viernes, 9 de noviembre de 2007

Peludos en las explanadas

(Más fotos de Sevilla para Luna llena)

A veces me da por pensar que la música clásica no crea aficionados a la música, sino fanáticos del papel pautado y de una visión microscópica y burda de la propia realidad musical. Renuevo esta sensación al leer una conversación mantenida entre Ramón Andrés y Eugenio Trías en el ya aquí mentado suplemento de Babelia del sábado 20 de octubre. Y de ninguna manera afirmaría yo que estos buenos señores no posean una vasta sabiduría y una sensibilidad más que refinada para ese mundo apasionante que es el de la música culta. Pero en su diálogo se manifiesta cómo son una gran parte de los profesionales y aficionados a esta modalidad musical: estrictamente limitados a ella, convencidos de que fuera de ella sólo hay expresiones más o menos respetables de algo sólo remotamente emparentado con la música de verdad, la música buena, la música clásica.


Trías y Andrés demuestran en su conversación ser dos personas muy sensibles, que han reflexionado con asombrosa profundidad sobre la música, y de ahí que hagan hincapié en aspectos de la misma de los que nadie en su sano juicio podría disentir: el papel fundamental de la inteligencia en la música, su labor como forma definida de conocimiento, su valor espiritual e incluso su poder terapéutico (que yo complementaría con su vigor melancólico). Ramón Andrés llega a expresar una idea que, en mi opinión, debería desembocar en otras menos conservadoras: “Los grandes compositores medievales y renacentistas sabían que el sonido era algo que se movía, que tenía una entidad propia. Pero cuando se encerró el sonido en esa caja que es una sala de conciertos, donde la música debe tener una personalidad como discurso pero no como sonoridad, fue donde el oído se perdió, se entumeció y ensordeció”. Andrés lo dice, obviamente, en relación con la relativa apertura que supone la música culta contemporánea con respecto a la música clásica. Pero tal vez debería llevar su reflexión más allá.

Y es que ahí reside el problema de la música clásica, que todos los análisis son realizados en el ámbito endogámico de ese tipo de música, tachando al resto de músicas de populares, en una diferenciación insuficiente e interesada entre música culta y música popular. En esta música popular se amontonan géneros tan dispares como el rock, el folk, el jazz, el blues, el flamenco..., y todas las variantes y mezclas de ellos, aunque no las composiciones en las que la música culta accede a esa música popular para copiar sus bondades, algo que ocurrió desde siempre y que, el cielo lo quiera, siempre seguirá ocurriendo.

