La señora era mayor, pero se expresaba con un deje de ironía realmente divertido y tierno. También su marido, aunque aquejado de Alzheimer y tumbado en una cama con sus capacidades bastante limitadas, poseía el mismo deje, y una curiosa sonrisa siempre a punto de dibujarse en los labios. Eran de Cantillana, un pueblo cercano a Sevilla, donde hay dos vírgenes que dividen al pueblo en dos fiestas y en dos bandos. Cuando se cuenta, estos dos bandos son grupos amistosos, devotos de vírgenes distintas pero, ¿acaso podría ser de otro modo?, de muy parecida sensibilidad religiosa; no obstante, sé yo que en realidad hay una tremenda competencia por montar la mejor fiesta, por bautizar a cuantas más niñas mejor con el nombre de la virgen propia, en resumen, por superar en todo lo que se pueda a las huestes enemigas. En este caso, la pareja era devota de la Pastora, versión diferente y casi antagonista de la virgen de la Asunción.
En el hospital habíamos hablado de Cantillana, porque ellos de antiguo poseían un trocito de tierra y una casa humilde construida en él, un terreno situado en el camino que conducía al Río Viar, un afluente del Guadalquivir donde hace muchos años la gente iba a pasar los fines de semana bañándose y disfrutando de la naturaleza. Llegaron a poner una tienda con bebidas frías y comidas, y cobraban la voluntad por dejar pasar a la gente por su finca. Así que no era raro que nos hubiésemos encontrado por allí unos cuarenta años antes, porque mi padre solía llevarnos al Viar algunos domingos.
En el hospital la mujer, Pastora de nombre, había dejado encima de la mesa de mi padre una foto de su virgen, y en cierto momento, observando que yo no dejaba ningún día de leer, se ofreció a traerme un libro sobre la Pastora de Cantillana, en el que podría aprender mucho sobre el municipio. Al día siguiente me entregó la típica revista que se edita para las fiestas del pueblo, con muchos artículos sobre la devoción de al menos la mitad de los cantillaneros. La hojeé y luego la conservé algún rato más para que la mujer no entendiera que aquello me interesaba poco.
Poco antes de morir mi padre, me había levantado a charlar con Pastora, y mi hermano también se levantó porque, siendo él tres años más pequeño que yo, recordaba con mucho más detalle nuestras excursiones al Viar. Mientras tratábamos de recordar con ella nuestras excursiones de la infancia, yo miraba de reojo a mi padre, que estaba sedado, y en cierto momento observé que su respiración se hacía algo más lenta. Mi hermano siguió hablando, pero yo ya no quitaba la mirada de mi padre, hasta que supe de cierto que la respiración se acababa, que su corazón quería seguir latiendo pero su cuerpo rehusaba ya mantenerse en aquel sinsentido. Entonces hice una seña a mi hermano y los dos asistimos a la muerte de mi padre, que ocurrió en unos minutos.
Pastora, cuando médicos y enfermeros asistían a mi padre, que ya había muerto, en la puerta de la habitación, se acercó a nosotros y muy bajito, con los ojos llorosos, nos dijo: “¿Queréis que os diga una cosa? Yo se lo he pedido a la Pastora: que muriera pronto y sin dolor”. Por encima del entendimiento, el sentimiento hizo que estas palabras me llegaran como una caricia, y sin poder reprimir el llanto le dimos las gracias. Pastora era (seguirá siendo) una mujer amable, resuelta y luchadora, y atendía a su marido con un cariño y una determinación que decían mucho de ella. Pero era una persona mayor, sin estudios, que había dedicado su vida a pelear por su familia sin demasiado tiempo para pensar en filosofías y sutilezas. Aun así, y sin el menor atisbo de resentimiento contra la mujer, no pude evitar pensar fugazmente en la virgen, entrando en la escena sin permiso, acelerando indiscreta y entrometida el adiós de mi padre, usando sus poderes ambiguos para intervenir en un entierro en el que nadie le había dado velas. Por supuesto, no vi a la virgen, pero noté en cambio el asedio insensato y repugnante con el que la religión y sus más perspicaces acólitos nos envuelven, de manera que ni la muerte puede escapar de él. De ahí que al día siguiente, para mitigar el dolor de una tía muy querida, se celebrara un responso, con un tipo ridículo desentonando estúpidas canciones y parloteando de mi padre sin tener ni la más mínima idea de quién era, salpicando agua bendita sobre mi padre encerrado en un ataúd que coronaba un cristo crucificado. Y de ahí que luego, en el crematorio, todo se quemara salvo ese cristo, que los funcionarios del tanatorio salvaron para no aumentar sus pecados. Pero mi padre ascendió a los cielos extensos y vivos de aquella tarde, vestido en un humo fino, elegante, quedando al cabo en nuestros corazones con infinitas razones y demostraciones irrefutables de su amor; mientras, el cristo seguirá ahí, tieso y sangrante, embaucador y trivial, presidiendo muertes, recordando valles de lágrimas, instando necios parloteos, prometiendo ayuda en la imposible y absurda huida de una muerte que mi padre afrontó con toda la dignidad que le confirió la propia dignidad de su vida. Además, la Pastora que estuvo al lado de mi padre, la que lo ayudó en sus últimas horas, fue una Pastora de carne y hueso…
9 comentarios:
Hay muchas Pastoras.
