Reproduzco casi textualmente una anécdota que mi buen amigo Alfonso me refiere esta misma mañana:
La abuela de Laura, encontrándose a un borracho el Viernes Santo (único día del año, junto al miércoles de ceniza, de estricto ayuno cristiano), le recrimina su querencia etílica en tan significativo día. El muchacho, con esa innegable seguridad y gracia que sólo da el alcohol, le responde: “Señora, cuando Dios sucumbe qué menos que el hombre se tambalee”.
2 comentarios:
¡Coño! ¡Pero si ha vuelto!
¡Eso se avisa, zascandil!
Me pilla a deshoras; pero el lunes me paso con tranquilidad.
¡Qué alegría!
Un abrazo fuerte, amigo.
Efectos colaterales.
¡Qué guasa tenéis por ahí!
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