Nuestros amigos departen sobre el negocio de la música, y ahí hablan de “niveles muy rudos y músicas muy rudimentarias”, con “esos espectáculos en grandes explanadas con cosas horrendas”. Quiero entender que hablan de esas ceremonias, más mediáticas que musicales, en las que cantantillos de tres al cuarto repiten hasta la saciedad aquella que fue ya canción del verano en 1965. Aunque cabría la posibilidad de que Trías y Andrés pretendan comprimir en esa frase desde un concierto de La oreja de Van Gogh, hasta uno de Genesis, Van der Graaf Generator o Chick Corea. Aunque concedamos a estos amigos un conocimiento mínimo en todos los tipos de música, su posterior comentario nos deja claro que, en el fondo, cualquier ser peludo y ruidoso, como cualquier intérprete popular, será siempre para ellos alguien en la periferia de la música culta, ya sea que hablemos de Georgie Dann, ya que lo hagamos de Frank Zappa. Y es que dicen lo siguiente: “(...) esos espectáculos en grandes explanadas con cosas horrendas también tienen elementos auténticos. Porque la gente tiene necesidad de que la música los penetre. Y la música tiene esa capacidad, ese poder”. Esa doble o triple contradicción los delata, han entrado en un terreno que no conocen ni desean conocer, pero para curarse en salud admiten comprender a las masas cuando consumen productos prefabricados para los que han sido programadas. Por lo visto, la música ruda y rudimentaria sigue siendo música, algo sobre lo que habría mucho que discutir, pero ¿para qué discutir si así tenemos que andar removiendo en la basura y distinguir entre U2 y Emerson, Lake and Palmer? Si cualquier aficionado culto sabe que no hay que meterse en berenjenales, que a efectos prácticos son el mismo ruido. Pues así, reconocemos que las masas tienen derecho a mover el esqueleto, y que con su pan se lo coman, que nosotros, los cultos, pasamos hace años el dodecafonismo, que, y es sólo un ejemplo, está a años luz de todo lo que hacen esos peludos. Y ahí es donde Trías y Andrés me parecen que pierden pie, y de sesudos aficionados a la música, pasan a ser (con todos sus quizá asombrosos dodecafonistas, serialistas y espectralistas) viejecitos muertos de miedo ante aquello que no consiguen entender. En jazz, por ejemplo, hay gente fantástica que hace jazz clásico, y otras que inventan caminos inexplorados tan dignos como todos los ismos en los que actualmente, a veces de forma bastante vacía, se sumerge la música clásica. E incluso hay genios como Corea o Jarrett que tocan todos los palos, y cuyo dominio del piano aún tendrían que demostrar otros intérpretes que sin una partitura son incapaces de la más mínima expresión, sin contar con que la capacidad compositora de aquellos se añade a la interpretativa. Que ningún grupo de peludos admite su comparación con Bach... Claro, ni de peludos ni de calvos, nadie resiste una comparación con Bach. Pero entre Haydn y Stevie Ray Vaughan, si se me permite tan estúpida comparación, no tengo la más mínima duda, me inclino por el tejano, que sentía y acariciaba la guitarra como nunca Haydn acarició una sola de sus partituras. Entre Glenn Gould y Jarrett tampoco tengo dudas, como tampoco la tengo entre Bitetti y Hendrix, aunque Gould y Bitetti me parezcan intérpretes geniales.

En fin, que no se trata de confrontar a esos dos mundos, y que el mundo culto debería hablar menos de su cultura y practicarla mucho más, y que el otro mundo, el de la música popular, debería ser más culto, más espiritual, más una forma de conocimiento que una mera repetición de la programación de los cuarenta principales. Todo esto, claro, no deja de ser un manojo de deseos utópicos, porque si en algo tenían razón Andrés y Trías en su charla es en que “el futuro siempre ha estado en esta música que es minoritaria”, es decir, en Van der Graaf tanto como en Arvo Pärt, en Echolyn tanto como en Ligeti, en Camarón de la Isla (el Camarón hondo) tanto como en Fischer-Dieskau, en Pentangle tanto como en Purcell... Y en cuanto a las masas apenas nos queda llorar y tratar de educar a nuestros hijos.

12 comentarios:

Anónimo dijo...

Pajas mentales de petardos que cobran por palabra publicada...
A mi me parece que lo clasico bebe de lo popular, cuando no se lo carga directamente...
A ver cual de estos sujetos es capaz de mantener que Hendrix no es un clasico... es mas que un clasico, es dios (con permiso de Bach...)
El academicismo y oficialismo (y todos los ismos habidos y por haber) acaban siendo un reflejo distorsionado y mediocre de otra realidad, mas cargada de sentimientos humanos, y mas descargada de cultismos y guiños para la galeria. Salvo honrosas excepciones, normalmente maltratadas en su tiempo por esa oficialidad que despues les encumbra... pandilla de encefalogramas planos... como estos de babelia...
Abajo el papel pautado, viva la improvisacion!!! (y el que no sepa que se meta a critico... je, je...)

Luis López dijo...

Me ha emocionado "Book of Saturday", me trae buenos recuerdos. Gacias. Ahora pasaré a leer tu escrito.

Sir John More dijo...

Niño, San, cómo te has puesto. Hombre, me vienes bien porque yo me contuve y así cargas tú con la culpa del extremismo, je, je, pero que sí, que tienes razón en mucho de lo que dices. ¡Qué viva la improvisación!

