domingo, 10 de mayo de 2009

Traduttore traditore…

“Quejica y viejo protestón”, así me llamó al cabo de los años un antiguo amor por el que, tras muchos años de silencio, nunca había perdido la devoción. Ha sido, sin duda, la forma más triste de desterrar un cariño de las estanterías de mi corazón. Y es que la fama de quisquilloso me persigue, y últimamente mi edad, que empieza a ser provecta, proporciona a mis críticos una razón más que aceptable: ¡viejo cascarrabias!

Doña Flor Alianza Por eso me gustaría que me diesen su opinión. Apuro Doña Flor y sus dos maridos, de mi adorado Jorge Amado. Fue un regalo de alguien a quien quiero mucho, de ahí que el libro tenga doble valor. No obstante, sus primeras cuatrocientas cincuenta páginas me han traído, además de buenos momentos de complicidad con el brasileño, una angustia indefinida. En muchos de sus párrafos no he reconocido yo a Amado. Leí Los viejos marineros (traducido por Basilio Losada) y quedé absolutamente fascinado por Don Jorge y sus mundos. Luego, entre la escasez de títulos suyos en las librerías de Sevilla, encontré Capitanes de la arena (traducido por Dante Hermo), un libro aburrido que me hizo pensar que el anterior había sido sólo una perla en el vacío, pero entonces Gabriela, clavo y canela (también traducido por Dante Hermo) me reconcilió con mi amigo, y aunque no me pareció un libro tan asombroso como el primero, disfruté con esa forma seductora de contar e imaginar personajes y situaciones. Y por eso, cuando comencé a leer Doña Flor y sus dos maridos noté algo extraño. Sí, era Amado, pero su lenguaje resultaba espasmódico, irregular, precario. Creo que el libro es un libro menor de Amado, pero posee pasajes suficientemente suyos como para que merezca la pena leerlo. Aun así, su calidad literaria puede muy bien ponerse en entredicho, sobre todo por los pobres recursos lingüísticos que parecen adornarlo.

Y esto es lo que a mí no me cuadraba justo cuando hete aquí que mi cascarrabiez, mi criticonería, mi protestantismo insobornable me llevaron a pensar mal de la traducción que Rosa Corgatelli y Cristina Barros realizan para Alianza Editorial. En alguna ocasión he estado dudando si ciertas construcciones gramaticales del libro no han sido meras transposiciones literales del modo de hablar brasileño a un castellano que no las soporta, pero hasta ahora no había querido mirar el original. Ha sido una de estas veces que te cansas y ya no puedes pasar por alto ni la más pequeña tontería. El libro en español rezaba:

En cuanto a ella [Doña Flor], era de poco remedio y mucha salud, ya que no recordaba haber estado enferma (salvo el insomnio de viuda).

Amado1La salvedad me chirriaba, no estaba bien expresada. Así que me dije: joder, ya está bien, Amado merece que me levante, que busque en algún sitio el original y me quede de una vez tranquilo. Así lo hice, y encontré que el párrafo original era el siguiente:

Quanto a ela, era de pouco remédio e de muita saúde, não se lembrando de quando estivera doente (a não ser a insônia de viúva).

De aquí deduje que la salvedad estaba traducida de cualquier manera. No la voy a tachar de gramaticalmente incorrecta, pero sí mantendría ante cualquiera que la traducción es ambigua y poco delicada. De hecho, para mi gusto, basado en la pura intuición (porque sé de portugués todo lo que puede saber cualquier turista que ha visitado varias veces el hermoso país vecino, es decir, casi nada), la traducción más correcta (casi literal) del párrafo sería:

En cuanto a ella, era de poco remedio y de mucha salud, no recordándose cuándo estuvo enferma (a no ser por el insomnio de viuda).

Pero por estas cosas de la vida, divertido por entender bastante el portugués de Amado, seguí leyendo el siguiente párrafo, y en él se decía:

Foi realmente noite memorável, como anunciara doutor Teodoro e deram conta as gazetas. Breve, reduzida conta - queixou-se nosso doutor ao ver suas decisivas alocuções e tôdas as demais espremidas numa frase incolor com nomes incompletos: (…).

