Reconozco que me inquieta un poco la antipatía que siento por Vargas Llosa. Entro en las librerías y sus obras colman los anaqueles. Leo artículos de gente a la que admiro y encuentro no sólo alabanzas generalizadas al escritor, sino defensas emocionadas de su persona pública y del luchador por las libertades que dicen encarna. Hasta Cortázar revela en sus Cartas una gran admiración por ese joven escritor que es Vargas Llosa, que luego será su amigo.
No he tropezado con un solo reproche, ni con la más mínima censura, pero sí con innumerables elogios; y cuando alguien se le enfrenta lo hace por motivos puramente políticos, reconociendo previamente su extraordinaria valía literaria. En los elogios se insiste principalmente en dos cuestiones: por un lado, la alegría generalizada ante un merecidísimo Nobel, que supuestamente todos los amantes de la literatura esperábamos; por otro, se subraya la liberalidad conservadora de este señor, antiguo defecto que hoy, tal y como está el patio, parece haberse convertido en virtud. Y así a Vargas Llosa lo alaban todos, incluso el bueno de Savater, hasta La Página Definitiva; lo alaban demócratas y anarquistas, letrados e iletrados, rojos y azules, tontos y locos. Diga que sí, oiga, un gran escritor y aún mejor persona…
Por si acaso, releo las palabras que dediqué al peruano hace un tiempo y trato de descubrir ese ardor que a veces me pierde, por si pudiera enmendarme de algún modo. Pero nada, en una época juvenil en que casi cada libro suponía una explosión en mi interior pude admirar de algún modo su capacidad de trabajo, su memoria, la profusión de detalles, el verbo rebosante, pero acababa sus libros y, bueno, ni la más ligera explosión. Y la imagen que me hice luego de este señor, con su fama ubicua y con algunos detalles biográficos que tomé de las Cartas de Cortázar y de La tentación del fracaso de Julio Ramón Ribeyro, fue la de un tipo listo, pero con la inteligencia puesta al servicio de una idea sagrada: él mismo.
Dos detalles me han reafirmado recientemente en mi repulsión por el Marqués de Vargas Llosa: uno que confirma la inocencia de mis consideraciones literarias sobre su obra. No, por una vez la memoria no me engaña: los dos libros suyos que leí (La ciudad y los perros y La guerra del fin del mundo) no me entusiasmaron, y he aquí un fragmento de mis diarios de 1985 que lo atestigua.
El segundo detalle ocurrió hace unos días, hojeando sus memorias, tituladas El pez en el agua (Punto de Lectura, Madrid, 2010), en las que no sólo no encontré ningún argumento contra mi aversión, sino que me topé con una escritura desabrida y sin ritmo, de puntuación insoportable, muy inferior a la de cualquiera de los libros que leí recientemente como Retatros y A sangre fría, de Truman Capote, Insolación, de Pardo Bazán, Como Dios manda, de Ammaniti, Los emigrados y Austerlitz de Sebald... El Señor Marqués escribe como en los artículos que publica últimamente en El País, y esto me anima a seguir ignorando su obra incomparable. Lean un párrafo de este libro de memorias. Si ustedes consiguen leerlo de corrido, me lo hacen saber.
Una historia que había comenzado once años atrás, a más de dos mil kilómetros de este malecón Eguiguren, escenario de la gran revelación. Mi madre tenía diecinueve años. Había ido a Tacna acompañando a mi abuelita Carmen —que era tacneña— desde Arequipa, donde vivía la familia, para asistir al matrimonio de algún pariente, aquel 10 de marzo de 1934, cuando, en lo que debía ser un precario y recientísimo aeropuerto de esa pequeña ciudad de provincia, alguien le presentó al encargado de la estación de radio de Panagra, versión primigenia de la Panamerican: Ernesto J. Vargas.