Luis, un placer tu visita, y encantado de haberte traído esos recuerdos con los amigos de King Crimson. La verdad es que es un tema que se te pega al alma con pasmosa facilidad. Un abrazo.

FPC dijo...

Casi en todo de acuerdo, amigo sir John. El único pero lo pongo en la comparación entre Haydn y Stevie Ray, sin menoscabo de este último. Haydn, Franz Joseph, es un gran minusvalorado porque fue tan prolífico que parecía un estajanovista fuera de su tiempo. Pero hay algunas cosas que parecen haber bebido tanto del propio J.S. que parecen una edición nueva de alguna BWV perdida.
Por lo demás, oportuno y directo y claro como siempre. Un placer.
Y un abrazo.

Raquel dijo...

Siempre tango problemas cuando escucho generalizaciones tan rotundas.

Un abrazo

Tawaki dijo...

Dejando a un lado ese tipo de música que responde a un negocio barato, y centrándonos en la música de calidad no entiendo que la culta sea mejor ni peor que la popular. No entiendo que las virtudes de una tengan que sustentarse en los deméritos de la otra.

En cuanto a las palabras sesudas, me quedo con las que me hacen aprender. Para el resto, prefiero escuchar la música por mí mismo.

Un abrazo,

Anónimo dijo...

Mi querido Sir: Creo que te has quedado con lo menos favorable de la conversación a la que aludes, y que me he molestado en leer con atención. Trías y Andrés mantienen un discurso creo que razonable con respecto a todas las manifestaciones musicales. Sobre la "música clásica" en la contemporaneidad (permíteme el oxímoron) también hacen observaciones que podrían resultar molestas en algunos sectores (básicamente, los defectos del star system, la monopolización por parte de algunos clásicos indiscutibles y así mismo la preponderancia de divos y divísimos).
Personalmente por mi experiencia, la gente que entiende de música (quiero decir, que sabe música, que tiene estudios musicales) y a la que le gusta la clásica, es muy receptiva con la música moderna. De hecho, la mayor parte de grandes seguidores del jazz (y no sólo del jazz) se encuentran entre las hordas de los de la música clásica (por quedarme con dos que has mencionado: Ligeti y Jarret). Recuerda mi entrevista a Andreas Scholl: el señor Scholl no sólo canta Haendel, sino también pop. Por el contrario, aquellos que escuchan sólo música moderna son habitualmente menos permeables a la clásica. Coincidirás conmigo en que al fulano que le gusta Estopa es difícil que "le pongan" las últimas sonatas para piano de Beethoven.
Creo que en ese contexto es donde cabe situar la afirmación de Trías y Andrés cuando hablan de explanadas horrendas, etc. Estoy de acuerdo en que sí, sí hay explanadas horrendas donde se programa música comercialoide que a duras penas puede calificarse como música y donde además se producen todo tipo de excesos y barbaridades. Entiendo que lo "guay", lo democrático, lo políticamente correcto, es decir que Bach es igual que La Oreja de Van Gogh (por ejemplo), porque ambos hacen disfrutar igual a unos y a otros. Pero no, chatines, no. Basta ya de demagogias. Por mucho que a unos cuantos les rechine y les joda, La Oreja no es Bach, pese a quien pese. Que somos muchos menos los que gustamos de Bach ya lo sabemos, pero que nos dejen tranquilitos y hasta defender de vez en cuando las aportaciones del atonalismo o del microtonalismo, por ejemplo, a la música contemporánea. Porque lo que molesta es que el que sabe de Bach puede decir por qué los de La Oreja (pobres, les tocó otra vez) son malos, pero lo contrario es difícil de encontrar.
Con el cine y con la literatura pasa lo mismo. Todavía recuerdo cuando hace unos años trabajaba en un lugar en que podía permitirme poner Radio 2 en mi mesa. Por supuesto, era objeto de chanza generalizada. En el café, siempre me preguntaban, mientras hablaban de la entrega 54 de Saw en la que habían estado la víspera, cuál era el último rollo que había ido a ver. Yo podía haberles preguntado cuál era la última basura que les había gustado, pero por educación me callaba, y así ellos iban ganando posiciones. Su discurso era tan pobre que daba risa. Puestos a elegir, prefiero a un elitista Trías que a un burro, Sir. Siempre.

