamente, ni muchísimo menos, a los asesinos de Marta. Pero algo es obvio: el sistema judicial (como los demás) es un repugnante fraude,; la política que padecemos, una condena; pero no tenemos, ni más ni menos, que lo que queremos y apoyamos.

¿"El pueblo" es una víctima de "los políticos corruptos"? ¡Qué fácil, qué cómodo, qué liberador! Qué falso. Somos víctimas, sí: de nuestra incuria y nuestra necedad.

¿Qué se puede edificar con este barro?

[Perdona, amigo, la encendida soflama. Pero esa hipocresía populista del ciudadano-víctima me abre las carnes.

Un abrazo.]

Sir John More dijo...

Lunita, Sr. Sianes... Se les agradece la visita, y por supuesto sus intervenciones.

Sobre lo que dice Luna, bueno, intento sólo denunciar una situación que es más social que personal de estos pobres desgraciados, que incluso estando en estos momentos jugando con instancias sagradas como están jugando, no dejan de ser unos desgraciados. Por supuesto, cada uno tiene luego más o menos responsabilidad en que nuestro derredor esté hecho unos zorros, precisamente consiguiendo que nuestros hijos se conviertan en adultos responsables, sanos y felices. Y no dudo un instante que tú lo has conseguido con tu descendencia... Las payasas de verdad ¿qué pueden transmitirles a sus hijos sino responsabilidad, salud y alegría? Besos lunares, amiga.

Y usted, Don Francisco, expláyese lo que guste, que completa usted con sabiduría lo que yo no he conseguido decir en mis letras. Suscribo punto por punto sus palabras, y creo que de la intersección entre las suyas y las mías se podría deducir que se pueden considerar víctimas más genuinas a los pobres diablos que mataron a la chiquilla, que a gran parte de los exaltados que van al juzgado a esperarlos y gritarles asesinos, aunque, por supuesto, los primeros tienen un delito a sus espaldas que no tienen los segundos. Es eso, la hipocresía, lo que nos descoloca...

En fin, algún día llegará esa cerveza, ¿verdad? Salud.

Francisco Sianes dijo...

Yo también espero que caiga la cerveza, Sir.

Respecto a si los asesinos de Marta son víctimas... En fin... Salvo que sea en el sentido de que todos somos víctimas de la existencia...

Un abrazo.

Sir John More dijo...

Le explico brevemente lo de las víctimas, o más bien se lo ilustro: soy de profesión (que no de ocupación) trabajador social, y cuando trabajé en esa gran pavada vi a muchos niños y niñas absolutamente indefensos ante un futuro que el caos y unos malos ejemplos iban imprimiendo en ellos. Está claro que hay un componente estético en mi valoración, porque ¿no sería también el vejete pedófilo una víctima de su educación? Y así es, pero al vejete ya lo vapuleó la vida, mientras que a estos desgraciados la vida no les dio tiempo de mucho... Eso sí, con los últimos acontecimientos están demostrando que la vida tuvo tiempos de corromperlos a conciencia. De todos modos, no dejo de ver en sus caras a los niños que fueron anteayer, algo así como esa desazón insoportable que me destrozaba cuando, mis hijos muy pequeños, me cruzaba con alguien mendigando con un bebé en brazos.

Anótese esa cerveza en su calendario...
Abrazos alegres de tenerle por aquí.

Francisco Sianes dijo...

Sir,

No dudo de que hay condicionantes de todo tipo (a veces, poderosos condicionantes) para corrompernos. Para estos asesinos, para el viejo pedófilo, para el padre que maltrata o viola a su hijo pequeño. Pero ningún condicionante ha "obligado" a estos jóvenes a violar y estrangular (según confiesan) a Marta del Castillo.

No exigiría, con los ojos desorbitados, una lapidación pública (ni siquiera el padre de la asesinada lo hace); pero, si aquí hay una víctima, es Marta y las personas que la querían, no sus asesinos (que no somos "nosotros", sino personas con nombre y apellidos).

