En El Rey Pescador, Jack Lucas es un triunfador, un locutor de radio admirado y narcisista. Cierto día un oyente, que había llamado para expresar a Lucas su asco por la gente bien, y al que éste había animado a acabar con esa gentuza, se introdujo en un restaurante selecto, y con una escopeta reventó al azar a un puñado de sus parroquianos.
Jack Lucas aparece a los dos años de este suceso con ojeras, medio alcohólico y recogido por la hermosa dueña de un videoclub de mala muerte. Una noche, Lucas, aplastado por su conciencia, decide suicidarse, pero lo salvan dos chicos que, confundiéndolo con un mendigo, comienzan a darle una paliza de muerte. De esa otra muerte lo salva Parry, un caballero andante, un mendigo fastuoso. Parry había visto morir a su esposa en la matanza del restaurante, y entonces se había vuelto loco y había tirado una brillante vida por la borda. Jack Lucas, con fuerzas muy justas, ayuda a Parry a buscar el Santo Grial, a deshacerse del Caballero Rojo que lo persigue, y a ganar a su dama, una desastrada y desastrosa mujercita de la que Parry está enamorado.
El otro día dicen que apareció en uno de los muchos reality shows de nuestra bendita televisión un tipo que juraba amor eterno a su novia, que lloraba y le suplicaba que lo aceptara, porque no podía vivir sin ella. Ella lo rechazó en público, seguramente ante la mirada de muchos cientos de miles de espectadores. Unos días después, este individuo degolló a su novia. Todo el mundo está conmocionado, sobre todo porque el asesino tuvo la desvergüenza de aparecer en la televisión antes de asesinar a la pobre mujer, porque mira, si lo hubiese hecho calladito, sin más revuelo, sin alborotar al gallinero... Desde algunos ámbitos se ha llegado a pedir la retirada del programa donde este tipo habló, mucho más cuando le dio voz a un señor que cargaba con una orden de alejamiento no precisamente por su buena dicción.
Jack Lucas se equivocó al tener conciencia, algo que ya no está de moda. El colectivo de periodistas apesta, y el hecho de que existan algunos elementos fabulosos en su interior no atenúa nada el hedor. Pero es que la audiencia televisiva apesta, y por ende el país apesta. Sin perder demasiada altura, la extendida bobería de los programas televisivos, que en otros tiempos se limitaban a entretener sin procurar ningún bien a los espectadores, ahora ha dejado un lugar importante al morbo. Se pueden contar con los dedos de una mano los programas de televisión (y de cualquiera de los medios de comunicación) que no usan el morbo como uno de sus principales atractivos. Y ahí estamos todos para tragarnos cuantos tomates y desperdicios quieran los carroñeros lanzarnos al patio de nuestra inanidad. Y ahí estamos, todos convencidos de esos valores maravillosos que son el amor eterno, y la fidelidad a toda costa, trufadita de necesidad, de pasión desenfrenada, de ceguera y orgullo posesivo. Pero todos tranquilos, porque poco a poco la igualdad (uniformidad de clones) va imperando, porque hay comités de expertos para cada problema, porque los discursos de los políticos están llenos de promesas; porque vivimos en democracia, a ver si nos enteramos, una palabra que justifica todas las imperfecciones...
3 comentarios:
Alguien dijo que la televisión era la verdadera democracia y lo terrible era lo que elegía la gente.
No sé si llegamos a tanto, lo que sí sé es que no vamos por buen camino y que cada persona, vista como individuo y no como masa, no puede ser tan estúpida como pretenden hacernos creer.
Al menos eso espero. A veces tengo mis dudas.
Ya no quedan periodistas, ahora son otra cosa.
Un abrazo
¿en que se parece un presidente de gobierno a un presentador de tv...?
¿en todo...?
¿para cuando las elecciones por el mando a distancia...?
¿por donde se sale, que esta muy oscuro...?
Soy pesimista en general, y optimista en lo particular, querido Tawaki. Yo, como el amigo San, no acabo de ver la salida de esta oscuridad creciente. Joé, y a ver si no damos ideas con lo del mando a distancia, que estos tipos la usan. Imaginaros cómo subiría la participación...
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