Anónimo dijo...

Quizá el problema resida en las etiquetas...música culta y música popular.

Un culto tiene que saber de todo y por supuesto para saberse culto y los demás sepan que lo es, tiene que oir música culta y tiene que saber de todo, todo, todo, si no es así, no es culto y si no es culto.. bueno,un lío.

la música llamada culta, ha sido siempre elitista y ahí radica el problema, creo.

Saludos

Sir John More dijo...

Querido FPC, no dudo del carácter prolífico y hacendoso de Haydn, pero su producción, con alguna excepción muy rara, me aburre mortalmente. Siempre me dio la impresión de ser un señor correcto y educado, pero para nada un espíritu grande de la música, como lo fue el propio Bach, que hay que recordar que lo precedió en el tiempo. Mozart demostró después que con la correción y el virtuosismo innegable pero frío de Haydn se podían hacer verdaderas locuras. No obstante, entiendo que los años no pasan en balde, y que algo que pudo asombrar en su tiempo por alguna razón, ahora puede ya no asombrar tanto, y que a estos niveles los gustos personales decidan más de una vez las preferencias por un compositor. Un abrazo coincidente.

A ver, Raquel, las generalizaciones ¿son de Trías y Ramón, o mías? Porque si son mías entonces no me expresé del todo bien, puesto que con mi texto sólo pretendo reivindicar un mayor espectro de acción de la música culta, pero para nada denostar a la música clásica, que me encanta. Pienso, no obstante, que soy yo el que te malentiendo, porque algo he adivinado de tu amor por la música… También te podrías referir a esas comparaciones (que yo mismo califico de insensatas, aunque me sirvan para mi razonamiento) que hago entre varios músicos, pero ahí debo reconocer que son sólo ejemplos de preferencias personales que me valen para esa reivindicación que te decía. Por supuesto, que alguien prefiera a Haydn sobre Stevie Ray Vaughan no sólo me parece aceptable (cada uno puede preferir lo que desee, claro), sino que no consideraría de ninguna manera a esa persona ignorante ni parcial. Sí la consideraría parcial y un pelín ignorante si me dice que Vaughan hacía música popular, es decir, mala, y que Haydn era, por el contrario, un compositor serio. Contra esto es contra lo que va mi texto. Como te digo, creo que sobran todas estas explicaciones, ¿verdad? Besos, y a ver si algún día te escuchamos…

Completamente de acuerdo contigo, Tawaki. Y más allá, no creo que Trías ni Ramón sean meros teóricos del asunto. Ya dije que me parecían dos personas que al escribir sobre la música la sentían, que escribían sobre ella precisamente porque la sentían. Un abrazo.

Querida Ana, leyéndote concluyo definitivamente que no me he expresado bien, porque estoy de acuerdo contigo en lo que dices, y más allá pensaba que las ideas fundamentales que apuntas estaban contenidas en mi texto. No obstante, el principal problema entre mi texto y tu comentario es quizás algo que apunta Tawaki: no hay razón alguna para que ningún tipo de música decente excluya a otra, pero como en mi experiencia (y ahí sí es bastante diferente a la tuya) la gente de clásica ha ignorado en general la música no clásica, o la ha valorado como un arte musical menor, o directamente la ha denostado; y como en este artículo de Babelia descubrí varios momentos en que esta actitud se ponía de manifiesto, pues me dio por escribir esta reivindicación del cultismo de otras músicas, si se puede hablar así. Por supuesto que la conversación de Trías y Ramón me parece en conjunto razonable y llena de apreciaciones con las que coincido. La reivindicación de una música más creativa y no fagocitada por el star system se ve reflejada un poco en mi artículo, porque tanto ellos como yo se lamentan de cierta falta de libertad y de apertura de miras.