Nuestras amigas traductoras convirtieron este párrafo en lo siguiente:

Fue una noche memorable, como había anunciado el doctor Teodoro y dieron cuenta las gacetas. Breve, reducida noticia, se quejó nuestro doctor al ver su decisivo discurso y todos los demás expresados en una frase incolora con nombres incompletos: (…).

jorge-amado La palabra espremidas me sonó a la castellana exprimidas. Por supuesto, no entendía por qué habían convertido alocuções en discurso (además en singular), ni el falso subjuntivo original en un pobre pasado, no sólo perdiendo fidelidad con el texto de Amado, sino banalizando de algún modo su lenguaje. Pero busqué la palabra espremidas, y descubrí algo curioso: espremer significa en castellano exprimir, apretar, comprimir. Y si buscamos la palabra portuguesa para expresar encontramos la portuguesa exprimir. Es obvio que nuestras amigas, con esas prisas propias de tantos traductores, confundieron espremidas con exprimidas. Por supuesto, entre esto:

Fue una noche memorable, como había anunciado el doctor Teodoro y dieron cuenta las gacetas. Breve, reducida noticia, se quejó nuestro doctor al ver su decisivo discurso y todos los demás expresados en una frase incolora con nombres incompletos: (…).

…y esto:

Fue una noche memorable, como anunciara el doctor Teodoro y dieran cuenta las gacetas. “Breve, reducida cuenta”, se quejó nuestro doctor al ver sus decisivas alocuciones y todas las demás comprimidas en una frase incolora con nombres incompletos: (…).

…hay un mundo, sobre todo si estas deficiencias se repiten durante más de seiscientas páginas. El libro se transforma en otro, en algo mucho más plano, y sobre todo en una novela muy diferente a la que escribió el autor. Por supuesto, siempre que consideremos que la literatura no consiste sólo en referir de forma más o menos coherente y comprensible una historia, sino mucho más. Estos errores me demuestran que lo que estoy leyendo no es ni de lejos lo que Amado dejó escrito, y me hace desconfiar de cada término, de cada palabra que estas mujeres eligieron para interpretar a Don Jorge. Y me anima a aprender portugués, claro. ¡Pero qué pesadez esto de ser un quejica y viejo protestón!

Amado y Zelia

4 comentarios:

LUla Fortune dijo...

Desde luego que es una "pesadez" andar escudriñando de esa forma las palabras, pero si tú te lo pasa bien, qué c...!!!!!
Tienes toda la razón del mundo en lo de las traducciones y dada la imposibilidad de leer a todos los autores que me gustan en sus lenguas originales (a excepción de franceses e italianos) me pregunto cuánto habrá de "traición" en el hecho de que me gusten unos u otros. Adoro a Poe y seguramente la traducción de Cortázar que un alma caritativa puso en mi mano, tiene mucho que ver.

Pero sinceramente y sin que sirva de excusa para los malos traidores, es imposible verter una lengua en el recipiente de otra. Lo pude experimentar cuando estudié italiano. El profe nos proponía ese ejercicio y ni enterrada en diccionarios quedé yo satisfecha con las cosas que hice.
Tengo algunos amigos en la facultad de Traducción e Interpretación y muchos de ellos se quejan de la osadía de la gente al lanzarse a publicar traducciones, más aún si provienen de otros campos ajenos a esos estudios. Cualquiera con ciertos conocimientos lingüísticos, se siente en disposición de acometer ese empeño. Y luego, pasa lo que pasa. No todos somos Cortázar.

Que no te deprima tu protestantismo, el vinagre conserva los alimentos ja, ja, ja.
Y ánimo, o portugués é uma língua moi doce.

Sir John More dijo...

Bueno, Lula, no es que uno ande escudriñando cada palabra, sólo que lees y de pronto te choca un párrafo o una frase que en castellano suenan realmente raras, y entonces te paras y te fijas... Y así piensas si no estarás leyendo algo bastante distinto de lo que escribió el autor. Por supuesto, una traducción siempre cambia el original, a veces hasta para mejorarlo (aunque no deja de ser una traición...), pero esos cambios deben estar bien hechos, de modo que las pequeñas traiciones y la gran traición de cambiar de lenguaje y de cultura y de tantas cosas, se note lo menos posible. Y oye, se consigue, hay mucha gente que lo consigue, así que tanta relatividad no es excusa para los traductores malos. Además, uno aprende a no pedir el cielo, sino lo justito para poder leer el libro sin que le piquen los ojos. Pero sí, creo que con o doce portugués me atreveré...

Besos

RosaMaría dijo...

Pues sí, una mala traducción puede estropear un libro, por eso hay que asesorarse también sobre quien la hace.
Vi la película y estaba muy bien lograda. Saludos.

Sir John More dijo...

La tengo, Rosa María, pero espero a terminar el libro para verla. Y en cuanto a asesorarse sobre traducciones, bueno, si ya es difícil asesorarse sobre literatura, imagínate sobre las traducciones. Además, a veces la que tienes es la que tienes, y no te queda otra... En fin, tendremos paciencia. Un beso.