En fin, que a mí, además de un tipo con unas ideas bastante feas, no me parece un gran escritor, qué quieren que les diga. ¿Que escribe mejor que yo? Conozco a mucha gente que escribe mejor que yo, y no le dieron el Nobel. Si no fuese por los dineritos que comporta el premio, me atrevería a exclamar que afortunadamente para ellos…
11 comentarios:
Yo de este hombre creo que sólo me he leído el que tú mencionas, "La ciudad y los perros", y no entendí nada. Dí que fue hace muchos años, en el instituto, pero yo por entonces había leído a Tolstoy y Dostoievsky y me tenía por bien leída, y con este hombre no pude. Se me atragantó. Y como después todos los halagos que he oído vienen por el mismo lado -ese liberalismo con olor a naftalina que mencionas-, paso de este señor. Hay tantos y tantos libros por leer ahí fuera...
Yo he leído tres libros de Vargas Llosa. No me agrada mucho, ni me quedé con ganas de más.
Yo le hubiera dado el Nobel a Updike antes de que muriera. Ahora, nada es igual.
Hoy, Art Farmer. Esto va de trompeta...
Pues ya somos dos raros, Ruth. Leí el otro día la reacción que tuvo el Señor Marqués con lo de los papeles de Wikileaks, y curiosamente mi buen Savater coincidió un poco con él. Se diría que ambos disfrutan llevando la contraria a las opiniones sensibles. Es decir, llamando la atención... Ellos allá. Un beso.
Y yo, Cisne, que no he leído nada de ese buen señor... Bueno, igual tú lo consideras una suerte: toda una obra por leer. Vi en Internet las influencias que le atribuyen, y vaya, menudas influencias. Habrá que leer alguna cosa. Gracias por la recomendación. Y mientras hago algunas cosillas, probaré también algo de Art Farmer, que escuché muy poquito de él.
Bueno, Sir...
Si me permites, con John Updike, empieza por una novelita corta: Brasil.
Yo empecé por esa.
Hasta otra.
Aprendo muchas cosas en tu blog. Gracias.
Y yo tambien... sigo aqui en un rinconcito... un besote...
Cisne, empezaremos por Brasil, gracias por la sugerencia.
Amiga Angelines, en todo caso compenso mínimamente todo lo que yo he aprendido con vosotros... De todos modos, no te fíes mucho, que si millones dicen que Vargas Llosa es bueno, tengo algunas posibilidades de andar equivocado.
Sandro, hijo, ya sé que andas por ahí, y mira que me gustaría que nuestro mutuo aprender fuera menos virtual, pero mi prima está hecha una descastada... Además de ser una de mis primas preferidas, claro. Besitos pa ti y pa esas mujeres.
Pues todo pasa por el estilo y la forma que a uno le gusta. Coincido con vos en ello, aunque eso me ha traído algún que otro "tirón de orejas" de mis amigas. No me entra y no hay caso, lo dejo para otros. Un abrazo amigo.
Sí, Rosa María, parece que con el Nobel se confirme la grandeza de un escritor, como si uno ya no pudiera decir "no me gusta" sin caer en la blasfemia. Y lo siento, no me gusta Vargas Llosa y tampoco, aunque parecía mejor persona, Saramago. Bueno, pero lo más importante, me alegra mucho verte de nuevo por aquí... Un abrazo.
Tiene razón, Sir. Vargas Llosa es un autor con oficio, pero sin garra (iba a escribir "sin alma"). Muy sobrevalorado.
(¿Quién recuerda hoy a Lezama Lima y a Carpentier?)
Permítame un momento, Don Francisco, que me enjugue las lágrimas que bajan por mis mejillas en señal de emoción. Ay, casi que después de este espaldarazo me entran ganas de promover un movimiento en contra del agasajo injusto a semejante individuo... Pero no, dejemos que se revuelque hasta su postrer adiós en las aguas tan largamente trabajadas de la fama y la vanidad. El silencio es casi siempre mejor destino que la ovación de las masas. Un abrazo, señor mío.
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