Si el mundo de la clásica se ha abierto un poco a otras músicas, lo ha hecho fundamentalmente al jazz, también te lo reconozco, pero quizás sea porque el jazz ha adoptado ciertas formas que, curiosamente, Trías y Andrés de algún modo critican: el enclaustramiento de la música en la sala de conciertos. Un concierto de jazz es cada vez más una representación casi tan sagrada como un concierto de clásica, y de ahí (y por supuesto de la calidad del jazz) esa afinidad. Pero resulta mucho más difícil aceptar para un seguidor de la clásica un concierto de peludos en una explanada. Ni que decir tiene que con esta expresión yo no me refiero a La oreja de Van Gogh (qué mal sienta nombrar tanto a Van Gogh en vano…), ni a Estopa, que no me parecen que hagan música. En cuanto a Trías y Andrés cabrían dos posibilidades: a) que se refieran a La oreja, y no, por ejemplo, a Genesis, y b) que se refieran a ambos. La primera opción parece bastante improbable, porque la única importancia que le dan al rock estos amigos en su conversación es cierta referencia a unos comienzos algo creativos pero que pronto se torcieron. Así pues, Trías y Andrés reflexionan muy correctamente sobre la música clásica (en el sentido amplio de la expresión), pero al no admitir que están ciñéndose a este tipo de música, y pretender andar comentando la situación general de la música, comenten el error por pura exclusión.

En tu entrevista a Scholl me llamó muchísimo la atención su referencia a otras músicas, y a la necesidad de no encerrarse en el mundo clásico. Cuadraba perfectamente con las buenas sensaciones que este hombre provoca. Pero no sé si el de él (confío en que no) será el mismo caso de tantos otros monstruos de la clásica que, al tratar con la música popular, no superan en excelencia a tus queridos Clayderman y Soriano. Sólo hay que ver a Domingo, a Caballé, a Kraus, a la misma Tebaldi, que en cuanto se salen del circuito clásico comienzan a desbarrar de un modo alarmante. Sirva recordar los contactos estrechos entre los inefables músicos de Mecano con nuestros incontestables intérpretes vocales. Más les valdría a éstos quedarse en su sabiduría clásica sin practicar su ignorancia popular.

Mi experiencia, a diferencia de la tuya (creo que se pueden complementar ambas para llegar a una magnífica conclusión) es que conozco a muchísima más gente que ha llegado a la clásica desde el rock, el folk, el jazz… que a gente que haya podido acceder a estas músicas desde la clásica. Por supuesto, no hablamos en ningún momento de Estopa ni de La oreja, porque a quienes (legítimamente) les gustan estos tipos, en mi opinión, les gusta menos la música como arte y más como pura distracción, es decir, necesitan música (¿?) fácil y directa, no experiencias donde el disfrute requiere de la participación consciente (no distraída) del oyente. Cuando digo lo de arriba hablo de músicos impresionantes que no hacen música clásica, aunque la usan del mismo modo que los músicos clásicos beben y vuelven a beber (como los peces) del río caudaloso de la música popular.

Mira, en mi reciente viaje a Gijón debí sufrir la incomprensión musical de dos amigas que me acompañaron en dicho viaje. Hicimos muchas horas de carretera en las que, por pura educación, me plegué a escuchar muchos, un número interminable e insoportable de éxitos musicales del momento. Mis amigas me preguntaban extrañadas cómo no conocía a éste o aquél. En cierto momento comenzó a sonar la voz ñoña de una señorita, sobre un acompañamiento musical bastante trivial y manoseado, y yo dije: ¿veis?, esta pobre mujer ha debido vender un solo disco, posiblemente a su familia, y luego todo el mundo ha olvidado el disco. Mis amigas se sorprendieron de que no supiera que era La oreja de Van Gogh, y entonces me sentí un poco como tú dices, rodeado. De nada servía que retara a mis amigas para que entre las dos confeccionaran una lista de grupos e intérpretes musicales de su gusto, para ver si la mía no quintuplicaba la suya. Lo cierto es que lo mío era raro: un concierto de hace treinta años les sonaba a estas mujeres como si fuera música galáctica, precisamente porque su música era lo que ya decía yo en el artículo, la enésima reedición de la canción del verano del 64. Si Trías y Andrés critican este tipo de música, lo hacen contraponiéndolo sólo a la música clásica, y entonces ignoran el resto de músicas, y demuestran su ignorancia. Y si no la ignoran, la verdad es que le dan bien poca importancia. Mi intención era, precisamente, llamar la atención sobre eso, sobre la necesidad de valorar las otras músicas, porque en ellas existen algunos compositores e intérpretes de mucha más categoría que algunos de la clásica. Pero Trías y Andrés prefieren claramente la clásica, por supuesto reivindicando su versión más moderna e innovadora y la libertad creadora, pero dentro de la clásica al fin y al cabo. Donde pone clásica puedes colocar la palabra culta y sigue valiendo.

