martes, 5 de mayo de 2009

Candela

El infierno de la prisa… La aceleración desdibuja el escenario, los objetos se emborronan, se desvanecen los matices, las tiernas punzadas se esfuman en ese fluido de nada, viajando a la velocidad de la muerte.

Ahora una candela crepita a sus espaldas, y no sabe cuánto tiempo ha permanecido ahí, quieto, silencioso y desocupado, con los ojos fijos en el rojo vivo de sus latidos. La noche se derrama sobre él con su inconsolable modo de mencionar los rescoldos del pasado, o las ascuas de un presente menesteroso, o las incertidumbres de un futuro donde algunas puertas se cerrarán lentas, taciturnas y afligidas. Sí, se siente tan cansado de ser él mismo…

Esos senos dispares, y esas manos pequeñas y rudas cuyo espejismo acaricia sin descanso tras una breve vida entera de extravío. O el jardín perfecto de unas palabras que acarician su alma con sus juegos, que tejen canciones y anuncian deleites que nunca, nunca vendrán más acá de su sueño. Ah, esos caminos anochecidos ahí delante, donde los miedos entibian al pecado, donde sabores ardientes se disipan perdidos por las calles vacías de una ciudad fascinante.

Pero hoy se detuvo ante la candela, ante las maderas que ahora, marchitas, se van durmiendo, y quiso dejar de mirar al mundo para prenderse del rojo excesivo donde la vida no puede ser. Quiso suspenderse ante el fuego, quemar sus pensamientos y ser nadie, librarse de ese difuso dolor de estómago que es puro síntoma de otro antiguo e incurable malestar del alma. Quiso, iluso, enajenarse en el baile casual de unas brasas, en la supuesta sencillez del tiempo y el sufrimiento, rindiéndose al calor absorbente de una candela…

3 comentarios:

Sean O´no Sean dijo...

Bellísimo, Sir. ¿Quién no se ha extasiado, en un sorprendido atori, ante unas brasas o al antitético murmullo de una corriente de agua?
Un abrazo.

Sir John More dijo...

Sí, amigo Sean, debe haber algo atávico en esas brasas y en el sonido del agua, porque ambos nos atraen de un modo irresistible, llevándonos a un estado extraño, ausente, primario... Un abrazo.

Sean dijo...

Hola de nuevo, Sir. Deliz que tuve: quise decir "satori", ese estado de plenitud comprensiva o perceptiva, de "iluminación" de los orientales. Ya veo que no es posible editar y corregir. Otro abrazo.