Personas encantadoras aunque en su vida hayan leido un libro.
Muy duro todo.
Un abrazo
Por supuesto, Luna, quizás haya más personas encantadoras entre las que no han leído nunca un libro que entre las que alguna vez lo han leído... Por encima de todo ello, la religión, cuando quiere convertirse en imposición y echa mano del proselitismo, es una verdadera maldición... Un beso.
jooo, que bonito, soy cantillanero y estoy orgulloso de mi pastora divina, aunque en ocasiones sea muy injusta, por mucho que pidas a una virgen a un santo, cuando llega la hora de la muerte, llega. saludos cordiales
Gracias, adsalo. Como ves no soy demasiado religioso, más bien nada, pero sí creo en muchas personas, sean o no religiosas. Así que de nuevo gracias, y me alegro que te haya gustado la historia. Cantillana está en el corazón de mis hermanos y en el mío, y en gran parte gracias a mi padre que era un enamorado de tu pueblo y de la zona. Un saludo.
Esa es mi abuela!!! Pastora Muñiz, conocida en el pueblo como Pastora la Pascacia.
Para ella y todo nuestra familia ser pastoreño es un forma de vida.
Pero desde luego la herencia mas bonita que nos dejara.
Ella es la que nos da fuerza y esperanza para esos momentos dificiles en la vida.
Gracias.
Dale un beso a tu abuela, y un abrazo a tu abuelo. Espero que todo vaya lo mejor posible. Tu abuela estuvo a nuestro lado cuando mi padre se fue, y de alguna manera fue un consuelo. Aunque no crea en lo que vosotras creéis, sí creo que tu abuela es una buena mujer, una mujer fuerte, y me alegro mucho de haberla conocido.
Gracias a vosotros.
Te hago llegar las palabras de mi abuela ya que le gustarian que constara en el blog:
Soy Pastora de carne y hueso,como tu bien dices.
Este año por septiembre en la romería de mi virgen, me comentaron que habian visto en internet escrito algo sobre mi, o al menos, ellos se figuraban que me hacia refencia.
Le dije a mi nieta, que lo intentara buscar pero no lo consiguió.
El 2 de Abril vino a casa y me dijo; Abuela, toma esto y leelo, que seguro que te va a gustar.
Y cual fue mi sorpresa cuando me encontre con vuestras palabras. Al no poder leerlo le pedí a una de mis hijas que lo hiciera y terminamos todos llorando.
Nunca pense que pudiera tener respuesta tan bonita, pero sigo pensado que no fui yo, sino mi Pastora Divina la que tendio su mano en esos duros momentos.
Y seguro que tendra a vuestro padre junto a ella, en el risco de los cielos.
Me gustaria volverlos a ver para daros un abrazo y las gracias.
Mi marido sigue igual, a veces mas animado y otras menos pero vamos adelante con la ayuda de ese cristo sangrante como tu bien dices.
Aqui estaré, en Cantillana, para cuando queráis recordar vuestra niñez.
Un abrazo.
Pastora de Carne y Hueso.
que la divina pastora de cantillana os tenga siempre en el rísco de amores donde esperamos apacientos todos los fieles pastoreños que vallamos junto a ella.
¡¡ viva la divina pastora!!
¡¡ viva siempre la misma!!
¡¡ viva el 8 de pestiembre!!
¡¡ viva septiembre y cantillana
pastoreña!!
¡¡Pues que viva!! Salud y a pasarlo bien...
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