Un conocido me llegó a comparar a Julio Iglesias con Beethoven, pero esa barbaridad no elimina de la escena a cientos de tipos peludos y no tan peludos que hacen una música fabulosa. De hecho, esos tipos tienen en común con Mozart y con Bach que no han sido realmente populares, que son escuchados de verdad por una minoría, y por eso yo también prefiero a Trías, por muy elitista que pudiera llegar a ser, que a mi conocido; pero que Trías y Andrés se quedan cortos, y con ellos muchos aficionados elitistas de la música clásica, de eso tengo pocas dudas. Besos también coincidentes.

Querida Luna, ¿qué más decir? Bueno, sí, que igual que hay gente cuya cultura oculta su falta de sensibilidad, hay otra mucha gente que por el hecho de sentir de una forma culta, es decir, informada, llena de interés, es rechazada por los aficionados a la música ligera, a la música fácil, por aquellos que no sienten la necesidad de buscar diferencias entre Luis Cobos y Jesús López Cobos. A la sensación, que yo, sin ser demasiado culto, he sentido a veces de ser un bicho raro, se une una pena profunda por este mundo en el que lo fácil/vacío se impone más y más a lo difícil/lleno. En fin, un lío… Un beso, lunita.

Mil perdones por el rollo...

Raquel dijo...

Ninguna música excluye a la otra ni a las otras. Coincido con Tawaki y contigo en eso.
Igual me parece que Andrés generaliza o que, por lo que entiendo del entrecomillado, creo que hay que tomar cada situación en su contexto: muchas composiciones medievales y renacentistas, si son interpretadas y revitalizadas de forma inteligente, no destruyen oidos ni obligan a perderlos.
Tu generalización la siento cuando dices:
"Y es que ahí reside el problema de la música clásica, que todos los análisis son realizados en el ámbito endogámico de ese tipo de música, tachando al resto de músicas de populares, en una diferenciación insuficiente e interesada entre música culta y música popular". No, no todos los análisis se hacen desde ese punto de vista. Pero entiendo tu punto de vista y desde dónde estás haciendo la crítica, que la comparto contigo. Mi comentario fue ambiguo, debería haber sido más específica y clara. Te alabo esa forma tan abierta de hacer la crítica, aunque también me quedo pensando que si estuvieramos charlando en vivo, te diría que músicas minoritarias hay muchas y muy desconocidas, que los futuros no sé si están ahí, que se desconoce mucho de muchas formas de música popular y que...
Seguimos charlando en el siguiente café
Un abrazo grand

Sir John More dijo...

Perdón por la tardanza en la respuesta. Estuve de viaje. Sólo comentarte Raquel que tal vez me expresé de una forma demasiado radical, aunque sí quería decir que una gran mayoría de los análisis que se hacen dentro del mundo de la clásica, y sobre todo cuando los analístas quieren parecer serios, se confinan a ese tipo de música, dejando a las demás fuera por ser menos culta. También creo que, por fortuna, esta situación está cambiando. Gracias por tus comentarios y un beso.

Raquel dijo...

Bienvenido
Un beso para ti también