Esto no impide que sienta piedad por el destino que espera a estos jóvenes. Ni, mucho menos, que atempere mis críticas a la irresponsabilidad cívica y a la hipocresía de buena parte de la "indignada" sociedad; pero hay que ser cuidadosos con no emborronar los conceptos: tan peligroso es negar la gama de los grises como confundir el blanco con el negro.

(Le recomiendo un libro extraordinario de Pascal Bruckner: "La tentación de la inocencia".)

Sería genial que algún otro bloguero se apuntara a esa cervecita. Sevilla siempre es una buen idea en primavera.

Abrazos afectuosos.

Sir John More dijo...

Estimado amigo, creo que hablamos de dos problemas distintos, y que por tanto nuestras posturas ante el problema pueden ser perfectamente compatibles, por lo que también creo que lo que le explico a continuación casi sobra. Dije en mi texto que el asesino (o los asesinos) de Marta deben cumplir su pena de cárcel, porque según las reglas del juego son culpables, y las reglas del juego, por supuesto, no son arbitrarias. También dije que si no se producen más barbaridades de este tipo es por ese resto último de humanidad que muchos de estos chavales perdidos sienten en sus refriegas casi diarias, resto de humanidad que los individuos de marras siguen aún hoy demostrando no tener. La culpabilidad legal es la que cuenta, porque, como bien dice, si a efectos de culpabilidad nos ponemos a valorar los condicionantes de cualquier acción, no habría un solo culpable sobre la tierra, y todos sabemos que al menos Luis Aguilé era culpable...

Pero con mis palabras quise introducir no sólo la responsabilidad de la sociedad en estos asuntos, o el mayor o menor grado de hipocresía que muestran o mostramos muchos indignándonos con estos pobres diablos, sino la tontería mayúscula que andamos cometiendo al mantener un sistema que va a seguir reproduciendo situaciones parecidas, algunas no tan graves pero igualmente injustas, y reproduciéndolas cada vez con más éxito y difusión. Piense que con un sistema penitenciario tan inútil tendremos con cuarenta añitos a este indeseable en la calle, y ¿no sería mejor tenerle rehabilitado? ¿No hubiera sido mejor haberlo atendido a tiempo y correctamente por un sistema de servicios sociales realmente efectivo, o incluso por una sociedad más ordenada en sus principios y más igualitaria en los derechos, salvando, quién sabe, la vida de la chiquilla? Siempre habría asesinos, pero pienso que serían la excepción, mientras que ahora esas actitudes se encuentran demasiado extendidas, aunque no lleguen todos los días al asesinato.

Se trata de alzarse sobre el problema puntual, que ya dilucida la justicia y que nadie en su sano juicio puede negar, para estudiar interesadamente cuál es el origen último del problema, de éste y de otros que le hacen de preparativos. Está claro que nadie salvo estos muchachos ha matado a Marta. Por ejemplo, cuando hablamos de la responsabilidad paterna y materna en el asunto se trata de hacer hincapié en la dejación bastante frecuente de los padres que pretenden educar a sus hijos e hijas cuando tienen trece, catorce y quince años, sin conocerlos y sin haber siquiera reparado en ellos durante años. Pero nadie puede culpar a estos pobres padres, haya sido cual haya sido su actitud con su hija, sino compadecerlos porque yo, como padre, no imagino trance más doloroso que el que ellos están sufriendo. Se trata de establecer los culpables y las condenas, y luego tratar de entender el problema, de prevenirlo, y como apunta, grave sería si seguimos creyendo que este episodio es el del asesinato de una chiquilla por parte de dos o tres delincuentes que deben pudrirse en la cárcel, y a otra cosa, mariposa. Cuando la sociedad en conjunto grita: ¡asesinos!, a mí me entran ganas de preguntar a la sociedad: ¿algo más que decir?

Yendo a temas más amables, por mi parte cualquiera que lea estas líneas puede compartir esa cerveza, mucho más cuando todas las distancias son salvables excepto las del otro mundo y las que separan a un bético de un sevillista y viceversa…

Un abrazo.

Francisco Sianes dijo...

Sir John,

Hay mujeres a las que uno les perdonaría incluso que fueran del Sevilla (a hombres, ni de coña). ;-)

Abrazos.